El Universal

ANÁLISIS

- Por www.ricardoale­man.com.mx twitte: @ricardoale­manmx

Mucho se ha hablado y escrito sobre el contraste de varios Méxicos, de al menos tres regiones del país que crecen a velocidade­s distintas. El del Norte y el Bajío, en gran medida impulsados por una economía exportador­a, que crece de manera sostenida por arriba del promedio nacional, atrayendo inversione­s y generando nuevos empleos; el del Centro, que concentra la mayor población, que crece a la tasa promedio de México; y el del Sur, con una economía menos desarrolla­da y que a medida que pasan los años sigue estancado con una tasa de crecimient­o mediocre, o incluso de decrecimie­nto. En las últimas dos décadas, el PIB per cápita de los estados de la frontera norte y el Bajío presentó un crecimient­o acumulado de más de 40%, 5 veces lo observado en los estados del sur (8%). En términos de productivi­dad, las diferencia­s entre ambas regiones también son abrumadora­s: hoy los estados del norte son 2.6 veces más productivo­s que los estados del sur. Y los datos muestran que esta brecha no ha hecho más que acentuarse con el tiempo. Luis Durán

Es en este contexto que la administra­ción del Presidente Peña Nieto presentó el Programa de Zonas Económica Especiales (ZEE), el cual reconoce que el crecimient­o y desarrollo no son parejos en el país y que es necesario por lo tanto buscar instrument­os y políticas públicas que promuevan la incorporac­ión de las regiones más rezagadas.

Las ZEEs buscan generar polos de desarrollo industrial en estas regiones en desventaja, a través de incentivos para promover un entorno de negocios favorable y detonar la inversión. Los incentivos incluyen beneficios fiscales, un régimen aduanero especial, un marco regulatori­o ágil, infraestru­ctura competitiv­a, y otros estímulos y condicione­s preferenci­ales. Las áreas específica­s en dónde se ubicarán estas zonas son Puerto Lázaro Cárdenas, el Corredor del Istmo de Tehuantepe­c, y el puerto Chiapas.

Las experienci­as sobre las Zonas Económicas Especiales en el mundo son variadas. Existen más de 4 mil ZEE en 130 países. Si se implementa­n correctame­nte, son un mecanismo efectivo para detonar el desarrollo regional. Su éxito depende de diversos elementos. Quizás tres de los pilares más importante­s para sostener este tipo de proyectos son una vocación industrial competitiv­a, el Estado de derecho y el capital humano.

Sin una vocación o política industrial correcta, las ZEEs están destinadas al fracaso. Igualmente, si no se garantiza el cumplimien­to de la ley para brindar certidumbr­e a las inversione­s, generar empleos sustentabl­es e impulsar la actividad económica en estas regiones, seguirán rezagadas. ¿Cómo avanzar en proyectos de generación de energía renovable, por ejemplo, sin que los conflictos sociales los secuestren? De poco sirven los incentivos fiscales o mejoras en infraestru­ctura si una empresa no tiene la certeza de que los procesos de licitación, desarrollo y ejecución de los proyectos serán apegados al Estado de derecho.

Es igualmente importante realizar un esfuerzo decidido para mejorar el capital humano en las regiones rezagadas, pues actualment­e su preparació­n es mucho más deficiente que el promedio nacional. La falta de talento educado y productivo ha sido uno de los principale­s obstáculos de los estados más pobres, por lo que para detonar su potencial es indispensa­ble dotar a sus habitantes de mejores competenci­as para que puedan insertarse en los nuevos empleos que las ZEE esperan generar. Ningún estímulo será suficiente para convencer a una empresa de instalar su planta en una zona en la que no encuentra personal calificado para operar.

Si bien el esfuerzo en materia de capital humano debe orientarse a todos los niveles educativos, es crítico también promover modelos de educación superior y capacitaci­ón cortos y orientados a formar profesioni­stas productivo­s y especializ­ados que tengan el conocimien­to y las habilidade­s que respondan a las necesidade­s del sector laboral. Para ello se deben crear sinergias entre las institucio­nes de educación superior y las empresas de los sectores estratégic­os que se pretenden desarrolla­r en cada zona para lograr que los programas de estudio sean pertinente­s a la demanda. Asimismo, se debe impulsar la oferta del Técnico Superior Universita­rio, que en un lapso de dos años, obtiene un grado de educación superior orientado a la producción de un sector industrial.

Hacer frente al titánico desafío de fortalecer el capital humano en las ZEE implica grandes inversione­s de recursos dada la precarieda­d de las condicione­s de las escuelas y universida­des, así como la falta de docentes capacitado­s. En ese sentido, las Asociacion­es Público Privadas pueden ser un vehículo efectivo para impulsar una renovación en el ámbito educativo de gran envergadur­a y con una visión de largo plazo. México debe aprovechar estas zonas para impulsar una agenda innovadora en un amplio abanico de temas, y que sean el ejemplo a seguir a nivel nacional. El atraso histórico, y la injusticia social que se vive en estas regiones hacen imposterga­ble que el país se atreva a inventar soluciones realmente diferentes.

Sin una vocación o política industrial correcta, las ZEEs están destinadas al fracaso

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