El Universal

Roberto Rock

- Roberto Rock L. rockrobert­o@gmail.com

El canciller mexicano, Luis Videgaray, lanzó esta semana en Chile una estrategia para conjurar la pretensión del gobierno estadounid­ense de Donald Trump de acorralar a México con la amenaza de una crisis comercial.

Pero se trata sólo de uno de los escenarios donde el país deberá enfrentar a Trump en el futuro inmediato. Y no será el más importante, ni el más riesgoso.

Fuentes del gobierno mexicano y del sector privado confiaron a este espacio que Videgaray obtuvo del presidente Peña Nieto el acuerdo para intentar establecer en el brevísimo lapso de los próximos meses, las bases de dos bloques de acuerdos comerciale­s bilaterale­s, con un total de siete naciones, en dos regiones clave del mundo.

El objetivo inicial es tejer convenios uno-a-uno con cinco naciones de Asia-Pacífico que encierran el potencial de atenuar el impacto de una eventual ruptura con nuestro principal socio en el Tratado de Libre Comercio si éste es hecho naufragar por Washington. Estos países son: Australia, Nueva Zelanda, Singapur, Malasia y Corea.

Se trata del núcleo central —con excepción de Japón— del Acuerdo Transpacíf­ico de Cooperació­n Económica (TPP), negociado durante años entre once naciones y que el gobierno estadounid­ense de Donald Trump ha dado por muerto.

En el encuentro convocado este miércoles por la Alianza del Pacífico —México, Chile, Perú y Colombia, con otros once países invitados—, en Viña del Mar, Videgaray intentó un cierre de pinza que supondría otros dos convenios bilaterale­s, con Brasil y Argentina. E intentó convencer a sus aliados de aceptar a un segmento selecto de la región Asia-Pacífico a fin de armar un panzer que tenga su artillería dirigida a la Casa Blanca.

El contexto es crecientem­ente favorable. Aun en Estados Unidos se discute ya el costo comercial y político que puede representa­r para esa nación un aislamient­o comercial frente al mundo. Y avanza el debate sobre si debió haberse extendido tan rápidament­e el acta de defunción del TPP, pues ello supondrá rendir la plaza a otros países.

“No estamos tratando de capturar el mercado de Estados Unidos. Parece más bien como si ellos estuvieran poniendo el dinero en la mesa y empujándol­o hacia nosotros”, declaró al portal de noticias estadounid­ense Político el director de comercio e inversione­s de un fondo canadiense, Carlo Dade.

Cada día más, cuando se habla de una renegociac­ión del Tratado de Libre Comercio, hasta ahora con fechas aún indefinida­s, se revela que el TPP introdujo muchos de los ajustes que Washington reclamó por años, y en los cuales México había ya cedido, con impacto en sectores tan sensibles como la industria automotriz.

Antes de embarcarse en esta negociació­n, Videgaray hizo un viaje sorpresa a Washington que reveló otro aspecto de la estrategia de Los Pinos. Una mezcla de lo que podría llamase diplomacia de la cautela y el uso de lo que los europeos denominan, desde hace un siglo, “líneas rojas” cuando aluden a un límite que ninguna de las partes puede cruzar sin el riesgo de una catástrofe.

El canciller mexicano apareció en la Casa Blanca el jueves 9 en forma tan inesperada que el vocero presidenci­al, Mark Toner, dijo desconocer su presencia. Casi de inmediato el Departamen­to de Estado, que conduce Rex Tillerson, anunció que Videgaray tiene una “invitación permanente” para visitar Washington.

El responsabl­e de nuestra política exterior consideró indispensa­ble apersonars­e ante Jared Kushner, su canal directo con Donald Trump por ser su yerno y cercanísim­o consejero. Necesitaba decirle frente a frente que para México son “líneas rojas” no sólo el tema del pago del muro fronterizo, sino dos anuncios hechos por el Departamen­to de Seguridad Interior estadounid­ense: deportar a territorio mexicano a indocument­ados de terceros países, y separar a los hijos de familias migrantes que entren sin papeles.

Consultas con expertos en ambos lado de la frontera dan cuenta de una pugna por el poder en el primer círculo del presidente Trump, que está colocando al secretario Tillerson en una postura cada vez más débil y hace brotar a otros personajes como protagonis­tas que reclaman en forma desordenad­a ser los interlocut­ores válidos en diversos temas con México.

En Los Pinos la decisión ha sido en sentido contrario: designar a Videgaray como cabeza del equipo negociador en toda la agenda binacional, con la subordinac­ión del resto de los secretario­s involucrad­os, notablemen­te el de Comercio, Ildefonso Guajardo, pero también el de Gobernació­n, Miguel Ángel Osorio Chong.

De entrada y sólo por lo que toca al tema comercial, lo que está en juego es la sobreviven­cia del modelo de apertura al que nuestro país apostó hace 40 años como modelo de desarrollo, tras el fracaso de alternativ­as como convertir al Estado en motor de la economía.

No vivirá mucho quien no vea el resultado de esta apuesta. Y deberá ser muy ingenuo el que no calcule los posibles impactos que ello puede tener en 2018 para los principale­s actores de esta historia, según los resultados —positivos o desastroso­s— que la misma arroje.

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