El Universal

El modelo y la reforma educativa

- Por GERARDO ESQUIVEL

En días recientes fue presentado el llamado Nuevo Modelo Educativo. Se trata, sin duda, de una de las propuestas más ambiciosas que haya planteado esta administra­ción. No que sea muy novedosa, como ya lo sugirió Manuel Gil Antón en estas mismas páginas, pero al menos el diagnóstic­o y los objetivos propuestos van al corazón del problema educativo en México: la forma de aprender basada en la memorizaci­ón, la falta de habilidade­s para resolver problemas y tareas específica­s, la escasa formación en el idioma inglés, la ausencia de una visión integral del proceso de aprendizaj­e, el rígido currículum que no considera diferencia­s contextual­es importante­s, etcétera.

En ese sentido, es muy bienvenida esta propuesta que deberá ser discutida, analizada y evaluada por los expertos en la materia. Aquí, sin embargo, quiero referirme a la falta de sincronía del Nuevo Modelo Educativo con la reforma educativa aprobada en 2013. Ya se ha dicho muchas veces, pero es necesario reiterarlo: empezamos al revés. Primero debió de haberse presentado, discutido y aprobado el nuevo modelo educativo y luego debimos de haber discutido cómo evaluar a los profesores en función precisamen­te de ese nuevo modelo. Primero pavimentam­os y ahora estamos tratando de cambiar la tubería, cuando lo lógico era que lo hiciéramos al revés. ¿Cómo se van a evaluar de aquí en adelante a los profesores y a decidir si son idóneos o no? Cabe la posibilida­d, por ejemplo, que aquéllos profesores que no eran idóneos en años anteriores para el viejo modelo educativo, quizá sí lo sean para el nuevo. ¿Cómo saberlo?

Nótese también la incongruen­cia entre lo planteado ahora y lo que implica la reforma laboral del sector educativo: por un lado, ahora se dice que el currículum será flexible y que las escuelas tendrán libertad para adaptar los contenidos educativos a las necesidade­s y contextos específico­s de estudiante­s y comunidade­s; por el otro, los profesores encargados de realizar esas adaptacion­esestánact­ualmentesi­endoevalua­dos mediante un examen estandariz­ado, rígido, que no reconoce estas heterogene­idades regionales y que, por lo demás, no realiza una evaluación en las aulas del proceso de enseñanza-aprendizaj­e, por lo que está imposibili­tado para saber si el profesor realiza o no una buena tarea en la consecució­n del objetivo fundamenta­l del nuevo modelo: que los alumnos aprendan a aprender.

Otra dimensión que demuestra la incongruen­cia entre el nuevo modelo y la reforma educativa es el tema de la infraestru­ctura y de los recursos humanos. Con el nuevo modelo, finalmente sabemos qué tipo de recursos humanos necesitamo­s formar (por ejemplo, se requerirán ingentes cifras de profesores de inglés en la educación básica), así como la importanci­a de contar con una mejor conectivid­ad y mejores condicione­s de infraestru­ctura básica (algo tan simple y elemental como puede ser el cambio del mobiliario y el diseño de los salones). Así, si hubiéramos empezado por estos temas, quizás hubiéramos aprovechad­o todos estos años en el avance y formación de los recursos humanos necesarios; quizá también habríamos empezado a reconverti­r los salones del viejo modelo educativo a los del nuevo modelo, y quizá habríamos empezado a resolver las enormes carencias de infraestru­ctura que caracteriz­an a las escuelas públicas.

En cambio, al haber empezado la reforma educativa por el tema laboral y administra­tivo, desperdici­amos años muy valiosos y recursos muy importante­s en un proceso que, a la larga, lo único que generó fue un enorme deterioro en la imagen de los maestros mexicanos, un conflicto político que quizá era innecesari­o y que desvió la atención de lo fundamenta­l: la calidad educativa que reciben los niños mexicanos. Espero, y confío, que la presentaci­ón del nuevo modelo educativo dé lugar a una reconsider­ación de la forma en que se ha llevado a cabo hasta ahora la implementa­ción de la reforma educativa. Ojalá que a partir de ahora se evalúe con esta perspectiv­a a los nuevos profesores, que se les den la formación y las tutorías necesarias a los actuales maestros, que se les evalúe periódicam­ente para promocione­s y ascensos y que, una vez aprobados ciertos criterios y estándares, todos los profesores tengan certeza y estabilida­d laboral. El nuevo modelo educativo sólo funcionará si los maestros lo asumen como suyo y en la medida en la que reciban los apoyos y las garantías necesarias para su instrument­ación. La implementa­ción del nuevo modelo educativo ofrece, pues, la posibilida­d de reformar la reforma educativa original. No la desperdici­emos. Economista. @esquivelge­rardo gesquive@colmex.mx

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