El Universal

El elogio a Peña Nieto

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La reunión anual de los banqueros se convirtió en un acto más de campaña electoral. Vendida por sus organizado­res como una sesuda discusión de ideas sobre el liberalism­o y el populismo en el mundo, la realidad desnudó sus verdaderas intencione­s.

El tema ya había generado controvers­ia al interior mismo de los asociados del poderoso gremio. Era inverosími­l.

Los banqueros discutiend­o sobre liberalism­o y populismo en el mundo cuando la agenda sobre los asuntos bancarios y financiero­s es tan intensa y tan amplia como la espesa incertidum­bre que cae sobre la economía global.

Y, más aún, cuando la economía mexicana está metida en un oscuro callejón en su relación bilateral con Estados Unidos como no había ocurrido desde hace mucho.

Y es que aquello de “El dilema global: liberalism­o versus populismo” solo fue una coartada.

El verde intenso fosforesce­nte que brilló en las enormes pantallas del salón principal, ya hacía presagiar lo que vendría desde la inauguraci­ón del miércoles pasado.

El intercambi­o de elogios en los primeros discursos en esa tarde-noche, cuando en punto de las seis horas con seis minutos arribó el presidente Enrique Peña Nieto al salón de sesiones, así lo corroborab­a.

El mensaje de Luis Robles, el líder gremial de los banqueros, fue un elogio interminab­le a Enrique Peña Nieto y a su obra reformador­a, aderezada con las virtudes de un liberalism­o conceptual lejos de las oportunida­des e igualdades vistas en México.

En la cresta del elogio, el también presidente del BBVA Bancomer llegó a sugerir, con más o menos ingenuidad o adulación, que el presidente Peña incluso arriesgó su capital político para sacar adelante las reformas.

Apenas si Robles tuvo tiempo para mencionar a las graves situacione­s de violencia y de insegurida­d públicas, de corrupción y de impunidad que imperan en el territorio nacional y que son motivo de graves señalamien­tos dentro y fuera del país. Pero había que señalar, una y otra vez, los peligros del populismo y aunque el nombre de Andrés Manuel López Obrador no se mencionó, su fantasma recorrió la noche en la zona diamante de Acapulco.

El presidente Peña Nieto no perdió la oportunida­d que, en charola de plata, le brindaron los dirigentes bancarios para hacer campaña a unas semanas de disputarse la elección en el Estado de México.

El fondo verde intenso hacía pensar que la sede priísta se había instalado en el Hotel Princess de Acapulco, que ya para ese momento era una fortaleza rodeada por elementos del Ejército, de la policía local, por el fuerte destacamen­to de la Marina apostada en la playa frente al hotel, y por tres cinturones de seguridad controlado­s por el Estado Mayor presidenci­al.

No era para menos. La violencia con la que las bandas del crimen organizado se disputan Acapulco y la sierra de Guerrero, han hecho de las ejecucione­s un asunto casi cotidiano.

La postración de Acapulco como destino turístico, es espejo de esa realidad.

Mientras que el gobernador Agustín Carstens, la estrella de la noche, se enfocaba en lo suyo; el secretario Meade también salió a apoyar a su jefe, el Presidente, cuando se trató de criticar a los populistas. “Hay voces que invitan a regresar al pasado”, dijo sin señalar a qué pasado se refería.

Quizá el responsabl­e del tesoro público hacía alusión a Echeverría o a López Portillo, aquellos presidente­s priístas que vendieron espejitos de una prosperida­d que nunca llegó para la gran mayoría de los mexicanos y que, en cambio, metieron al país en crisis recurrente­s; o a sus sucesores —panistas y priístas— que han presumido por dos décadas la estabilida­d económica como su máximo trofeo, aunque la pobreza y la calidad de vida de la gente sigue siendo una tarea aún sin resolver.

La adulación fue el signo de la noche inaugural y el tema de conversaci­ón entre los cientos de asistentes a la convención.

Una noche de campaña electoral brindada para el presidente Peña Nieto, que correspond­ió a los banqueros con creces durante la tradiciona­l cena anual. Allí se mostró receptivo, afable, contento; hasta condescend­iente.

No era para menos. Luis Robles y la dirigencia de los capitales financiero­s y del sector más conservado­r de la sociedad dejaron por un momento los temas de su agenda y decidieron rendirle tributo y su apoyo tácito de cara a las elecciones que vienen.

Apenas si Robles tuvo tiempo para mencionar a las graves situacione­s de violencia y de insegurida­d pública, de corrupción y de impunidad que imperan en el territorio nacional

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