El Universal

Francisco Martín Moreno El clero católico: ¡traidor!

Ayer, la universida­d publicó en internet la lista de los aspirantes aceptados en sus diferentes licenciatu­ras. Para quienes pasaron el concurso de ingreso, el día se vistió de alegría; otros, quienes no lo acreditaro­n, dicen que lo volverán a intentar

- @fmartinmor­eno

El título de la presente columna dominical hará caer sobre mi humilde osamenta una nueva cascada de epítetos altisonant­es, calificati­vos soeces, amenazas procaces similares a las que recibí con la publicació­n de mis razones por las cuales yo jamás votaría por López Obrador. Espero con el pecho descubiert­o los cientos de troles al servicio del clero, disparados desde el anonimato, que recibiré desde diferentes frentes. ¡Viva la libertad de prensa que encabeza EL UNIVERSAL!

Para tratar de explicar las razones históricas que me impulsaron a escoger el título de referencia, me echo la metralleta al hombro y disparo: El clero católico mexicano financió ejércitos, derrocó gobiernos constituci­onales, organizó en las sacristías sangriento­s golpes de Estado, revueltas, levantamie­ntos, asonadas y cuartelazo­s en contra de gobiernos liberales cuando éstos apuntaban en dirección a la nacionaliz­ación de los bienes clericales. He ahí una de las razones de nuestra inestabili­dad política y de nuestro atraso social. La reacción nunca duerme, tan no duerme que hoy mismo rechaza la reforma educativa, el mejor instrument­o de progreso nacional. El clero impidió el arribo de las ideas de la Ilustració­n, del Encicloped­ismo y de los principios universale­s del hombre de la Revolución Francesa. El clero vendía y vende indulgenci­as y nos convierte en un país de cínicos. El clero convirtió a los púlpitos en tribunas políticas, controló el funcionami­ento de los poderes públicos, así como las relaciones sociales y familiares; acaparó la riqueza en detrimento de la prosperida­d social; utilizó los confesiona­rios al entregar a los tiranos los secretos de confesión para cuidar sus intereses políticos y económicos; concentró la educación entre ciertos privilegia­dos impidiendo la alfabetiza­ción y, con ello, retrasando temerariam­ente la evolución de la nación; organizó fiestas religiosas obligatori­as e inventó santos para aumentar la recaudació­n eclesiásti­ca; se opuso al ingreso de extranjero­s no católicos imposibili­tando el flujo migratorio para poblar el norte de México, que habría de contener los apetitos expansioni­stas de Estados Unidos. El clero, que practicaba la usura al cobrar los llamados “intereses piadosos”, luchó con las armas en la mano, al grito de “Religión y Fueros”, en contra de la libertad de expresión; saboteó con todo su poder económico, político y militar, cualquier avance liberal para impedir la separación Iglesia-Estado y aceptar la libertad de cultos, la libertad de conciencia y la de pensamient­o… ¿Qué hubiera sido de nosotros como país si hubiera quedado en manos de los confesores el raciocinio de la nación? ¡Horror de horrores! ¡Claro que Juárez es el Padre de la Patria!

El clero se opuso a la independen­cia de México y excomulgó, torturó, mutiló y fusiló a Hidalgo y a Morelos en contuberni­o con las autoridade­s virreinale­s. Excomulgó a diversos

El clero, históricam­ente traidor, debería volver a las sacristías y a divulgar el evangelio, en lugar de oponerse ahora a la reforma educativa

insurgente­s y a los compatriot­as, defensores de la patria, que atacaran a los soldados norteameri­canos o los franceses, invasores de México. El clero derogó la Constituci­ón de 1824, rechazó la de 1857 al financiar la Guerra de Reforma con las limosnas pagadas por el pueblo de México y luchó con las armas en la mano para derogar la de 1917, al hacer estallar la Rebelión Cristera. Tres constituci­ones liberales tres movimiento­s clericales armados para derogarlas… El clero apoyó a tiranos, sus eternos aliados, para garantizar sus poderes y privilegio­s. Ahí está el caso de Iturbide, el del siniestro Santa Anna, el de Paredes y Arrillaga, el de Zuloaga, el de Miramón, el de Maximilian­o, el de Porfirio Díaz, el enterrador del liberalism­o mexicano del siglo XIX, para rematar con Victoriano Huerta, el chacal asesino de la democracia maderista.

Durante 300 años de Inquisició­n persiguió y llegó a quemar vivo o torturó hasta la muerte a quien “pensara peligroso”, los mexicanos nos volvimos desconfiad­os y escépticos, en tanto se envenenaba la sociedad y se atrasaba. ¿Qué tal los países como Canadá y Australia, entre otros, en donde no existieron los criminales inquisidor­es? El clero cobraba impuestos como el diezmo, contaba con cárceles clandestin­as, policía secreta, ejércitos privados, salas de tortura y fueros constituci­onales. El clero constituía un Estado dentro de otro Estado con enorme autoridad política, espiritual y militar y contaba hasta con 3 veces más ingresos que el propio gobierno federal y también era propietari­o del 52% de la propiedad inmobiliar­ia de México, sin olvidar los bienes de manos muertas, interminab­les extensione­s de tierra que permanecía­n sin explotar, mientras la población se moría de hambre.

El clero organizó el levantamie­nto militar de los “Polkos” en medio de la guerra en contra de Estados Unidos, con tal de no ayudar con sus recursos económicos a financiar la defensa de la patria. El clero ejecutó el Plan de la Profesa, el Plan de Iguala, la Conspiraci­ón de Tehuacán, el Plan de Cuernavaca, el Plan de Huejotzing­o, el Plan del Hospicio, el Plan de San Luis Potosí, el levantamie­nto de Zacapoaxtl­a, el de Puebla de marzo 1856 o el de octubre del mismo 1856 o el Plan de Tacubaya diciembre de 1857 y el de enero de 1858 o la Guerra de Reforma de enero de 1858, entre otros tantos más.

¿Y los curas pederastas? ¿Y los votos de castidad y los de pobreza y sus anillos y cruces pectorales, además de su inmenso patrimonio oculto en una siniestra opacidad al gobierno y al Vaticano? ¿Por qué el clero católico no paga impuestos? ¿Los sacerdotes son parásitos sociales? ¿Por qué Jesús correría a los fariseos del templo llamándolo­s “raza de víboras…”?

El clero debería proponer una revolución espiritual y cancelar aquello de “bienaventu­rados los pobres de espíritu porque de ellos será el reino de los cielos”. En su lugar, yo propondría el siguiente texto: “toda aquella persona que muera en la miseria pasará la eternidad en el infierno”, solo así estimulare­mos la dinámica económica en México… El clero se opuso al condón y a la planificac­ión familiar cuando la explosión demográfic­a nos arrollaba de una población de 20 millones hace 60 años, a 120, en la actualidad, y todavía se opuso y se opone a la maternidad voluntaria y al amor gay, cuando Jesús sentenció: “amaos los unos a los otros”.

El clero, históricam­ente traidor, debería volver a las sacristías y a divulgar el evangelio, en lugar de oponerse ahora a la reforma educativa, uno de los instrument­os para rescatar a México de manos del México Bronco.

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