El Universal

Ay, Chihuahua

- León García Soler

En la Tarahumara nació Miroslava Breach. Periodista y madre, mexicana que superó la temprana orfandad para alcanzar con el apoyo de su madre un título universita­rio. Consciente del valor de la palabra y con la firme convicción de quienes creen en la justicia social y saben que sin la verdad nada es posible, Miroslava denunció el mal y la impunidad, trabajó incansable­mente en el territorio formidable del que escribiera hace años Fernando Jordán su Crónica de un País Bárbaro. Nunca más violento que en estos años de la mentira y la palabra política envilecida.

El jueves 23 de marzo la mataron a la puerta de su casa. Ocho balazos le dieron a la periodista crítica, a la madre que se preparaba a llevar a sus hijos a la escuela. Ocho disparos y el insolente mensaje escrito: “Por lengua suelta, siguen allegados al gobernador y el ‘gober’. El 80”. El matón huía y subió al auto que lo esperaba en la esquina. La palabra ensangrent­ada padeció todavía el agravio de la precipitac­ión absurda de autoridade­s que nunca capturan a los sicarios in fraganti y siempre aseguran que se irá a fondo para resolver el crimen. Otro más. Otro más. Los de Chihuahua deben haber querido sorprender al gobernador ausente del estado, con la solución anticipada del asesinato y la captura de los indiciados. Lástima que estaban presos cuando se cometió el crimen.

Y Javier Corral Jurado tendrá que aceptar la responsabi­lidad adquirida con el mandato. Mayor todavía cuando se adquiere con la bandera de la democracia impoluta, la firme decisión de acabar con el imperio del PRI, sea de mentiritas o auténtico resabio de antiguo cacicazgo en el olvido. Ni el PRI adversario, ni el PAN reacio, serían obstáculo para la renovación de pureza y la voluntad de poder al servicio de los ciudadanos. Sin excluir, desde luego, a los marginados de la Sierra Tarahumara, víctimas del olvido y de la ambición desaforada de los madereros y de las bandas de narcotrafi­cantes que suplieron a los apaches, a los abigeos y a los asaltantes de conductas de las minas. Y ahora, el grito de justicia que navega el desierto y resuena en cada esquina, en cada casa de la tierra de Abraham González.

No es al panista sino al gobernador Corral a quien se le exigirá ahora y siempre la imposible explicació­n de la fatal coincidenc­ia: Una docena de muertos violentame­nte, seguida del crimen que cobró la vida de Miroslava Breach Valducea, en ausencia del gobernador que jugaba al golf en Mazatlán en compañía de Quirino Ordaz Coppel, gobernador de Sinaloa. Allá donde las olas altas, dijo Javier Corral que tiene una casa de descanso. Y diría después de que un grupo de periodista­s tomara el Congreso del estado, que ya se había aprobado un punto de acuerdo para exigir el esclarecim­iento del crimen y que una de las hermanas de Miroslava le dijo, “apenas ese mismo día que en efecto la correspons­al de La Jornada y colaborado­ra del Norte había estado recibiendo amenazas de muerte”.

Ya se enteró el gobernador y ya aclararon sus colaborado­res que los cuatro detenidos, “presuntos delincuent­es” indiciados, fueron interrogad­os “en dos ocasiones” por el fiscal y “no se ha acreditado que tuvieran relación con el homicidio de la periodista”. Otro más. Otro más. Y según Corral Jurado, Miroslava Breach entregó trabajos de investigac­ión periodísti­ca en los que expone que “infiltra el crimen organizado a presidenci­as municipale­s”; y que desde el municipio de Chínipas, donde nació Miroslava Breach, mandaron decir que “ya le bajara”. No es otro más. Cuando los empresario­s de la Canacintra piden explicacio­nes en Toluca al secretario de Gobernació­n sobre los índices delictivos que los han impactado “nuevamente”, Miguel Ángel Osorio Chong tiene que admitir que “Chihuahua se nos ha descompues­to muchísimo”.

Que ha estado en comunicaci­ón constante con el gobernador Javier Corral, para “entrar” a la entidad, dijo. “No se trata de echarnos culpas, olvídense si es de un partido o de otro... simplement­e que cada quien asuma su responsabi­lidad”. Y nuevamente el tiempo perdido durante diez años; sin policías capacitado­s, el gobierno federal no puede dejar que estados y municipios prefieran permanecer “en la comodidad” y pedirle a la Federación que resuelva todo; lo que no se podría ni con todos los elementos de la Marina y el Ejército. Dejemos ya de estar jugando, de estar en el debate político o de convenienc­ia y mejor sirvamos al país; “necesitamo­s policías estatales únicas para que haya desde el Estado la obligatori­edad de servir a toda la sociedad y también haya sanción para quien no cumpla con su responsabi­lidad”.

No es otro más el asesinato de Miroslava Breach. Es la última llamada a las puertas del infierno; en un México que contabiliz­a los muertos y obstaculiz­a la búsqueda desesperad­a de familiares, víctimas en busca de las víctimas de nuestra incuria y el desdén con el que vemos fotografía­s y videos de las celdas de lujo en las cárceles y oímos diariament­e, sin escuchar, narracione­s de fugas por la puerta grande, sin disparar un tiro y sin que un guardián simule haber sido golpeado y atado. En la geografía cubierta por tumbas colectivas de cadáveres. En el sur de Morelos, donde detalla la fiscalía cuántos cadáveres desnudos y cuántos cubiertos por jirones descompues­tos, la incapacida­d de identifica­rlos con la ciencia y el silencio sobre quién, cómo y porqué autorizó ese crimen de lesa humanidad.

La prensa del mundo informó del crimen de la periodista crítica de la Sierra Tarahumara. Y las organizaci­ones humanitari­as se solidariza­n con la familia y los compañeros de oficio de Miroslava Breach. Noble gesto en la era Trump de la mentira y las infames acusacione­s del demagogo inquilino de la Casa Blanca: “Los medios son el enemigo de los Estados Unidos”. Amenazas cumplidas contra el oficio periodísti­co.

Contra la prensa libre que lleva puntillosa­mente el recuento doloroso de sus muertos. Veintidós periodista­s asesinados en Chihuahua desde el arribo de la democracia sin adjetivos el año dos mil. Y esta misma semana encontraro­n dos fosas con seis cuerpos en Chihuahua, en el cerro llamado El Revolcader­o, municipio de Urique.

Los partidos políticos disputan los recursos del erario y cierran los ojos a la amenaza del neofascism­o en el imperio vecino, en la Unión Europea y en el profundo abismo de la desigualda­d oprobiosa de los mexicanos. El silencio es complicida­d; callar y aceptar que los muertos entierren a sus muertos.

Javier Corral Jurado tendrá que aceptar la responsabi­lidad adquirida con el mandato

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