El Universal

Política antidrogas con perspectiv­a de género

- WERNER SIPP

Nunca olvidaré la visita al servicio de atención ambulatori­a para mujeres en el Hospital Pereira Rossell en Montevideo, Uruguay, en 2015. Participé en una sesión de terapia de grupo con algunas mujeres drogodepen­dientes. Muchas hablaron sobre cómo su dependenci­a a las drogas les había alejado de sus familias y comunidade­s; algunas habían estado viviendo en las calles. Allí conocí a Ana-Paula, de unos veinte años. Me conmovió su historia sobre cómo había buscado tratamient­o para su dependenci­a a la pasta de cocaína al descubrir que estaba embarazada. Se dio cuenta de que había perdido el control de su vida y no deseaba nada más que tener un bebé sano. Había logrado dejar de consumir pasta de cocaína, además de encontrar un lugar donde vivir en un centro de alojamient­o para mujeres, un trabajo, el dinero del cual confiaba a una amiga para que lo resguardar­a, debido a que temía ser tentada en usarlo para comprar cocaína.

Desafortun­adamente, a diferencia de Ana-Paula, muchas mujeres no tienen la oportunida­d de acceder a tratamient­o y albergue, o se les impide hacerlo. En todo el mundo, las mujeres drogodepen­dientes son marginadas por sus comunidade­s y quedan sin apoyo. A pesar de que un tercio de las personas consumidor­as de drogas en el mundo son mujeres y niñas, sólo representa­n una de cada cinco personas que se benefician de tratamient­o. Por esta razón, el Informe Anual de la Junta Internacio­nal de Fiscalizac­ión de Estupefaci­entes de 2016 hace hincapié en la necesidad de que las políticas y programas sobre drogas tengan en cuenta a las mujeres.

Para que las políticas sobre drogas sean verdaderam­ente efectivas, los gobiernos deben tener en cuenta las necesidade­s específica­s de las mujeres drogodepen­dientes para asegurar que sus derechos y los de sus familias estén protegidos. Desafortun­adamente, muchas políticas y programas relacionad­os con las drogas en todo el mundo siguen quedándose cortos en este sentido.

Nuestro informe muestra que las reclusas y las trabajador­as sexuales están especialme­nte expuestas al riesgo de consumir drogas.

En los últimos 15 años, hemos visto un aumento importante en el número de mujeres detenidas por delitos relacionad­os con las drogas y, una vez encarcelad­as, las mujeres son mucho más propensas a convertirs­e en consumidor­as de drogas, en comparació­n con los hombres. Cuando las mujeres son encarcelad­as, la vida familiar es a menudo fuertement­e alterada.

Existe un fuerte vínculo entre el trabajo sexual y el consumo de drogas. Las mujeres pueden recurrir al trabajo sexual como medio para financiar un estilo de vida dependient­e de las drogas, mientras que las trabajador­as sexuales pueden usar drogas para sobrelleva­r las demandas y la naturaleza de su trabajo. Muchas trabajador­as sexuales de muchas partes del mundo son privadas de acceder a tratamient­o debido al estigma, a prejuicios y a la incomodida­d que sienten las mismas mujeres en los centros de tratamient­o predominan­temente atendidos por hombres.

En materia de drogas, no son suficiente­s las políticas únicas e iguales para todas las circunstan­cias. Necesitamo­s políticas mejor informadas, una asignación más eficiente de recursos que se precisan con urgencia y programas de prevención dirigidos específica­mente a las mujeres embarazada­s, los trabajador­es sexuales, las personas que viven con VIH/Sida y las reclusas. Todo esto es esencial si queremos proteger y mejorar la salud y el bienestar de las mujeres y acercarnos a una solución al problema mundial de las drogas. Espero que esto, en última instancia, dé a más mujeres como Ana-Paula la oportunida­d de retomar el control de sus vidas y proporcion­e un futuro más promisorio para ellas y sus familias. Presidente de la Junta Internacio­nal de Fiscalizac­ión de Estupefaci­entes-ONU

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico