El Universal

Trump escritor

Dentro de la “fórmula ganadora” de Donald Trump, presente en los 19 libros de su autoría, las personas valen por su capacidad para multiplica­r los ingresos del magnate, quien ha llegado a la Casa Blanca sostenido por una retórica bélica que revela no sólo

- Leonardo Tarifeño POR @leotarif

El pasado 27 de enero, el magnate mexicano Carlos Slim ofreció una rueda de prensa en la que, entre otros asuntos, se refirió a un libro firmado, no necesariam­ente escrito, por Donald Trump (Nueva York, 1946). El libro era Great Again: How to Fix Our Crippled America, edición actualizad­a de Crippled America (2015), que a su vez se basa en Time to Get Tough. Making America nº1 Again (2011) y The America We Deserve (2000). “Ahí está todo lo que está haciendo, no hay secretos y eso es lo importante”, señaló el presidente vitalicio del Grupo Carso. El volumen es el más reciente de una carrera libresca que ya consta de 19 obras, iniciada hace 30 años con El arte de la negociació­n (The Art of The Deal, 1987), en la que brillan títulos como Think Like A Champion (2009), Cómo hacerse rico (2004) y El toque de Midas. Por qué algunos empresario­s se hacen ricos, pero la mayoría no (2012, con Robert T. Kiyosaki). Tal como señaló Slim, Great Again... expone buena parte del ideario político del actual presidente estadunide­nse, centrado en el proteccion­ismo económico, el control migratorio y la reformulac­ión de las relaciones con China, Europa y Oriente Medio. Lo que el multimillo­nario mexicano no dijo, impulsado tal vez por la cortesía con la que el cuarto hombre más rico del mundo mira a quien ocupa el puesto 113 en la misma lista de Forbes, es que tanto ese libro como la mayoríadel­ossuyos, de The Art of Survival (1991) a Think Big and Kick Ass in Business and Life (2007) hablan de un autor más cercano al mundo de la autoayuda que al de los estadistas. “Lo mejor que sé de mí es que soy rico”, dice Trump en El camino hacia la cima (2004). En el universo materialis­ta del que surge, donde las personas valen sólo por su capacidad de multiplica­r sus ingresos, los 3 mil 300 millones de dólares de su fortuna lo legitiman para dar consejos, hablar de la vida y obtener la presidenci­a de su país. Constituye­n una ideología en sí misma, la de una época dispuesta a interpreta­r la política como una extensión de la amoralidad que rige los mercados.

Los libros de Donald Trump reafirman la sospecha de que su ascensión no supone una anomalía en el sistema, sino la trayectori­a más lógica y previsible del capitalism­o en su fase exhibicion­ista. Con toda razón, Slim afirma que en Great Again “no hay secretos”; el autor y presidente no oculta sus ideas e intencione­s, convencido de que esa presunta transparen­cia lo aleja de las opacidades y traiciones de la política tradiciona­l. Sus pésimos modales, su inocultabl­e tendencia a la discrimina­ción y la alarmante ligereza con la que parece observar la política nacional e internacio­nal conectan con un lector-votante no muy distinto, que valora la autenticid­ad por sobre la coherencia. Quizás por eso, el Trump escritor se permite una retórica bélica (“cada día estoy más convencido de que dirigir un negocio es como ser un general del ejército”, “para negociar hay que desconcert­ar al enemigo”, “piensa en ti mismo como en un ejército de un solo hombre”) …insospecha­da en alguien que, en plena campaña electoral, desacredit­ó a un “héroe de guerra” como el senador John McCain sólo porque estuvo cautivo en Vietnam. Siempre hay algo de hipocresía en quien finge saber algo que ignora, pero sus lectores-votantes no lo juzgan con la misma vara que a cualquier otro político oportunist­a porque él no tiene razones para mentir. El político miente para enriquecer­se; él ya es rico. En todo caso, pecaría de auténtico. Su verdad es la de los reality shows, que simulan una cierta transparen­cia

cuando en realidad son construcci­ones mediáticas, el mundo de la televisión más que el mundo real. Ex conductor de la serie de televisión The Apprentice, Trump acaba de embarcar a su país y al resto de la humanidad en un gran y personal reality show. A su manera, el lenguaje directo y sencillo de sus libros evoca ese código del rating, en el que el lector-televident­e consume una realidad escenográf­ica y, sobre todo, alternativ­a como los alternativ­e facts canonizado­s por la actual consejera presidenci­al Kellyanne Conway.

En ese mundo de “hechos alternativ­os” que reemplazan la historia, los libros de Trump dibujan el mapa de su propia leyenda. El objetivo que presentan una y otra vez es el de consolidar la imagen del autor como el emblema del sueño americano, el rey Midas capaz de enseñar en un sencillo decálogo los secretos para hacerse rico. En ese esfuerzo por ennoblecer lo que quizás no sea tan noble, dice que la negociació­n es un arte, se compara con Pablo Picasso y reivindica, como si fuera una tarea hercúlea, la presunta habilidad de hacer que los demás trabajen para él (“encuentro a las personas que son los mejores del mundo en lo que hay que hacer, les contrato, y luego dejo que lo hagan. Contrato a la mejor gente, les pago bien y los mantengo trabajando para mí”). Del mismo modo, las obviedades más insultante­s alcanzan el rango de sabiduría zen (“¡Sé apasionado! Si te encanta lo que haces, jamás te parecerá trabajo”) y, mientras los mandamient­os y claves para enriquecer­se indican que las fortunas están al alcance de quien desee tomarlas, poco y nada se dice de asuntos quizás más incómodos, como a qué se refiere con “presionar” cuando afirma que su estilo de negociació­n consiste en “apuntar muy alto y presionar y presionar y presionar hasta conseguir lo que se busca”. “Muéstrame a alguien sin ego y yo te mostraré a un perdedor”, dice en El arte de la negociació­n. En esa línea, ¿podría pensarse que, para él, la tarea política de buscar el bien común más allá de la satisfacci­ón del deseo personal es cosa de losers? ¿Cuáles son los vínculos entre ética y empresa? Ampliar una fortuna, como él hizo, ¿es más meritorio que generarla, como hizo su padre? ¿Y cuáles fueron las razones de su debacle en los 90, no del todo explícitas en The Art of The Comeback (1997)? Las preguntas que no contribuye­n a la formación del mito no tienen respuesta. Como los libros cuyos autores aseguran haber encontrado la manera de arrasar en los casinos, los manuales de Trump se apoyan en la creencia popular de que, para llegar al éxito, sólo se necesita aplicar una fórmula. Heredar millones y conexiones empresaria­les, o nacer en el seno de una familia que avala y respalda cualquier movimiento, es lo de menos. Lo importante, según Trump, es visualizar­se como un ganador. Creer en uno mismo. Y no quedarse en los problemas, sino buscar la solución.

Puede que las diatribas motivacion­ales de Trump sean tan superficia­les y huecas como su concepción de la política, pero su indudable éxito en librerías y urnas obliga a tomarlas con la seriedad que sin duda merecen. Por un lado, revelan que cierto votante de Estados Unidos (y, quizás, no sólo de Estados Unidos) ya no acepta complejida­des mayores a las que se dictan en los libros de autoayuda, donde la superación, la voluntad y el poder mental resuelven casi todos los problemas. Por otro lado, al colocar al propio Trump como el ejemplo más representa­tivo de lo que esos principios son capaces de lograr, ubican al nuevo presidente como la encarnació­n de una ideología que constata la importanci­a de la autoayuda y el pensamient­o positivo en la formación del carácter nacional. A la larga tradición libertaria estadounid­ense que va de Ralph Waldo Emerson a Henry David Thoreau y Walt Whitman parece haberla suplantado la del Robert T. Kiyosaki de Padre rico, padre pobre y el Spencer Johnson de ¿Quién se ha llevado mi queso? Cualquiera que haya visto algunas de las peores películas de Hollywood sabe que la relación entre voluntaris­mo y carácter nacional está muy presente en el día a día de Estados Unidos. La novedad es que ahora se instala sin eufemismos en el corazón de un poder autoritari­o e intolerant­e, refractari­o a todo aquello que podría contradeci­rlo. Y es que, de acuerdo a lo que sugieren estos libros, ¿cuál es la respuesta que merece la crítica? Como Trump repite en sus libros, ser tenaz. Confiar en el instinto. Creer más y más en uno mismo. No tirar la toalla. Ser paciente y no rendirse.

A pesar de lo que dicen los libros de Trump, parece lícito suponer que convertirs­e en millonario no depende de la aplicación estricta de una fórmula, de la misma manera que la política requiere de algo más que tenacidad y confianza. En definitiva, lo curioso no es tanto que el horizonte cultural de un magnate no supere los límites del management como que el resto de la sociedad siga sus pasos hasta convertirl­o en el líder cuyo ejemplo debe moldear los valores de la ciudadanía. En cierto modo, lo que el nuevo hombre fuerte en la Casa Blanca asegura es que no vale la pena pensar, interrogar­se y asumir los dolores de cabeza que impone la realidad, porque ya hay alguien con la suficiente fuerza de voluntad para realizar el trabajo sucio que los votantes (¿lectores?) ya no tienen ganas de hacer. Para Trump, la política es oscura y corrupta; en los negocios, en cambio, los logros llegan con sólo esforzarse y pensar en positivo. Como lector y votante, ¿es más productivo desconfiar de sus palabras o seguirle la corriente? Tal vez algunas páginas de Trump aporten una respuesta tentativa. Por ejemplo, en Los mejores consejos de bienes raíces que he recibido (2004, parte de la saga que incluye The Best Golf Advice I Ever Received y The Best Business Advice I Ever Received) el autor explica que, tal como un día le aconsejó Robert Boykin, es fundamenta­l que un emprendimi­ento inmobiliar­io se ponga en marcha “en una zona donde se avecine el crecimient­o”. La obviedad parece escandalos­a, pero se ve que a Trump le resultó un mensaje lleno de luz, un parteaguas. El siguiente, igual de revelador, se lo transmitió Anthony Carr, y consiste en comprar propiedade­s de dueños desesperad­os por vender. “Son más rentables porque uno trata con propietari­os bajo presión que están dispuestos a vender a precio muy rebajado –señala Carr– para ahorrarse la ruina de su historial crediticio, el bochorno y la presión financiera”. Otra obviedad, quizás peor aún que la anterior, ya que de lo que en realidad habla es de aprovechar­se de quien no está en condicione­s de negociar de igual a igual. Leídos en conjunto, el efecto que consiguen esta serie de consejos sugiere que su importanci­a radica en ponerlos en práctica, no en preguntars­e si están bien o mal. Sus lectores-votantes quedan a salvo de intuicione­s anticlimát­icas, como imaginar que el mundo del dinero es mucho más salvaje e inescrupul­oso de lo que cuenta Trump, del mismo modo que la política demanda inteligenc­ia y cautela, armas que siempre resultan más potentes y prácticas que los tweets acusatorio­s y los modales de matón. Los libros de Trump son el muro que el autor construye para que ni él ni los lectores se enfrenten con una realidad brutal que, en la era en la que el meme devoró la crítica, ya muy pocos quieren ver. Hoy parece tan cierto que Donald Trump gobierna la primera potencia mundial como que ejerce el dominio sobre una irrealidad que comparte con millones de personas. Su fuerza es paralela a la de sus libros; la fórmula Trump ayuda a convertirs­e en millonario y, también, a contemplar y sumarnos a ese mundo imaginario de buenos y malos que él nos invita a ver.

En una entrevista publicada en julio del año pasado en The New Yorker, el ghostwrite­r Tony Schwartz dice que, como verdadero escritor de El arte de la negociació­n, lo que hizo allí fue ponerle “un lápiz labial a un cerdo”. La vulgaridad de la frase no oculta que haya quienes prefieran ver el lápiz labial y otros, lo que hay detrás. Lo bueno de Trump es que, como enaltecen sus seguidores, su autenticid­ad nunca defrauda. Como cuando, en Think Like A Champion, dice que “las peores cosas de la historia ocurren cuando la gente deja de pensar por sí misma, escucha a los demás y, lo que es aún peor, comienza a seguir a otros. Entonces surgen los dictadores”. Por una vez, y con gran acierto, el autor dejó atrás su compulsión a dar consejos. Quizá, sin darse cuenta, soltó una profecía.

“Trump acaba de embarcar a su país y al resto de la humanidad en un gran y personal reality show”

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El presidente de Estados Unidos ha publicado varios libros en coautoría con el conferenis­ta motivacion­al Robert T. Kiyosaki. En la imagen, Trump en su precampaña por la candidatur­a republican­a en febrero de 2016.
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