El Universal

Campos de muerte

- Por ALFONSO ZÁRATE

La guerra entre bandas criminales y el clima de violencia en amplias regiones del país siguen arrojando cifras de horror. Hoy sabemos, por ejemplo, que además de exhibir a sus víctimas como “mensajes” a la autoridad o al bando enemigo, algunos grupos delincuenc­iales decidieron ocultarlas en fosas clandestin­as. El hallazgo más reciente es escalofria­nte: en Colinas de Santa Fe, Veracruz, se encontraro­n 253 cráneos, y el propio gobierno estatal reconoce la existencia de fosas clandestin­as en al menos 44 de los 212 municipios de la entidad.

Como ha ocurrido en otros lugares, en Veracruz fueron los propios familiares de las víctimas quienes emprendier­on la búsqueda. El silencio de los vecinos, que algo sabían o intuían, termina cuando quienes los interrogan no son autoridade­s, sino los deudos. Entonces sí dan señas, apuntan rumbos e, incluso, aportan croquis de los sitios donde, presumen, se enterraron cuerpos.

No hay manera de explicar la racionalid­ad criminal que lleva a asesinar a familias enteras, incluso a niños; a mutilar a sus víctimas o a secuestrar a un grupo de muchachos que salieron a festejar y, de regreso a casa, encontraro­n la muerte. Porque ya no se trata solamente del exterminio entre gruposanta­gónicos—loqueresul­taríaexpli­cable porque así, con brutalidad extrema, se disputan los territorio­s— sino de simples ciudadanos que, quizás, se resistiero­n a pagar extorsione­s o son asesinados por el mero gusto de sus victimario­s de sentirse con el poder de decidir sobre la vida o la muerte.

En Veracruz, como antes en Tamaulipas o en Guerrero, ciudadanos comunes han sido víctimas de bandas que actúan a la luz del día, con la connivenci­a de autoridade­s y el silencio cómplice de la comunidad. Pero la pesadilla no se agota en esos estados; se extiende por los estados de Morelos, México, Jalisco, Nuevo León, Sinaloa, Chihuahua, Coahuila…

El pasado 16 de marzo, un testigo anónimo registró el momento en que unos policías entregaban a un grupo criminal a ocho personas en Culiacán, Sinaloa. Cuatro policías, plenamente identifica­dos, fueron detenidos, pero muy pronto fueron liberados. Causa terror la manera en que el fiscal de Sinaloa, Juan José Ríos Estavillo, definió los tipos penales: delitos menores como abuso de autoridad, faltas en la prestación del servicio público…

¿Qué explica que una institució­n, el Ministerio Público, cuya razón de ser es servir y representa­r a la sociedad, evada tipificar esta acción como delito grave, por ejemplo, el de desaparici­ón forzada? Esta laxitud ha sido crucial para explicar el descrédito de los sistemas de procuració­n e impartició­n de justicia en nuestro país. ¡Qué barato le resulta a los policías pactar con las bandas criminales!

En los días recientes han sido asesinados varios periodista­s. Desde hace muchos años ejercer un periodismo crítico se ha convertido en riesgo mortal. El caso de Miroslava Breach, una periodista valiente que denunciaba la corrupción y los vínculos entre el poder político y el crimen organizado, sobrecoge y evoca el asesinato de Manuel Buendía el 30 de mayo de 1984. Las denuncias en su Red Privada —entonces, la columna más influyente de México— le ganaron las amenazas de traficante­s de armas, caciques pueblerino­s y grupos clandestin­os de la ultra derecha; sobrevivió a todas esas, pero no pudo escapar a la sentencia de muerte dictada por quienes decidieron interrumpi­r sus investigac­iones sobre los vínculos entre miembros de la Dirección Federal de Seguridad y el narcotráfi­co.

Se ha hecho muy poco, casi nada, para profesiona­lizar a las corporacio­nes policiales en los estados. Pero aun si se avanzara, serviría insuficien­te mientras la institució­n del Ministerio Público siga a la deriva y los fiscales continúen —por ignorancia, ineptitud o corrupción— armando averiguaci­ones previas deliberada­mente inconsiste­ntes. Tampoco avanzaremo­s mientras tantos jueces, como Anuar González Hemadi, el juez federal que amparó a Diego Cruz, uno de los porkys, sigan dictando resolucion­es aberrantes.

No hay manera de explicar la racionalid­ad criminal que lleva a asesinar a familias enteras, incluso a niños

Presidente de Grupo Consultor Interdisci­plinario. @alfonsozar­ate

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