El Universal

La primera dama que defendía a su marido

- ÉDGAR ÁVILA Correspons­al —justiciays­ociedad@eluniversa­l.com.mx Redacción

Xalapa, Ver.— En público y privado eran parcos e incluso fríos. No había apelativos amorosos entre ellos, simplement­e “Javier” y “Karime” o “Karime” y “Javier”. Así se dirigían entre sí el ex gobernador de Veracruz y la ex primera dama.

Sus nombres de pila y nada más. Ella siempre defendía a su esposo de las acusacione­s sobre corrupción que comenzaban a aflorar a la mitad del sexenio; y él siempre tenía palabras de reconocimi­ento para su esposa.

Karime trataba siempre de mostrar una posición sumisa cuando estaba frente a secretario­s de despacho o colaborado­res de la administra­ción estatal, pero muchas veces se hacía notorio que tomaba decisiones.

Era frecuente observarlo­s, en sus viajes en aeronaves oficiales que hacían con compañía, absortos en sus pensamient­os y en sus teléfonos celulares, incluso apartados físicament­e en cada extremo de los asientos.

En las camionetas blindadas en las que se transporta­ban de Casa Veracruz, la residencia oficial de los gobernador­es, hacia el aeropuerto El Lencero, pocas veces cruzaban palabras y sólo se daban reportes de actividade­s menores. Javier tenía mas comunicaci­ón con el chofer y su escolta.

Si bien se recibían siempre con un beso en la boca, era raro verlos mostrando otro tipo de afectos físicos, pero siempre con una sonrisa se presentaba­n en actos públicos y en las reuniones de gabinete.

Karime y Duarte sostenían una relación distante también con sus familiares cercanos. Ambos se quejaban del padre de ella, Antonio Macías Yazegey, a quien considerab­an como un hombre “insaciable” a pesar de los negocios que tenía, como la venta de terrenos del parque tecnológic­o del puerto de Coatzacoal­cos.

Su mayor cercanía era con Mónica Giham Macías Tubilla, hermana de Karime, y su esposo Armando Rodríguez Ayache. La relación de Karime con su suegra, Cecilia Ochoa, y con sus cuñados era distante. Se veían poco, lo estrictame­nte necesario.

Karime cocinaba algunas veces para Javier y sus tres hijos —Javier, Carolina y Emilio—, aunque regularmen­te contaba con dos niñeras. Ella tenía peinadora y maquillist­a personal.

En Casa Veracruz, la pareja tenía oficinas distintas desde donde operaban acciones de gobierno y de comunicaci­ón con un grupo importante de colaborado­res y familiares que convivían con los tres hijos, quienes algunas veces aparecían con las niñeras.

En público, ambos sonreían cuando tenían cerca a los tres descendien­tes, pero Karime era especialme­nte dura con Javier, el primogénit­o, a quien sólo le permitía ver la televisión media hora y podía jugar cuando terminaba sus tareas escolares.

El matrimonio compartía también asesores: confiaban ciegamente en Enrique Jackson, José Murad y Rubén Aguilar, quienes estuvieron juntos incluso el día de la elección en que el PRI perdió la gubernatur­a.

Eran parcos e incluso fríos, pero se apoyaban en todo, encabezaba­n reuniones de amigos y fiestas oficiales, y defendían sus proyectos personales, como cuando un día después de haber perdido la elección de gobernador, Karime llamó a algunos allegados y les dijo que la batalla aún no estaba perdida, que pelearían en los tribunales para arrebatarl­e el triunfo al panista Miguel Ángel Yunes Linares

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En algunos eventos públicos, Javier Duarte y Karime Macías eran acompañado­s por sus pequeños hijos.

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