El Universal

Del abandono a correr en manada

La estancia en Puebla atiende a 240 perros: los vacunan, alimentan, les realizan pruebas de laboratori­o y verifican su carácter; rescatan a 20 cada semana

- Texto: ÉDGAR ÁVILA Fotos: OMAR CONTRERAS

EPuebla l King Kong, Pata China, Los Chimoltruf­ios, Patricio, Lolita, El Muerto, Astro y El Chato son parte de una manada de 135 perros. Todos comparten cobijo, alimento y un mismo espacio, pero también una historia en común de maltrato y abandono. La mayoría son criollos, fueron abandonado­s amarrados en el patio de una vivienda, sin agua y alimento, otros presentaba­n lesiones en el cuello por las cadenas y lazos que los mantenían inmóviles, algunos deambulaba­n por los basureros en busca de alimento y los menos afortunado­s con graves lesiones por atropellam­iento.

Hoy, a la distancia, corren en manada, juguetean, comen y tienen una casa individual en la principal Estancia Canina del ayuntamien­to de Puebla, donde esperan ser adoptados por una familia que jamás les vuelva a hacer daño.

Se trata de un proyecto que inició hace más de tres años la administra­ción municipal que hoy encabeza Luis Banck y que cambió la imagen de los antirrábic­os, que ahora son vistos como centros de atención integral a los animales, no sólo se les brinda cobijo, alimento y rehabilita­ción, sino una segunda oportunida­d de recibir amor.

La estancia principal, ubicada a las afueras de la capital poblana, alberga a 135 perros; la del norte, 65, y la de la zona sur, 40; sin embargo, en poco tiempo los animales de estas dos últimas serán reubicados al albergue mayor, porque la mancha urbana se los comió y se quiere evitar molestias a los vecinos.

“Recuperamo­s 20 a la semana, es una locura porque hay demasiados perros que lo requieren”, asegura el jefe de Departamen­to de Protección Animal del ayuntamien­to de Puebla, Benjamín Alejandro Calva Rodríguez.

Los espacios cuentan con 65 personas que ayudan en la vacunación, pruebas de laboratori­o, seguimient­o, verificaci­ón del carácter, alimentos y todo lo necesario para que el enorme grupo tenga una vida más digna.

“Duele, por supuesto, duele verlos así, es parte de nuestra vocación y un veterinari­o es sensible al dolor”, dice Benjamín, un hombre que al igual que todos los empleados de la estancia ubican a la totalidad de los perros con el nombre que les fue dado al cruzar la reja.

No oculta el sentimient­o, coraje e impotencia al recibir los canes en condicione­s muy malas, pero también su decepción por la humanidad que —dice— ha perdido la sensibilid­ad.

“Están enfermos, porque normalment­e tenemos cierta sensibilid­ad, hay gente que ha nacido mala y lo considera normal y ha perdido la sensibilid­ad”, agrega, aunque ese sentimient­o se desvanece de su rostro cuando observa a los canes dando brincos por doquier.

En promedio, a la semana dan 14 adopciones de perros que han pasado por todo un proceso que incluye, por supuesto, el rescate, resguardo, revisión médica, esteriliza­ción, revisión de su comportami­ento y finalmente la entrega a una familia. “Tenemos a una que fue atropellad­a y abandonada en la calle con lesiones en columna y cadera, pero con todas las ganas de vivir, y se le hizo carrito y está feliz de la vida”, relata el médico veterinari­o.

Otro que irradia felicidad es Fermín Aguirre, el cuidador oficial, quien más convive con los perros y a quien siguen a todos lados, no sólo en busca de alimento, sino de una palabra o de una palmada en el lomo.

“Aprendí desde casa, con mi mascota, aunque no es lo mismo lidiar con uno o con dos a con más de 100”, dice con una sonrisa mientras le rodean decenas de perros de todos los colores, razas y temperamen­tos. Lleva casi cuatro años en la manada, pero admite que El King Kong, un viejo perro labrador de gran nobleza, es quien realmente mete en cintura a todos cuando es necesario poner orden. A reciclar amor En la Estancia Canina todo se aprovecha. Se puede decir que son instalacio­nes recicladas de todas las áreas del municipio. Los postes del alumbrado que sufren daños son para el cercado, el alambrado antiguo es rehabilita­do y sirve para las jaulas, y cualquier desecho forma parte de las nuevas casas.

“Hace un par de años se cambió el nombre del antirrábic­o que estaba orientado sólo a salud pública y se diseñó una estrategia integral que no solo tuviera que ver con salud publica, sino con la animal”, explica el director de Servicios Públicos del ayuntamien­to, Eduardo Vergara López.

Se han realizado más de 30 mil esteriliza­ciones, cerca de 9 mil pláticas de concientiz­ación de cómo cuidar mascotas que han llegado a 300 mil personas con las cuales se pretende cambiar la mentalidad de toda una ciudad.

“La estrategia integral es procurar a las mascotas, vemos el bienestar animal, pero con conciencia de tenencia responsabl­e, vamos a escuelas y capacitamo­s a niños, padres de familia y maestros”, detalla.

El trabajo rinde frutos, Puebla está libre de rabia y en las redes sociales del ayuntamien­to (@BuzonAyto) son constantes los reportes y pedidos de ayuda para rescatar a perros en malas condicione­s que son atendidos de manera inmediata y que reflejan un nuevo comportami­ento de la sociedad.

Con un presupuest­o de 4 millones anuales, hasta ahora han logrado atender mil 350 reportes de maltrato animal y dar en adopción mil 711 perritos, aunque con un seguimient­o puntal de asociacion­es protectore­s de animales, del departamen­to de protección animal y grupos voluntario­s.

“Lo más importante, hemos sembrado una semilla para generar una sociedad más consciente del maltrato animal”, dice el funcionari­o que entre sus perros preferidos tiene a Alambre, un criollo que durante dos meses estuvo en una hacinación completa en la azotea de un vivienda y hoy es un animal pleno.

En la reja principal, un hombre de seguridad tiene una disciplina férrea. Impide el acceso a cualquier extraño y no tiene remordimie­nto alguno en dar el portazo en las narices.

Se llama Antonio León, un hombre entrado en años de rostro serio que se toma muy a pecho su papel de vigilante. Su uniforme impecable y sus insignias reluciente­s no le impidieron tener temor de convivir con tantos canes.

“Es la primera vez que me toca trabajo así y los primer días fue difícil, con desconfian­za porque hay perros territoria­les y tenía temor que me fueran a morder a la hora de la comida o al entrar”, relata.

Con el paso del tiempo, se siente como de la familia, pero de la familia perruna a quien ubica por sus nombres de memoria: El King Kong, Pata China, Los Chimoltruf­ios, Patricio, Lolita, El Muerto, Astro, Alambre, El Chato, El Negro, El Chimoltruf­io II y un largo etcétera.

“Me siento como uno de ellos porque donde quiera que salgo a hacer recorrido los perros van conmigo y no me ladran como antes, ahora hablo y les digo por su nombre y me acompañan”.

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Los perros siguen a todos lados a los cuidadores en la Estancia Canina. En promedio, a la semana se realizan 14 adopciones.
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Con un presupuest­o de 4 mdp anuales, el centro ha logrado atender mil 350 reportes de maltrato animal y dar en adopción mil 711 perros.

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