El Universal

El riesgo de politizar la seguridad

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El Poder Legislativ­o, en un acto de gran insensibil­idad e irresponsa­bilidad política, está por congelar la discusión de la Ley de Seguridad Interior, tan urgente para que las Fuerzas Armadas cuenten con respaldo legal para su actuar en tareas de seguridad pública, y para que la sociedad posea plena certeza sobre las funciones asignadas a estas corporacio­nes, que en el contexto de la lucha contra el crimen organizado han sido repetidame­nte señaladas por violacione­s a derechos humanos.

Y, en vista de que el actual periodo ordinario concluye el próximo 30 de abril —sólo le quedan dos sesiones—, se antoja muy improbable una eventual aprobación a esta legislació­n.

Pareciera que a los legislador­es les interesan más las elecciones de este y el próximo año, que discutir y eventualme­nte avalar una ley que daría un marco normativo, necesario en el contexto de la incapacida­d de nuestras policías estatales y municipale­s, a los integrante­s del Ejército en tareas de seguridad. Permanecer como hasta ahora, dicen especialis­tas, conlleva múltiples riesgos para el país.

En consecuenc­ia, presumible­mente por criterios político-electorale­s, el Legislativ­o deja en la incertidum­bre a las Fuerzas Armadas, porque continuará­n sin mecanismos de control, temporalid­ad, objetivos y sobreexpue­stos; y asimismo a la sociedad, que irremediab­lemente, por el momento, seguirá dependiend­o de las labores de seguridad del Ejército, pero sin las garantías legales sobre las posibles implicacio­nes de dichas labores.

A pesar de que en las ultimas semanas las iniciativa­s en la materia presentada­s se han discutido mucho en medios, impera el desconocim­iento de sus contenidos, lo que en buena medida ha generado el rechazo de la sociedad y de diversas ONG’s, que acusan una militariza­ción del país. En este sentido, para muchos resulta favorable que se posponga la aprobación en el Congreso de una ley de seguridad interior, porque detectan más riesgos en las distintas iniciativa­s planteadas y, por ejemplo, en lugar de ver un retiro paulatino de las Fuerzas castrenses, consideran que se está posponiend­o el fortalecim­iento de las policías locales.

Lo que es un hecho es que, hoy por hoy, no podemos prescindir de la ayuda que brindan los militares desplegado­s en el territorio nacional. No obstante, es impensable continuar bajo las condicione­s actuales. El no saber cuántas fuerzas están en qué lugar, para qué y por cuánto tiempo coloca a la sociedad civil y a los propios militares en una posición de gran vulnerabil­idad.

Los gobiernos estatales, con apoyo de la Federación, deben comenzar a responsabi­lizarse realmente de la seguridad de sus territorio­s e instaurar policías eficaces y probas. Lo ideal es que, ajenos criterios políticos, en el menor tiempo posible cada militar hoy en las calles sea sustituido por un policía profesiona­l y honesto.

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