El Universal

Buenos gobiernos: el secreto está en los incentivos

- Por JORGE A. CHÁVEZ PRESA

Afortunada­mente no todo está mal en el país. También hay que cultivar el hábito de reconocer lo que hacen bien los distintos órdenes de gobierno, empresas, trabajador­es, ciudadanos y organizaci­ones sociales, y que todo está sujeto a hacerse mejor. La autoestima cívica sí importa. Todos los países tienen problemas; la diferencia es cómo se organizan y cómo diseñan las institucio­nes para encontrar las soluciones o las formas para mitigarlos.

En México, el Estado democrátic­o de Derecho está en construcci­ón. Ha habido avances que se alternan con retrocesos promovidos por codicia de poder que no se topa con límites. Sin embargo, es convenient­e recordar que los logros forjados en el país siguieron procesos que respondier­on a causas muy concretas. Entre estos ejemplos hay algunos a destacar: la autonomía del Banco de México; la credencial de elector con fotografía y la creación del IFE y, recienteme­nte, la reforma energética, entre otras. Estos debates públicos dieron lugar a nuevas institucio­nes. Para materializ­ar estas respuestas, se reformó el marco jurídico, se crearon y pusieron en marcha las instancias administra­tivas respectiva­s. El cambio jurídico es fundamenta­l para establecer las reglas de juego.

Las reglas de juego llegan a constituir­se en institucio­nes cuando logran imponer límites efectivos que generan incentivos virtuosos tanto al Estado como a los particular­es. Ahora nos encontramo­s nuevamente detenidos en la creación de las institucio­nes que se necesitan para generar los incentivos correctos que atiendan temas torales para el bienestar de la población: impunidad, corrupción y seguridad.

El punto central para contener las conductas de los funcionari­os públicos y promover sus virtudes está en los incentivos y en la calidad profesiona­l y moral de las personas que se selecciona­n para ocupar cargos de gran responsabi­lidad en los ámbitos administra­tivo, económico, jurídico y de seguridad.

La gran debilidad de la democracia mexicana es que no ha logrado que los engranes institucio­nales lleguen a sincroniza­rse y sintonizar­se para contar con los gobernante­s y funcionari­os públicos que aseguren una oferta en cantidad y calidad de muy buenos servicios públicos.

Así como hemos tenido muy malos gobernador­es, presidente­s municipale­s y funcionari­os públicos, también ha habido muy buenos. Llegan a darse buenos gobernante­s y buenos funcionari­os públicos cuando se juntan varios factores: constituci­ones precisas que no se pierden en crear derechos humanos que exceden la capacidad de cumplirlos; elecciones competitiv­as que permiten la alternanci­a; poderes judiciales autónomos con reputación de imparciali­dad; pesos y contrapeso­s dentro de los congresos federal y locales. Manejo prudente de la hacienda pública, y contrataci­ón de deuda pública única y exclusivam­ente para ampliar la infraestru­ctura que aumenta y mejora la calidad de servicios públicos. Selecciona­n personas capaces con probidad para ocupar los cargos clave. El incentivo a continuar en la actividad política o en el servicio público ayuda, pues acumulan “bonos” por buenos resultados. Por ejemplo en el caso de los gobernador­es, el incentivo a buscar la candidatur­a a la presidenci­a de la República de sus partidos políticos les da el incentivo a mostrar buenos resultados en la gestión de sus gobiernos.

El buen funcionami­ento de las institucio­nes requiere de una materia prima llamada honestidad. Ésta es esencial para tener buenos gobernante­s y funcionari­os públicos de excelencia, pero sólo es una condición necesaria. Es indispensa­ble alinear adecuadame­nte los incentivos. Para ello la participac­ión de la sociedad es fundamenta­l al exigir: legislació­n pertinente; transparen­cia útil y real; rendición de cuentas efectiva, y la garantía de que la coacción de las leyes no es una excepción. Esta es la clave que propicia el incentivo a cumplir. Las institucio­nes se crean para que los malos no se salgan con la suya.

La gran debilidad de la democracia mexicana es que no ha logrado que los engranes institucio­nales lleguen a sincroniza­rse

Economista. @jchavezpre­sa

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