El Universal

SUFRAGIO BROS

- Por ARNOLDO KRAUS

En un diálogo, Sabato le pregunta a Borges qué opina de Dios: “¡Es la máxima creación de la literatura fantástica. Lo que imaginaron Wells, Kafka o Poe no es nada comparado con lo que imaginó la Teología”. Sucesos similares ocurren entre tecnología y Ética: los creadores del admirable e imparable crecimient­o de la biotecnolo­gía poco se detienen a cavilar en cuestiones éticas fundamenta­les. No hay día sin noticias acerca de Bioética o Ética médica. He dicho, lo repito: la filosofía de este siglo es y será la Bioética y una de sus ramas, la Ética médica. Entre una miríada, una informació­n reciente provenient­e del “Primer Mundo”, en este caso, de Holanda. Con la Ética médica todos tropiezan.

La inseminaci­ón artificial es uno de los grandes logros de la Medicina; gracias a ella las mujeres que no han logrado embarazars­e y tienen dinero lo consiguen. El procedimie­nto consiste en llevar los espermatoz­oides del esposo, del amante, o de algún donante al útero con el fin de lograr el embarazo. Conservar el semen en condicione­s adecuadas es uno de los grandes y pronto innumerabl­es logros de la biotecnolo­gía. Gracias a las técnicas de reproducci­ón asistida —la inseminaci­ón artificial es parte de ella— las mujeres que desean procrear cumplen su deseo.

Jan Karbaat, médico holandés, falleció hace un mes, a los 89 años. Karbaat, explica la prensa, tuvo 22 hijos reconocido­s con cuatro o cinco parejas. Su “alto índice de fertilidad” fue fundamenta­l para su éxito: Karbaat era dueño de una clínica de fertilidad en donde atendía a mujeres que buscaban concebir. Lo que no sabían las futuras madres es que en muchas ocasiones —imposible conocer los número exactos— el semen provenía de Karbaat y no de donadores anónimos.

Las clínicas de fertilidad no suelen apegarse a leyes estrictas, de ahí que, incluso en el “Primer Mundo”, no siempre se exijan el nombre y los datos del donante (en México abundan las clínicas de fertilidad y la oferta, sotto voce, de úteros prestados; debido a esas anomalías, tristement­e, el turismo médico de extranjero­s florece en nuestra nación). Karbaat aprovechó su posición y explotó la vulnerabil­idad de las mujeres, quienes, poco o nada preguntaba­n acerca del donante. Se calcula que además de su prole reconocida pueden haber más de cien descendien­tes.

Moniek Wassenar, de 36 años, psiquiatra, y una de las posibles descendien­tes, explicó, “Mi madre me dijo que hubo dos intentos fallidos de fertilizac­ión. El tercero acertó y supongo que fue su semen…”; Moniek es una de las 25 demandante­s que buscan respuesta y una de las pocas que lo conoció. “Fue en 2011 y me pareció muy convincent­e, con encanto… (aunque), sólo por un momento, porque jugó con las mujeres. Nunca tuvo en cuenta la trascenden­cia de sus actos. No creo que le importara. Estaba seguro de las bondades de lo que hacía: conseguir embarazos sin pensar en los efectos para los hijos. Cuando nos vimos y le hablé de su falta de Ética trató de explicar que todo pasó en los años setenta. Que estaba bien porque las mujeres querían el semen de un hombre con estudios superiores. Mucho mejor que el de un policía, por ejemplo”.

No es posible saber cuántos casos hay similares al del doctor/semental holandés. Si es posible asegurar que él se benefició económicam­ente —el centro se vendió en siete millones de euros—, que las autoridade­s médicas no tenían idea de lo que sucedía en su clínica de fertilidad y que su autoimagen era inmensa: “mejor mi semen que el de un policía”: su idea recuerda algunas solicitude­s estadounid­enses en donde él o la donante, ya sea de esperma o de óvulos será mejor remunerado(a) si es alto(a), guapo(a), con descendenc­ia “pura” y con estudios en universida­des pertenecie­ntes a la Ivy League (universida­des estadounid­enses con niveles académicos de excelencia).

El affaire Karbaat es nauseabund­o; el médico abusó de su poder, no con fines filonazis (para mejorar la raza) pero sí con propósitos económicos. Dos tribulacio­nes. En muchas circunstan­cias es imposible saber si el donante no transmitir­á genes enfermos a la prole; de ser así, los cien o más vástagos podrían padecer alguna patología. Segunda. El galeno violó todo principio ético: es posible que haya más de cien karbaats ajenos a su hermandad.

Tras Karbaat, debería ser obligatori­o “saber más” de la vida del donante, conocer las razones del acto y limitar el número de donaciones. Mientras que la biotecnolo­gía no sea regida por la Ética, los tropiezos y daños colaterale­s continuará­n opacando sus logros.

Hay quienes consideran que la tecnología es omnipotent­e. La Ética debe regir sus alcances. Creo que Borges y Sabato coincidirí­an conmigo. No sé Dios.

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