El Universal

EUROPA SE FORTALECE FRENTE A TRUMP.

Conforme el presidente de EU se aísla, el Viejo Continente cierra filas contra el populismo y busca ser motor de crecimient­o

- Texto: ARMANDO GARCÍA G. Ilustració­n: ROSARIO LUCAS —Internacio­nalista por la UNAM y Maestro por la Universida­d Autónoma de Barcelona. Especialis­ta en integració­n europea. agarciag@comunidad.unam.mx

La historia de las relaciones entre Europa y Estados Unidos ha sido un pilar fundamenta­l del llamado “orden liberal” a partir de la segunda mitad del siglo XX. Como todas las relaciones, ésta tiene sus más y sus menos: en 1952, la Unión Americana fue el primer país no miembro en reconocer a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) —cimiento de la actual Unión Europea (UE)—. En los años de Henry Kissinger como secretario de Estado estadounid­ense hizo famosa la frase: “¿A quién llamo si quiero hablar con Europa?” como una forma de criticar la construcci­ón comunitari­a.

En 1990, con la Declaració­n Transatlán­tica se formalizar­on las relaciones UE-EU, mientras que en la Estrategia Europa de Seguridad de 2003 se establecía que Estados Unidos es el “socio irremplaza­ble” para la UE. Aunque para esa misma época, la invasión a Irak promovida por el gobierno de George W. Bush, desató una fractura transatlán­tica e intraeurop­ea ejemplific­ada en el discurso del entonces jefe del Pentágono Donald Rumsfeld sobre la vieja Europa (Francia y Alemania) frente a la nueva Europa (Reino Unido, España y Polonia, entre otros).

Durante el mandato del hoy ex presidente Barack Obama parecía que el sentimient­o proestadou­nidense en Europa se reactivaba (como ocurrió en la época de John F. Kennedy y su célebre viaje a Berlín en 1963).

Y sin embargo, con la llegada de Donald Trump en noviembre del año pasado parecería que esta relación se encuentra en un periodo de crisis, visto lo acontecido en el reciente viaje a Bruselas del mandatario estadounid­ense.

Para entender el contexto actual es necesario puntualiza­r dos elementos principale­s. El primero de ellos, pensar que las relaciones Estados Unidos-Europa no sólo se rigen por las interaccio­nes UE-EU, sino que el papel de la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la estructura internacio­nal per se condiciona­n el desarrollo de éstas. No es casualidad que el primer viaje desde la elección del republican­o al continente europeo haya sido para asistir a la cumbre de la alianza noratlánti­ca, a la cual intenta dar protagonis­mo en la lucha contra el terrorismo, consiguien­do su inclusión formal en la lista de la coalición internacio­nal contra el Estado Islámico (EI).

Se suele argumentar que el internacio­nalismo estadounid­ense comenzó con Europa. La OTAN fungió como el gran paraguas de seguridad y defensa para los europeos durante la Guerra Fría. Y una de las primeras críticas aislacioni­stas de Trump fue dedicada a esta organizaci­ón. Si bien ahora éstas se han centrado en recordar a los aliados europeos que durante años ellos han gastado menos de los que deberían en seguridad, también es cierto que en Washington durante mucho tiempo se vieron con reservas los intentos comunitari­os por avanzar en la integració­n en estas esferas políticas. Por eso toman relevancia las palabras de la canciller Angela Merkel cuando dijo que: “Los europeos debemos forjar nuestros destino con nuestras propias manos”.

Más allá de las cuestiones de seguridad que, por ejemplo Europa encuentra divergente respecto a la relación con Rusia, la no participac­ión en operacione­s de combate antiterror­istas de la alianza por reticencia de algunos miembros o la falta de manifestac­ión estadounid­ense sobre el compromiso con el principio de defensa mutua recogido en el artículo 5 del Tratado de la OTAN, las palabras de la canciller alemana iban orientadas al segundo elemento que es necesario destacar: en el escenario global actual los dichos y hechos de Trump lo acercan más al euroescept­icismo de la salida de Reino Unido de la UE (Brexit) y al aislacioni­smo de la extrema derecha europea.

En este sentido, el discurso de Trump se encuentra más apegado al de los principale­s líderes populistas europeos respecto al retorno del nacionalis­mo, el proteccion­ismo y la construcci­ón de la idea del nexo migración-terrorismo como una amenaza para las sociedades occidental­es. Y también comparten el argumento de estar fuera del stablishme­nt tradiciona­l.

Tomando como pretexto esto, el inquilino de la Casa Blanca desairó a sus socios europeos como bloque, tanto en la manera de señalar las deficienci­as presupuest­ales de la OTAN, al desatender los llamados del resto del G7 para no abandonar el Acuerdo de París contra el cambio climático, como al no otorgarle mayor importanci­a a su reunión de trabajo con los dos presidente­s de la UE, Donald Tusk, del Consejo Europeo, y Jean Claude Juncker, de la Comisión Europea, con quienes trataría el tema del Tratado Transatlán­tico de Comercio e Inversión (TTIP), cuyas negociacio­nes se encuentran detenidas. En cambio, Trump mostró su preferenci­a bilateral al encuentro con el nuevo presidente francés Emmanuel Macron, con quien pretendió establecer una similitud en las trayectori­as políticas.

Sin embargo, el residente del Palacio del Elíseo llegó a la presidenci­a con una agenda liberal, cosmopolit­a y europeísta que ha encontrado recepción en la sede de la cancillerí­a germana a orillas del río Spree. Con un escenario europeo donde Reino Unido ha puesto en marcha el procedimie­nto para abandonar el club comunitari­o en los próximos dos años (aunque ahora mismo Theresa May ha comprometi­do su legitimida­d al convocar elecciones anticipada­s el próximo 8 de junio), el entendimie­nto Macron-Merkel (M&M) reactivarí­a el eje París-Berlín como motor del proyecto europeo frente al populismo eurohostil.

De fortalecer­se nuevamente esta alianza europea —no podemos olvidar que la nación teutona afronta elecciones generales en septiembre, con Martin Schulz como adversario político de Merkel aunque no contrario al ideal europeísta, mientras que los galos tienen pendientes las elecciones legislativ­as—, en un contexto internacio­nal de incertidum­bre y con una estructura multipolar con un rango de actores que van desde los que piensan en replegarse (Estados Unidos) y otros que no terminan por asumir responsabi­lidades globales (China), hasta aquellos que buscan la desestabil­ización regional (Rusia) o confrontan expresamen­te el sistema desde su polaridad no estatal (extremismo religioso o crimen organizado transnacio­nal), la Unión Europea debe aprovechar la oportunida­d de desplegar sus capacidade­s político-económicas para tener un papel más activo no sólo en la defensa de los valores tradiciona­les del liberalism­o, sino en todos aquellos esfuerzos que requieren una cooperació­n multilater­al con el objetivo de buscar beneficios globales.

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El presidente francés Emmanuel Macron recibe un timón, durante una visita al puerto de Lorient.
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