Mexicanos en el espacio
Mil latinos trabajan en la NASA, según la FedScope, oficina de estadística sobre trabajo en EEUU. Rodolfo Neri Vela
Emmanuel Urquieta, de la CDMX, preparaba un café cuando sonó su celular con ese tono especial que escogió para los correos de la NASA. El asunto decía: “Anuncio de tripulaciones para la Misión 11”. Abrió el mensaje y lo leyó para sí. Le pasó el teléfono a su esposa Ashley y le pidió que corroborara que su nombre estaba allí, que sí era él uno de los cuatro elegidos de entre 600 personas para una misión de simulación al Planeta Rojo, Marte.
Tras el anuncio, la NASA lo invitó con los gastos pagados al Centro Espacial Lyndon B. Johnson en Houston, Texas. Se trasladó de Ohio, su hogar desde 2013, a la capital texana. Allí, en el Centro Espacial estaba la cápsula donde viviría con otros tres tripulantes estadounidenses durante 30 días.
La Misión HERA 11 (Human Exploration Research Analog) es un programa que se realiza desde 2014, en el que durante un mes se simulan misiones espaciales que pueden durar hasta 700 días. En el proceso de selección, la NASA elige personas con un perfil parecido a los astronautas que serían enviados al espacio en un futuro. A través de la misión analógica conocen cómo se desarrolla la comunicación y resolución de problemas.
En una semana le hicieron revisiones médicas, incluidos exámenes con cientos de preguntas. Meses después, comenzó su entrenamiento con instructores de astronautas. Su tarea como “especialista 2” era realizar las caminatas espaciales en nuevas superficies. En su caso fue una simulación sobre el asteroide 1620 Geographos. Las de los demás eran crear equipo con impresora 3D, probar nuevos alimentos espaciales y volar un simulador de vehículo de exploración.
Junto con sus colegas, el comandante Daniel Surber, la ingeniero de vuelo Tess Caswell, y el especialista de Misión 1 Kyle Foster diseñaron el parche de su misión, que estaría pegado en una de las paredes del Centro Espacial junto con las otros de las demás misiones.
Por fechas, notaron que su misión coincidiría con el aniversario 47 de la Misión Apollo 11, en la que Neil Armstrong dejó la primera huella humana en la Luna, por eso usaron la misma águila de la insignia y a su lado cuatro estrellas que representan a cada miembro de la tripulación.
En el día uno en la cápsula, Emmanuel fue despertado a las siete de la mañana por los acordes de la canción Fortunate Son, de Creedence. Abrió los ojos en su dormitorio “que parecía una casa de campaña muy chiquita”. Allí tenía recuerdos de su familia: fotos de Ashley y de Madeline, su hija de tres años; dos peluches y una cobija verde que compró con su esposa el día de su boda.
Los dormitorios estaban en el tercer y último piso de la cápsula; con el overol negro que tenía su nombre bordado a lado del corazón, bajó por las escaleras al espacio donde los tripulantes preparan su comida. Ese 11 de julio de 2016, desayunó huevos revueltos, cereal y café. Emmanuel asegura que el sabor de la comida deshidratada de los astronautas (una vez que se le inyecta agua, ya sea fría o caliente, dependiendo de las instrucciones) sabe igual que la preparada en casa.
Como los siguientes días, hizo dos horas de ejercicios de resistencia. Los astronautas, dice, se ejercitan porque en el espacio la microgravedad provoca que los músculos se atrofien y los huesos pierdan masa ósea. Por la tarde tuvo otra junta de planeación y en la noche cenaron todos los miembros de la misión juntos. Diario debían dormirse a las 11.
“Mi primer día fue como un sueño de un niño. Es increíble esa sensación de trabajar para la NASA”. En México, donde nació en 1984, Emmanuel tenía 30 aviones a escala en su cuarto. Su abuelo dedicó su carrera profesional a pilotar en las cabinas de Mexicana de Aviación. Nunca lo conoció, pero su legado provocó que su padre, Federico Urquieta, estudiara Ingeniería Aeronáutica.
Federico era el supervisor en el Departamento de Electrónica para Mexicana, escogía algunos fines de semana para llevar a Emmanuel al hangar: “Sería tal vez a los tres años la primera vez que mi padre me llevó. Recuerdo que estaba el DC 10, el avión más grande que tenía en ese entonces la empresa, mi papá me dejaba sentarme y tomarme fotos en la cabina. Me explicaba todo. Era impresionante y me preguntaba, ¿cómo algo tan grande puede volar?”.
Emmanuel dejó sus visitas al trabajo de su padre a los 18 años, pero antes estudió administración aeroportuaria en la Escuela de Aviación México. Una vez egresado del bachillerato, no supo qué hacer. “Mis papás siempre me apoyaron, siempre les estaré eternamente agradecido”. Quería ser piloto, astrónomo e ingeniero, hasta
es el único mexicano y el primer latinoamericano que la Agencia Espacial reclutó como astronauta. Orbitó la Tierra 109 veces en el transbordador espacial Atlantis.
es conocido como “el segundo mexicano en ir al espacio”. Fue rechazado 10 veces antes de ser aceptado para la misión STS-128.
es el primer médico de origen mexicano que fue aceptado para una misión análógica en la NASA.
José Hernández Emmanuel Urquieta 18 mil 600
solicitudes para ser astronautas recibió la Agencia Espacial en 2016, de las cuales sólo fueron escogidas 12. Durante dos años los seleccionados serán capacitados en la formación sobre naves, caminatas y trabajo en equipo en el espacio. que uno de sus tíos lo invitó a conocer a sus pacientes y en ese momento lo decidió: podía ser médico y después hacer una especialización en medicina aeroespacial en el extranjero.
Durante la licenciatura hizo un año de pasantía en Ohio, pero también se certificó en la Cruz Roja Mexicana y al egresar de la Universidad Anáhuac trabajó como uno de los paramédicos de los helicópteros de la CDMX. Durante un año tuvo en sus manos a los pacientes más heridos, “el recuerdo más grabado que tengo es la explosión en las oficinas de Pemex”. En ese accidente, en febrero de 2013, murieron más de 30 personas y hubo más de un centenar de lesionados. Emmanuel vive en Ohio desde 2013, cuando fue aceptado para estudiar una maestría en Medicina Aeroespacial en la Wright State University de Dayton. Llevó consigo un proyecto: quería investigar los cambios que ocurren en el corazón de aquellos hombres y mujeres que viajan al espacio por temporadas largas.
Él lo explica así: “Los ventrículos son los que bombean la sangre; el izquierdo es el que debe tener la mayor masa muscular, pero cuando hay microgravedad, eso no pasa. Hay mayor presión en el corazón y éste debe dilatarse para acomodar la sangre en el cuerpo, por eso, los ventrículos se atrofian”.
Tras la investigación, “estamos esperando a que se publiquen los resultados de las últimas misiones de la Estación Espacial y poder comparar mis resultados con la nueva información”.
La ciudadanía estadounidense, por otro lado, la consiguió al acabar su posgrado. En 2016 fue parte de la Misión HERA 11, trabajo que aportará conclusiones para las próximas tripulaciones de astronautas: “El hecho de haber vivido como ellos, de ponerme en sus zapatos, me va a permitir, en algunos años, cuando termine la residencia en Medicina Aeroespacial y el doctorado en Ciencias Espaciales, saber cómo cuidarlos”.
Al acabar su maestría se propuso otra investigación en mancuerna con el científico Joseph Varon, con quien trabaja en el Centro Médico de Houston. Algunos de sus pacientes sufren paros cardíacos, a éstos se les aplica la hipotermia terapéutica, un procedimiento usado para enfriar el cuerpo de una persona a una temperatura menor a la normal.
En Estados Unidos la hipotermia terapéutica es altamente recomendada porque previene daños irreversibles “en la mayoría de los casos los pacientes que pasan algún tiempo sin oxígeno presentan daño cerebral”.
Esta misma estrategia quieren proponerla a la Agencia Espacial para el viaje a Marte, programado para 2030. Disminuir la temperatura corporal de los astronautas para que entren en un estado de hibernación.
Con la hipotermia terapéutica se podrían “reducir los gastos de energía y, desde el punto de vista sicológico, para los astronautas es más fácil no estar despierto los nueve meses o el año que dura el viaje a Marte”.
Otra de las aspiraciones de Emmanuel es estudiar un doctorado en Ciencias Espaciales el próximo año, en donde, si es el caso, podría elegir entre dos temas para desarrollar: el seguimiento de la investigación en daño en el ventrículo izquierdo de su maestría o la hipotermia terapéutica para viajes espaciales.
Emmanuel, de vez en vez, viaja a Cancún para dar clases sobre Medicina en la Universidad Anáhuac. “Quiero compartir lo poco que sé, porque es irresponsable no hacerlo”.
De todas las preguntas que le han hecho hay una que repite con los mismos consejos: “Sigan su pasión, si la sigues puedes ser exitoso y feliz. Debes ser mejor cada día, tener un plan a muy largo plazo. Yo apliqué en 2015 para la NASA y voy a seguir aplicando hasta que sea muy viejo o hasta que esté allí. Ponte un objetivo imposible. El mío es ser astronauta…”.