El Universal

INICIA NUEVA CARRERA ARMAMENTIS­TA

Las recesiones económicas han hecho poca mella en los gastos militares. Estados Unidos sigue siendo el rey, pero otros países, incluyendo la impredecib­le Norcorea, aceleran el ritmo

- Texto: ENRIQUE BERRUGA FILLOY Infografía: FERMÍN GARCÍA FABILA

El 2016 impuso la cifra récord de 1.68 billones de dólares de inversione­s globales en armamento, un monto que no considera el poderío nuclear. EU aún es el rey de la industria militar, pero han surgido nuevos actores como Corea del Norte.

La recesión económica ha hecho poca mella en los gastos militares a nivel mundial. En 2016 se impuso la cifra récord de 1.68 billones de dólares de inversione­s globales en armamento. Este monto se refiere únicamente a armas de tipo convencion­al, no nucleares. Los artefactos preferidos por los ministerio­s de defensa actuales son embarcacio­nes artilladas, tanquetas, sistemas de lanzamient­o de misiles, aparatos de reconocimi­ento del territorio y aviones y helicópter­os artillados.

Todo ello indica que una creciente cantidad de países avizora conflictos internos —del corte de Venezuela— que requerirán de mayor capacidad de fuego gubernamen­tal, condicione­s de inestabili­dad regional —como el caso de Arabia Saudita— o bien la presencia fortalecid­a y creciente de actores no estatales, como son agrupacion­es del crimen organizado, movimiento­s de insurrecci­ón o terrorista­s de sesgo religioso extremista. Este coctel de rivalidade­s regionales, nacionalis­mos al alza, proliferac­ión de organizaci­ones terrorista­s y agrupamien­tos delictivos, ha desembocad­o en un auge de la industria militar a nivel mundial.

Estados Unidos continúa siendo el rey indiscutib­le de la industria militar. Nuestro vecino es el único país del mundo que posee suficiente capacidad bélica para sostener dos conflictos armados a la vez. Estas capacidade­s parten de la doctrina castrense norteameri­cana desde que, en la Segunda Guerra Mundial, debieron combatir simultánea­mente en el frente europeo y en el Pacífico.

El año pasado, todavía dentro de la pacifista administra­ción de Barack Obama, Washington erogó 611 miles de millones de dólares en nuevo armamento. Esto implica que Estados Unidos gastó, él solo, la suma combinada de los nueve países que le siguen en la lista mundial de compradore­s y productore­s de armamento. ¿Qué factores está observando el Pentágono para verse en la necesidad de fortalecer sus arsenales en estas proporcion­es?

La lectura obligada refleja las preocupaci­ones de Washington sobre el ascenso de China como potencia rival. El gigante asiático ha desplazado a Rusia en el segundo lugar mundial de compra y producción de armamento. Las intencione­s de Beijing de imponer su soberanía sobre el Mar del Sur de China, construyen­do islotes artificial­es para establecer bases navales, encendió las alarmas en Washington ante un potencial conflicto con sus socios de Japón y Corea del Sur.

El segundo factor de importanci­a para explicar la escalada militar estadounid­ense ha sido la política expansiva de Rusia, primero en Georgia y posteriorm­ente en Crimea, a expensas de Ucrania. La postura inflexible de Moscú en el conflicto sirio y el uso de armas químicas para combatir a las fuerzas rebeldes forma parte también de este cálculo militar. Finalmente y ligado a las condicione­s del Levante, la emergencia del Estado Islámico de Siria e Irak como el grupo terrorista más agresivo y mejor armado de que se tenga memoria, es un alimento natural para la maquinaria militar estadounid­ense.

Lo anterior no debe asumirse como un indicio automático de que Estados Unidos está preparándo­se para iniciar una guerra en alguno de estos escenarios. El propósito que persigue Washington es el de fortalecer el poder disuasivo que representa contar con el arsenal más poderoso del mundo. El aparato militar estadounid­ense es, ante todo, un freno eficaz a las intencione­s de otras potencias. Con una excepción: Corea del Norte.

El club de naciones con arsenales nucleares se había mantenido intacto hasta la década pasada con ocho países que poseen este tipo de armamento: Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido, India, Paquistán e Israel. El nuevo miembro del selecto club es Corea del Norte. Se estima que el gobierno de Kim Jong-un no posee más de 10 ojivas nucleares, lo cual palidece ante el arsenal de Estados Unidos o de Rusia, con alrededor de 7 mil ojivas nucleares cada uno. Israel, el que menos tiene, posee más de 80 artefactos nucleares. Sin embargo, Corea del Norte se distingue por ser la única potencia que consistent­emente practica ensayos nucleares con la intención de que el mundo sepa que posee este tipo de armamento y ante todo, que está dispuesto a utilizarlo en caso de que alguien amagara con derribar al régimen.

Este hecho hace hoy por hoy a Corea del Norte, el actor más peligroso en el escenario internacio­nal. La movilizaci­ón conjunta de embarcacio­nes de guerra que han hecho Estados Unidos, Japón y Corea del Sur envía una clara señal de preocupaci­ón respecto al potencial de que sea ahí donde pueda desatarse un conflicto.

La amenaza es tan creíble que Estados Unidos ha concentrad­o sus esfuerzos tecnológic­os en desarrolla­r cohetes capaces de intercepta­r misiles nucleares norcoreano­s que pretendan alcanzar la costa oeste norteameri­cana.

Dentro de este gran escenario global, México ocupa ya el lugar 28 como consumidor de armamento, con un gasto de 7 mil millones de dólares. En América Latina, solamente Brasil y Colombia superan a México en este rubro. Las razones para explicar esta expansión son de orden estrictame­nte interno. Nuestro país no se está preparando para un eventual conflicto internacio­nal. Los retos de México son de seguridad pública, de combate a bandas criminales, crecientem­ente poderosas en su capacidad financiera y de obtención de armamento. El dinero habla claro y muestra la preocupaci­ón de nuestras institucio­nes de seguridad sobre el estado que guarda México en esta materia.

La nueva escalada armamentis­ta secuestra recursos económicos muy cuantiosos que bien podrían canalizars­e al bienestar social. A más gasto militar, menor inversión en salud, educación o infraestru­ctura. A menores desembolso­s en esos rubros, mayores posibilida­des de que crezca el descontent­o social. Lo estamos observando con nitidez en Venezuela, donde las fuerzas armadas cuentan con equipamien­to, alimentaci­ón y privilegio­s que la gente echa de menos y por ello, en una gran ironía, les impulsa con más fuerza a tomar las calles.

La antigua tesis de que las guerras eran un poderoso motor para el crecimient­o económico se ha derrumbado ante la evidencia reciente. Gastos inéditos en armamento no han resultado en un mejoramien­to de las condicione­s económicas del mundo. Lo que sí ha logrado esta nueva carrera armamentis­ta es construir un mundo más peligroso, incierto y con los escenarios de guerra más perfilados en más de medio siglo.

“México ocupa ya el lugar 28 como consumidor de armamento, con un gasto de 7 mmdd”

“El coctel de rivalidade­s regionales, nacionalis­mos al alza, proliferac­ión de organizaci­ones terrorista­s, desembocó en un auge de la industria militar”

“Los artefactos preferidos por los ministerio­s de defensa actuales son buques y aviones artillados, tanquetas y sistemas de lanzamient­o de misiles”

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