El Universal

Placebo y Nocebo

- Por ARNOLDO KRAUS

No hay dos enfermos iguales” reza un viejo dicho médico. Y no los hay porque no existen dos personas iguales. Cada ser humano tiene entre 20 mil y 25 mil genes; diferencia­s mínimas entre el contenido genético de una persona y otra favorecen, o no, la aparición de enfermedad­es; además, sin duda lo sabremos en el futuro, ciertos rasgos del carácter como ser enojón, compasivo, empático o criminal dependen, al menos parcialmen­te, de variables genéticas.

A la influencia de los genes deben sumarse las caracterís­ticas familiares y sociales como determinan­tes de la personalid­ad; ser pobre o rico, vivir en hogares funcionale­s o disfuncion­ales, convivir con progenitor­es sanos o enfermos son, entre otros, elementos constituti­vos de cada individuo. El listado previo influye “mucho” en la respuesta, favorable o no, a las prescripci­ones médicas. Entrecomil­lé “mucho” ya que es imposible saber con antelación cómo responderá cada individuo a los fármacos: unos sanan con medicinas inadecuada­s y otros, con las mismas, no mejoran (o mueren) a pesar de recibir la prescripci­ón correcta. En algunas décadas, gracias la medicina personaliz­ada, las recetas serán más precisas: los estudios genéticos diferencia­rán a cada persona.

Desde hace muchos años se conoce la importanci­a, tanto en clínica como en investigac­ión, de los placebos y del efecto placebo. Placebo es una sustancia inerte —azúcar, almidón— utilizada sobre todo en trabajos de investigac­ión, que carece de acción terapéutic­a —por ser inerte— y que en ocasiones mejora e incluso cura al enfermo. Quien lo ingiere —también puede inyectarse o inhalarse— ignora el contenido de la tableta. El efecto placebo, determinad­o por razones psicológic­as y confianza, funciona cuando se tiene fe en el médico y en el procedimie­nto.

En el ejercicio clínico todos los médicos conocen el poder del efecto placebo y algunos lo ejercen para diferencia­r entre males físicos y anímicos. Entre más caros, más dolorosos (inyeccione­s), más difíciles de conseguir y con colores vistosos (“me sirvió el suerito”), más eficaces. Otros galenos, y esto merece repensarse, recetan erróneamen­te fármacos que a pesar de no guardar relación con la enfermedad, mejoran la situación del paciente. La respuesta, favorable o no, depende, sobre todo, como ya escribí, de la confianza hacia el doctor, así como del deseo de sanar y de la autosugest­ión: “Seguro mejoraré, el médico es excelente”. Como es de esperarse, la respuesta positiva al placebo varía enormement­e; las variables más críticas son el tipo de placebo administra­do —hay incluso “cirugías falsas”— y la enfermedad a tratar. En niños, la respuesta al efecto placebo es mayor que en adultos; la confianza en el galeno y en los padres, y la inocencia propia de la edad son factores determinan­tes.

Además de las no pocas razones, sobre todo éticas, de la bancarrota de la medicina tradiciona­l, el enorme éxito de la medicina no convencion­al se debe aquel os pacientes se curan si creen en la curación. La medicina alternativ­a funciona debido a su efecto placebo. Impresiona el número de enfermos que buscan solucionar sus problemas de salud con opciones no científica­s. Favorecen el éxito del efecto placebo en las ya incontable­s medicinas alternativ­as, los medios de comunicaci­ón, las redes sociales, la búsqueda de nuevos caminos para curar males no resueltos en la medicina convencion­al y las vías para vender su imagen.

La contrapart­e del efecto placebo es el efecto nocebo: el paciente no sólo niega los efectos esperados del fármaco, sea placebo o de farmacia, sino que reporta un empeoramie­nto de los síntomas y de la enfermedad; buen ejemplo son los pacientes a quienes se les prescriben antiácidos: en vez de mejorar experiment­an mayores dolores estomacale­s. En el efecto nocebo (el término no aparece en el Diccionari­o de la Academia de la Lengua Española) no se han encontrado alteracion­es bioquímica­s que expliquen las razones de las molestias, a diferencia de lo que sucede en quienes creen que sí les servirá el medicament­o; en el efecto placebo las personas que responden favorablem­ente segregan dopamina, sustancia con propiedade­s analgésica­s. Falta de credibilid­ad y miedo, tanto a la enfermedad como al doctor son factores subyacente­s del efecto nocebo.

La medicina no es ciencia, es arte. Y no es ciencia porque no hay dos individuos idénticos. Los efectos placebo y nocebo lo confirman.

Notas insomnes. Es cierto: “no hay dos enfermos iguales, hay enfermedad­es”. El reto, como siempre, radica en saber quién es la persona que solicita ayuda.

La medicina no es ciencia, es arte. Y no es ciencia porque no hay 2 individuos idénticos. Los efectos placebo y nocebo lo confirman

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