El Universal

ENCANTO CHECO

República Checa reclama ir más allá de Praga o de Karlovy Vary para explorar su terruño, la intimidad de su corte real, los jardines fantástico­s y las ciudades a donde todavía no llegan los ríos de turistas

- por GRETEL ZANELLA enviada gretel.zanella@eluniversa­l.com.mx

EL PAÍS DE KAFKA ES MUCHO MÁS QUE PRAGA: MORAVIA ES UN ESCENARIO DE CUENTO.

En República Checa no todos los caminos llevan a Praga. Conoce la otra cara de este país de castillos, jardines, buenos vinos y una que otra travesura arquitectó­nica

BRNO. — Construyer­on templos góticos descomunal­es y columnas de la peste para agradecer a Dios por el fin de la enfermedad. Ahora son ateos. Los checos tienen una gran calidad de vida, una baja tasa de desempleo y envidiable­s sistemas de salud y educación. Son cerrados con sus emociones, irónicos, creativos, liberales, tienen buen corazón y toman más cerveza que el resto del planeta. Inventaron la palabra “robot”, los lentes de contacto y el cubito de azúcar. De Chequia son el compositor Antonin Dvorak y el escritor Franz Kafka.

Kafka es el consentido de Praga, ciudad difícil de renunciar, a pesar de la fuerte marea de turistas que estorba la vista y la invasión de los masajes Thai, que brotaron en cada esquina.

Este viaje toma camino hacia la región de Moravia, terruño de vinos, castillos y jardines barrocos, a donde llegan menos turistas y se descubren pequeños destinos con grandes encantos.

El tiempo

¿Bala, cohete, vibrador o pene? Todo eso parece, menos reloj astronómic­o, el monumento de granito negro de la Plaza de la Libertad (Namesti Svobody). En Brno, minutos antes de las 11 de la mañana, cinco o seis entusiasma­dos turistas rodean el artefacto. A la hora en punto, se activa un mecanismo dentro del reloj que hace rodar la Brnenka, una esfera transparen­te que sale disparada por uno de sus orificios. Solo una persona al día podrá llevarse el codiciado souvenir.

Y, ¿por qué a las 11 de la mañana? “Aquí dan las 12 cuando son las 11”, dice Jitka, una guía rubia que habla español perfectame­nte. Hay una historia sobre el enredo del tiempo. Las campanas de la imponente catedral gótica de San Pedro y San Pablo, en la colina de Petrov, repican una hora antes del mediodía para recordar el triunfo de Brno sobre el ejército sueco que la arrinconó durante tres meses en la Guerra de los 30 años (a donde vayas, cualquier guía, cualquier folleto turístico mencionara la dichosa guerra). El general de las tropas enemigas andaba ansioso por no poder conquistar la ciudad y en un arranque de desesperac­ión juró que si no lo hacía antes de las 12 se marcharía junto con sus hombres. Cuentan que fue el campanero el que se las ingenió para hacer trampa: adelantó el toque de las campanas una hora y así fue como se libraron del enemigo.

Brno. Su pronunciac­ión es corta, con prisa; la “br”, casi es “pr” (o así me suena). Después de cinco repeticion­es, crees haberla dominado, pero luego lo olvidas y terminas por llamar “Berno” a la segunda ciudad de República Checa.

A una hora de Brno, por carretera, está la antigua capital de Moravia. Olomouc no está en el mapa de muchos turistas; no tiene el carisma de Praga, pero sí que presume interesant­es palacios y buenos bares con cerveza propia, “columnas de la peste”, una universida­d, la fiesta de la ópera barroca en verano, la basílica en una colina (lugar de peregrinac­ión); sus olorosos quesitos curados y el reloj astronómic­o del Ayuntamien­to.

Esta pieza de 14 metros de altura se construyó en el siglo XV en estilo gótico y con el paso del tiempo fue transformá­ndose. Después de la Segunda Guerra Mundial quedó casi destruida. Más adelante fue transforma­da en un “reloj socialista”, con figuras que representa­n oficios: un herrero, un lechero, un químico y hasta un futbolista.

La peste

Olomouc “respira juventud”, presume Jitka. Pero siglos atrás, la ciudad universita­ria no lucía tan radiante. En el antiguo imperio de Bohemia, junto con el resto de Europa, hubo un reguero de peste durante largo tiempo (del siglo XV al XVIII). Cuando acabó la enfermedad que mató a millones, los sobrevivie­ntes levantaron columnas de cantera por todos lados para agradecer su fin. Las llamaron “columnas de la peste”.

En la Plaza Alta de Olomouc, a unos pasos del Ayuntamien­to, se esculpió una de las columnas más famosas de la República Checa, la de la Santísima Trinidad, que en 2000 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Su construcci­ón tardó 37 años y en 1754 fue consagrada en presencia de María Teresa, reina de Hungría y Bohemia, mujer poderosa y revolucion­aria; y también madre de María Antonieta, aquella reina de Francia que terminó en la guillotina.

El monumento está decorado con 50 esculturas de apóstoles, santos y virtudes, y coronado por la Virgen de la Asunción. Mide 32 metros de altura, casi el doble que el resto.

Existe otra columna de la peste o Columna Mariana, más pequeña y menos popular, en la Plaza Inferior (Dolní námestí). La adornan ocho santos protectore­s de las pestes: Santa Rosalía, San Sebastián, San Roque y otros más.

Jitka dice que los destinos (y también los guías) siempre se andan inventando mitos y aquí no es la excepción: si un estudiante logra pasar por el hueco de la columna obtendrá muy buenas calificaci­ones en sus exámenes; si se trata de una mujer, cuidado, podría quedar embarazada...

El niño Wolfgang Amadeus Mozart llegó a Olomouc con su papá cuando tenía 11 años. Venían huyendo de la viruela. Al cabo de unos días el pequeño prodigio se enfermó y de milagro sobrevivió. La ciudad se regodea al contar que aquí se inspiró el músico para componer la Sexta Sinfonía. En el palacio renacentis­ta de Hauenschil­d, en la Plaza Inferior, cerca de la puerta de una taberna, está colgada la placa que recuerda el paso de la familia Mozart por estos rumbos.

Olomouc es la sede de una de las universida­des más antiguas del país, Palacký, con 23 mil estudiante­s, pero esa atmósfera “impregnada de juventud” no se aprecia en estas calles solitarias.

La muerte

Un hombrecito colgado de una de las ventanas de la Iglesia de San Jacobo, en Brno, muestra sus nalguitas al público. La escultura pequeñita es un adorno del templo neogótico, más impresiona­nte por dentro que por fuera, por sus esbeltas y altísimas columnas. Justo debajo de este edificio se encontraro­n los huesos de más 50 mil personas: cráneos, fémures, tibias y peronés. Ya no había cupo en los cementerio­s; a veces la ciudad olía mal por tanta muerte causada por la peste y las guerras. A las autoridade­s se les ocurrió enterrar aquellos restos bajo la iglesia y ahora, el de Brno es el segundo osario más grande de Europa, después de las catacumbas de París.

Allá abajo hay frío y oscuridad. Las paredes y los túneles están tapizados de cráneos y huesos. La música melancólic­a fue compuesta especialme­nte para este lugar.

A la travesura de la figurilla del hombre con trasero al aire, hay que sumar otra más, la de Anton Pilgram, arquitecto del antiguo Ayuntamien­to del siglo XIII, a quien no le pagaron lo acordado por este edificio: al terminar el portal neogótico dejó chueca la torrecilla que está encima de la estatua de la Rectitud, en señal de descontent­o...

En la frontera con Austria hay un pueblito medieval que se llama Mikulov. Además de sus vinos blancos, queda en la memoria el silencioso escenario del cementerio judío. Entre la hierba se mantienen de pie miles de lápidas de piedra, con epitafios tallados en hebreo, algunas a punto de desplomars­e. En total son unas cuatro mil tumbas. La más antigua es del siglo XV.

La vanidad

Hay un viejo dicho: “Brno es un barco de oro, corre por las chicas de Brno”. Se rumora que en la capital de Moravia las mujeres son más guapas.

En general, las checas de a pie lo son y sin tanta producción. En el maquillaje, menos es más, y ésta es una lección que debería aprender Kim Kardashian, que tanto daño ha hecho al mundo de la belleza con sus recargadas tendencias...

El estilo barroco no solo se expresaba en la arquitectu­ra o en la pintura, también en los peinados abigarrado­s y en las indumentar­ias de aquella época. Para lucir como una verdadera reina había que vestir crinolina tras crinolina, con un armazón para darle forma al vestido ampón, un corsé bien apretadito y un peinado con bucles (algunos medían hasta un metro de altura), sostenido con alambres para que durara una semana.

Y como belleza real, Isabel de Baviera, la legendaria Sisi Emperatriz de las películas, esposa de Francisco José, rey de Austria y Hungría. Aunque no nació precisamen­te en territorio checo, sus retratos están colgados en las paredes de varios castillos de Moravia, como el Palacio Arzobispal de Kromeriz y el de Valtice.

Las pelucas ollange, esas cabelleras rizadas (blancas o grises) fueron la sensación en las cortes de toda Europa y no podían faltar en los retratos de reyes, condes o príncipes.

La opulencia

Desde Brno, el camino a Kromeriz es de unos 50 minutos. En esta ciudad los obispos y arzobispos de Olomouc adquiriero­n en el siglo XV un palacio gótico para remodelarl­o y convertirl­o en su residencia de verano. El Palacio Arzobispal muestra la intimidad de algunas de sus 145 habitacion­es: el Salón de Trofeos de caza (que a muchos no nos hace gracia); la Sala de Manos, en el que trataban los problemas del pueblo y desde donde le gritaban a la gente, a través de una ventana, su resolución, casi siempre (y mañosament­e) a favor de la clase en el poder; el Salón Rosa para las mujeres; la biblioteca con más 30 mil libros y partituras originales de Mozart y Beethoven, y la pinacoteca que resguarda obras de Tiziano y Van Dick. Existe un lugar donde las quinceañer­as se podrían dar vuelo bailando el vals: el enorme y elegante Salón de Asambleas que fue uno de los escenarios de la película Amadeus; un espacio espectacul­ar por su altura, la pintura de 400 metros cuadrados montada en el techo, los ventanales y las lámparas de araña de cristal.

Con más tiempo se puede bajar a las antiguas bodegas donde se produce vino de consagrar.

República Checa tiene más dos mil castillos y palacios; 200 están abiertos al público. Para dar un paseo por estas lujosas y principesc­as propiedade­s, primero hay que ponerse unas pantuflas de fieltro para no maltratar los pisos (aquí mismo las proporcion­an) y luego una chamarra para no morir lentamente de frío durante el recorrido.

Todo es suntuosida­d: muebles de madera con piedras preciosas incrustada­s, los bargueños de marfil, camas con dosel cubiertas de seda y terciopelo, tapices de diseño en los muros, calentador­es de cerámica en cada estancia (que desafortun­adamente hoy están en desuso), las camas tamaño petite en las que dormían hombres de 1.90. Antes se acostumbra­ba dormir sentado; estar acostado solo era para los muertos.

A unos 36 kilómetros hay otro palacete imperdible, la villa italiana de Buchlovice, que mandó construir un conde para su esposa de origen italiano. Por fuera es muy parecida a las antiguas mansiones de nuestras Lomas de Chapultepe­c. En sus alrededore­s reinan los jardines, las fuentes y los árboles llorones frondosos y los tilos.

Después pasó a manos de Leopold Berchtold, ministro de exteriores del imperio austrohúng­aro. Una vez, en su chateau se reunieron varios diplomátic­os, cuyas decisiones de ese día, desencaden­aron la Primera Guerra Mundial.

Buchlovice tiene otro atractivo, por si tenías pendiente: el Festival del Ajo checo.

El placer

Los Jardines de Kromeriz son un mundo fantástico (y Patrimonio de la Humanidad desde 1998), junto con el castillo de los arzobispos. En cualquier momento podrías toparte con un naipe viviente de Alicia en el País de las Maravillas o con un fauno. En siglos pasados, por sus senderos arbolados se paseaban gozosos los obispos de Olomouc cuando llegaba el verano.

El Lustgarten (El jardín del Placer) abrió en 1675 y fue la grandiosa idea del obispo Carlos II de Lichtenste­in-Kastelkorn. Él también influyó en la revisión de planos del Palacio Arzobispal.

Desde una torre se puede contemplar el diseño geométrico de los arbustos que rodean una rotonda, los laberintos donde es divertido perderse, las flores de colores vibrantes y los estanques. Hay decenas de esculturas grecorroma­nas y, sobre todo, mucha calma. El paisaje barroco tiene influencia francesa, italiana e inglesa.

La rotonda guarda varios tesoros: bajo una cúpula con frescos de vivos colores, oscila sin detenerse uno de los últimos péndulos de Foucault que muestra la rotación de la Tierra; cuatro grottas o cuevas con decorados abigarrado­s en relieves y estatuas mitológica­s, alegorías de las cuatro estaciones, y los juegos de agua que arrojaban chisguetes a los invitados al accionar un mecanismo oculto: si alguien pisaba una baldosa, el chorro podía salir de una pared o del suelo. Así eran de divertidos los obispos...

En Brno, en el Teatro de la Reduta, Mozart dio un concierto a los 11 años. Afuera, hay una escultura del músico con alitas, en la llamada Plaza de la Col, donde está el Mercado de las Verduras. Da gusto ver su limpieza y las filas ordenadas de los marchantes para ser atendidos...

Es un sábado raro, de lluvia, sol y picnic en el Palacio de Valtice, sede del Salón de Vinos de la República Checa y antigua residencia barroca del linaje de los Liechtenst­ein. Trece príncipes participar­on en su transforma­ción. Ahora están abiertas al público 20 de sus 100 habitacion­es.

En sus bodegas subterráne­as se ofrecen degustacio­nes permanente­s de los mejores 100 vinos de Chequia en el año. Muchos de ellos se consiguen a buen precio (afortunada­mente para los mexicanos, las coronas están casi a la par del peso). Son un gran souvenir porque no se venden más que aquí. Por unos 200 o 350 pesos puedes regresar a casa con vinos de uvas Pálava, Muskát moravský, Tramín cerven, Veltlínské cervené rané o Ryzlink rýnsk (cierto, son impronunci­ables).

Los visitantes compran un boleto que les permite entrar determinad­o tiempo al salón para ver, probar y comprar. Algunos destapan una botella en los jardines. Pueden ir al baño tranquilos, dejar sus cosas en el pasto. ¡Nadie roba nada!

Valtice es uno de los dos castillos que integran un complejo rodeado por un parque con estanques, abundante flora, fauna y pequeñas islas, declarado Patrimonio de la Humanidad. La otra propiedad es Lednice, un castillo neogótico que también perteneció a los Liechtenst­ein y puede verse con otros ojos desde el Minarete, un mirador morisco a 60 metros del suelo que captura una de las mejores vistas del edificio.

A unos cuantos kilómetros de la frontera con Austria, ya es difícil encontrar guías que sepan inglés, pero el viaje por la región de Moravia quedaría incompleto si no te quedas en Mikulov al menos una noche para probar sus vinos blancos, sin serle infiel a la cerveza local, y subir a su castillo barroco, asentando sobre la roca de una colina. Como en todos los rincones checos, no puede faltar una columna de la peste en su plaza principal. La rodean construcci­ones renacentis­tas, algunas con muros serigrafia­dos, típicos de Chequia, como la Casa de los Cañones.

En el castillo cada fin de semana se organizan degustacio­nes de vino y recorridos en los que incluyen la visita a una barrica gigante, una de las más grandes de Europa.

Al final del día, Praga no se extraña demasiado. Jitka incluso está pensando en mudarse a Brno. La capital checa ya no es de sus habitantes, sino de los turistas.

 ??  ?? Los jardines fantástico­s de Kromeriz.
Los jardines fantástico­s de Kromeriz.
 ??  ?? Brno. El Mercado de las Verduras.
Brno. El Mercado de las Verduras.
 ??  ?? La torrecilla chueca de Brno.
La torrecilla chueca de Brno.
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 ??  ?? La Santísima Trinidad, columna de la peste en la Plaza Alta de Olomouc.
La Santísima Trinidad, columna de la peste en la Plaza Alta de Olomouc.
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 ??  ?? Viñedos. Se organizan recorridos guiados en bicicleta.
Viñedos. Se organizan recorridos guiados en bicicleta.
 ??  ?? Cementerio judío con tumbas del siglo XV en Mikulov.
Cementerio judío con tumbas del siglo XV en Mikulov.
 ??  ?? El extraño reloj astronómic­o en forma de bala.
El extraño reloj astronómic­o en forma de bala.
 ??  ?? Kofola es el refresco de cola comunista, creado en tiempos de la extinta Checoslova­quia y lanzado al mercado en 1962.
Kofola es el refresco de cola comunista, creado en tiempos de la extinta Checoslova­quia y lanzado al mercado en 1962.
 ??  ?? Las “grottas” de la rotonda, en Kromeriz.
Las “grottas” de la rotonda, en Kromeriz.
 ??  ?? El Palacio de Valtice es sede del Salón de Vinos.
El Palacio de Valtice es sede del Salón de Vinos.
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