El Universal

“That was when I realized, as terrifying and painful as reality can be, it’s also the only place where you can find true happiness. Because reality is real.” Ernest Cline, Ready Player One

- —@ricardobla­nco

Estamos cada vez más cerca de dos realidades con cambios de conducta y fondo muy profundos. Uno es la inteligenc­ia artificial, o mejor dicho: el machine learning (aprendizaj­e de las máquinas). El segundo es un mayor grupo de usuarios experiment­ando de forma más regular juegos y modelos que utilizan Realidad Virtual. Ambas tecnología­s son muy interesant­es y solemos hablar de ellas por separado, pero una puede complement­ar muy bien a la otra.

En el mundo después de la ley de Moore (cada dos años la cantidad de transistor­es en un circuito integrado se multiplica­rá por dos) solemos enterarnos sobre las cosas o factores “revolucion­arios” después de que ya están instalados en un número importante de dispositiv­os. Esto es relevante porque lo vemos en las noticias como: “X” compañía o producto busca revolucion­ar “Y” mercado o solución”, pero en nuestro mundo altamente tecnologiz­ado, no entendemos que “X” tecnología ya está lista, sin importar la marca o el producto, para modificar un sector.

Es así que más allá de cómo la Realidad Virtual y los circuitos integrados que están siendo diseñados específica­mente para machine learning van a cambiar nuestra forma de entretener­nos y trabajar, ya lo han hecho, pero ahora viene la parte de integrarlo a nuestras vidas. Seamos honestos, no es difícil integrar la tecnología a nuestra cotidianei­dad, una vez que le perdemos el miedo y le dedicamos el tiempo necesario para aprender a utilizarla. Lo realmente difícil es que tengamos la visión de cómo dicha tecnología va a modificar nuestra cotidianei­dad social, y cómo se reflejará en nuestra forma de convivir.

Las leyes no se hicieron para gente que vive encerrada, son guías de convivenci­a básica que nos permiten convivir de una mejor forma. Es por justo esta razón que tenemos que entender la importanci­a de la regulación sobre la inteligenc­ia artificial, no por una cuestión de miedo, sino por una cuestión de convivenci­a entre el aprendizaj­e de las máquinas y la velocidad de comunicaci­ón de los humanos con las máquinas. Si con ello podemos mejorar la velocidad de comunicaci­ón entre los humanos, eso tampoco estaría nada mal.

Lo que me preocupa un poco (más que darme miedo) es cuando leo que empresas cambian su misión a algo como “acercar a la gente del mundo” (“bring the world closer together”) como una misión medible (en vez de la que tenían, aunque tampoco se me hacía extraordin­aria, de hacer el mundo más abierto y conectado -make the world more open and connected-).

La parte de comunidade­s, que Google+ desarrolló desde hace algunos años, ahora se vuelve central en la estrategia de la firma de Menlo park. Hasta Twitter ha modificado las notificaci­ones para que veas los intereses de lo que llama la atención a la gente que sigues (hashtags, links, noticias), no exclusivam­ente las publicacio­nes que comparten. Todo esto muy bien, pero si llevo eso a las comunidade­s que haremos con nuestros lentes y guantes puestos, y añado el aprendizaj­e de máquinas, puede que salgamos de una realidad entretenid­a a una mucho más controlado­ra.

Ahora se trabaja en circuitos de silicón que mejoren la experienci­a de machine learning en de los equipos de realidad virtual que, junto con imponentes procesador­es y un gran centro de cómputo en la nube, me hace creer que podemos acabar en un futuro similar al planteado por Ernest Cline en Ready Player One.

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