Peluqueros “de paisaje” de Avenida Zaragoza
Ayer celebramos el Día del Peluquero y por eso recordamos el oficio que durante una época se realizó con una pregunta antes del corte: ¿con o sin paisaje?, motivo por el que recibió el mote
Sobre la carretera a Puebla, ahora conocida como calzada Zaragoza, se extendían los conocidos peluqueros de paisaje o de “cuatro vientos”. En los cada vez más escasos árboles del camellón colgaban sus espejos –a veces era el retrovisor de un automóvil–, peines, cepillos, máquina de mano, navaja, piedra para afilar, un asentador de cuero para pulir la navaja y al “chambelán” (el objeto con el que esparcían agua en las cabezas de sus clientes).
“¿Con paisaje o sin paisaje?”, preguntaban a quienes solicitaban sus habilidades. Si la persona tenía para pagar, elegía el paisaje y podía observar los árboles, el paso de los carros y, si contaba con suerte, la marcha del tren. Si sus pesos eran limitados, el peluquero volteaba la silla y el cliente veía sólo la corteza del árbol.
“Pegaba por todos lados el aire”, de ahí que les llamaran de “cuatro vientos”, recuerda José Luis Barrera Lozano, vecino de la Zaragoza. Ahí, en el camellón, él conoció al peluquero a quien le decían El Chicho y quien murió atropellado cuando la vía se volvió más rápida a la llegada del metro.
Los peluqueros de paisaje trabajaban sin electricidad; sin embargo, esto no los limitaba para preguntar al cliente si su corte iba con o sin secadora. Si se le solicitaba secadora, el especialista en melenas inclinaba velozmente al cliente sobre la avenida, para que el viento provocado por los autos que transitaban en la avenida secara su cabello.
El paisaje les dio nombre. Los peluqueros ambulantes surgen en la Ciudad de México en los primeros 50 años del siglo XX. En una publicación de EL UNIVERSAL de 1988 se relata cómo las personas acudían a la calzada Zaragoza para pedir el “corte a la castaña”, abultado, redondo o “corte a tijera”. En ese entonces, las personas aguardaban su turno sentadas en un tubo de drenaje o en las piedras, en los dos metros de terreno del camellón. Pese a los pronósticos de su extinción —primero por el funcionamiento del tren ligero y luego por el del metro— en 1992 dos peluqueros ambulantes permanecían inamovibles de su paisaje y cobraban entre tres mil y seis mil pesos (de los viejos), si el corte era a navaja aumentaba el precio, también hacían descuentos especiales para familias completas: “cuando se trata de familias humildes, de niños, hasta mil y 1,500 pesos les llegamos a cobrar”, afirmó uno de ellos en aquel texto de fines de los ochenta.
El paisaje se acaba. Los peluqueros de Zaragoza inicialmente estaban en Tacuba, hace 69 años. Las calles de este barrio han visto a los peluqueros ambulantes desde la década de los 40. De acuerdo con el reportaje de EL UNIVERSAL, algunos de ellos rentaron locales y comenzaron su negocio en regla. Otros tantos permanecieron durante más de 10 años en Calzada de La Viga, Jamaica, Nonoalco, Tlalpan, Potrero y Santa Fe. Los que se encontraban cerca del centro histórico instalaron “galerones” (casetas de tres por cuatro metros) en las calles, pero fueron retirados tres años después, por quejas de los vecinos.
Sin embargo, en Tacuba la tradición de cortarse el pelo en el exterior se mantiene. A las afueras de la estación del metro, todos los días y especialmente los fines de semana, la multitud que transita entre las garnachas y ropa acude con las estilistas y peluqueros, quienes cobran desde 15 a 50 pesos, en las peluquerías ambulantes. En éstas sus propietarios pagan el uso de suelo y ya no ofrecen paisaje, salvo el ruido del ambiente.
En estas peluquerías ambulantes a las afueras del metro Tacuba trabajan: Raúl, quien es peluquero desde hace 30 años; Liliana, quien lleva cortando el cabello en el lugar siete años, y Martín, con 12 años en el oficio.
Ellos forman parte de las poco más de 316 mil personas que se dedican al oficio de arreglar el cabello en México, cifra estimada por el INEGI en una publicación de 2016 por motivo del Día del Peluquero. También, de acuerdo con el INEGI, éste es un oficio predominantemente femenino, pues 85 de cada 100 especialistas en corte de cabello son mujeres. Un peluquero o estilista gana en promedio 32.8 pesos por hora trabajada y de cada 100 únicamente cuatro personas tienen prestación de servicio médico. En tanto, el 95.5% de los ocupados trabajan en micro negocios.
La belleza nómada. María trabaja en las inmediaciones de Zaragoza, en un tianguis de chácharas donde ofrece sus servicios de estilista, sus clientes aún le piden corte “con paisaje o sin paisaje”, pues la gente tiene arraigada la tradición del peluquero ambulante. Ella trabajó en varias peluquerías cercanas, donde afirma que se instalaron peluqueros del camellón, pero lo cierto es que ahora se han convertido en un grato recuerdo.