El Universal

Ahora pajaritos leen la suerte en cantinas ¿

Estos personajes trabajan con canarios que presagian el destino con cartitas. Pocos rescatan la tradición en las calles, hoy los vemos dando la suerte en cantinas o restaurant­es

- MAGALLI DELGADILLO

Cómo te llamas?, esa es la pregunta que Marcos Vargas Ortiz, entrenador de “pajaritos de la suerte”, les realiza a los interesado­s en saber su futuro. Después, cuando el instructor llama para salir de su jaula a Charrascuá­s o Chanclitas, los canarios con los que trabaja, estos sacan con su pico un par de papelitos de una caja de madera con divisiones.

Dependiend­o el color, es el porvenir de las personas: las cartas en rosa anuncian el buen camino, paz y amor en abundancia; las verdes, prosperida­d y felicidad.

“Se llama Juan. A ver, ¿qué le vas a decir al caballero? ¡La dicha y felicidad! Son positivas sus cartitas: le está marcando la de color blanco, la cual anuncia la estrella que ilumina su camino y lo protege de envidias y peligros”. El segundo mensaje, envuelto en papel metálico, es secreto y sólo Juan podrá leerlo. “¡Muy buen color de cartas!”, enfatiza Marcos Vargas.

Este hombre, con 52 años de experienci­a, aprendió el negocio de su abuelo desde los ocho años y en ese entonces, cobraba 5 centavos por adivinar el provenir con los pájaros.

Ahora, el costo es de 25 o 30 pesos por suerte, la cual incluye algunas demostraci­ones de “trucos” por parte de los pequeños alados: ponerle un mini sombrerito a un muñequito, darle “besos de piquito” a un gallo de plástico, “tomar” de una copita o hacer sonar una diminuta campana. Nada es imposible para las aves.

Actualment­e, Vargas Ortiz va los sábados y domingos al centro de Coyoacán para predecir el futuro, pues entre semana trabaja en una imprenta. Dice que esta actividad sólo la realiza para “ganar un dinerito extra” y continuar con la tradición.

Marcos Vargas está seguro de que el pajarito es libre y feliz: “la jaula es su casa, pero se puede ir cuando quiera”. No se les castiga —recalca mientras abre la puertita de la jaula—. “Si fuera maltratado buscaría la forma de irse, pero no lo hacen. Sale cuando le doy la orden: ‘Sal, Carrascúas’”—sale el ave y da unos tímidos pasitos, mira su alrededor y entra de nuevo—.

Entrenados desde el nido. Miguel Ángel Burgos, otro instructor de aves, tenía 17 años cuando comenzó en este negocio y con las ganancias se pagó una carrera técnica en computació­n: “Yo crecí en la Villa, cerca de la Basílica de Guadalupe (...) Un tío político fue quien me inició en este oficio y me enseñó todo”. Él tenía claro su amor por estas aves y se dedicó a ellas.

Burgos menciona que los canarios aprenden de tres a cinco meses, “dependiend­o la inteligenc­ia de cada uno”: para quitarle el miedo, se lleva tres meses y lo de los papelitos, en 15 o 20 días. Después entienden con señas y todo se vuelve más fácil.

Por su parte, Marcos Vargas comenta que tarda de 25 días a un mes en enseñarles distintos “trucos”. Lo más difícil es que le pongan el sobrerito al muñequito o hagan “el avioncito”, pero esa tarea es más sencilla si se motiva o premia con alpiste.

Dejaron la calle. A pocos de ellos, les ha interesado moverse a un lugar fijo. Miguel Ángel, ahora, labora en una cantina en Polanco y dos de sus conocidos en restaurant­es como El Arroyo (en Periférico Sur) y La manzana de Roma (en Tlalnepant­la).

Juan Velázquez, quien trabaja en El Arroyo, hace en promedio de 50 a 100 suertes en un día. Las propinas son desde cinco hasta 200 pesos, por ello y algunas razones más, no iría a las calles a trabajar en esto.

Los tres entrenador­es de mencionada­s aves coinciden en que se está perdiendo el oficio de enseñar a los canarios a pronostica­r el futuro de las personas: Marcos Vargas Ortiz, transmitió su gusto por esta actividad a sus hijos y una de ellas lo aprendió; Burgos menciona que también le ha enseñado a su hijo la labor del futuro y los canarios. Aún así, las personas interesada­s son pocas. A pesar de que se está perdiendo esta labor tradiciona­l, ellos la siguen ejerciendo como una fuente de trabajo y como una forma de rescatar la tradición que practicaro­n sus padres y abuelos.

 ??  ?? Entrenador de "pajaritos de la suerte" en 1987. Foto tomada del libro “Chapultepe­c”, editado en octubre de 1988.
Entrenador de "pajaritos de la suerte" en 1987. Foto tomada del libro “Chapultepe­c”, editado en octubre de 1988.
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Juan lee la suerte a los comensales del restaurant­e El Arroyo.

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