ISIS y el tiroteo de Las Vegas
¿FUE o no fue ataque terrorista el tiroteo masivo en Las Vegas? Las autoridades estadounidenses están, al momento de este escrito, cuidando mucho su lenguaje; indican que el atacante Stephen Paddock, residente de Nevada, probablemente actuó solo y no está conectado con grupo militante alguno. Por otro lado, la agencia de noticias de ISIS, Amaq, afirma que el autor del atentado es un “soldado del Estado Islámico” quien hace unos meses se convirtió al islam y respondió a los llamados de esa agrupación para atacar. Este es el discurso que usualmente utiliza ISIS cuando el atacante es un “lobo solitario” sin vínculos operativos con la organización, pero que actúa inspirado por ésta. A pesar de que las consecuencias del ataque o la cantidad de lamentables víctimas no cambian en modo alguno a partir de cómo se decida categorizar o nombrar a la violencia cometida, las implicaciones psicológicas y políticas varían considerablemente dependiendo de qué clase de evento se trata.
Lo que diferencia a un tiroteo masivo común —una violencia por la que mueren muchísimos más estadounidenses cada año— de un ataque terrorista, se encuentra no en el tipo de crimen, en los métodos o herramientas usadas, en la cantidad de víctimas o daños ocasionados. La diferencia está en las motivaciones. En un atentado terrorista el atacante emplea a la violencia y sus consecuencias como instrumentos para generar terror en terceros, y para canalizar, a través de ese miedo colectivo, un mensaje o una reivindicación política, ideológica o religiosa, y así ejercer presión psicológica sobre tomadores de decisiones, sobre determinados sectores sociales, o sobre una sociedad.
El FBI indica que no hay lazo entre el atacante y algún grupo terrorista. Pero eso no se contradice con la forma como frecuentemente ISIS reivindica atentados que no son directamente suyos. De hecho, alrededor de 70% de muertes por terrorismo en países miembros de la OCDE son el producto de atentados a manos de lobos solitarios. Lo que comúnmente hace ISIS es cerrar el mensaje, apropiarse del acto, introducirlo a su narrativa, y de ese modo, vincularlo a su red, aunque sea solo mediática y psicológicamente. Para tal efecto, la organización continuamente hace llamados, publica videos, y enaltece a todos quienes cometen un atentado a su nombre, del modo que sea, donde sea.
Como decíamos, el efecto psicológico aumenta si el tiroteo de Las Vegas se confirma como ataque terrorista pues hay muchos mensajes que éste lograría transmitir. El primero es que nadie está a salvo de las garras de esta clase de violencia. Pero hay más. Al adjudicarse el atentado, la organización busca comunicar que mantiene capacidad de daño. Si bien sus centros operativos en Siria e Irak han sufrido sus mayores golpes desde 2014, el resto de su red sigue de pie.
Es natural que Trump intentara presentar este acto como un hecho no vinculado a la clase de terrorismo que él busca combatir. Al final, el atacante no está dentro del perfil que el presidente ha dibujado como la raíz de las amenazas. No es un inmigrante, y si acaso es verdad que sea musulmán, se trataría de un converso reciente. Sin embargo, en caso de que se demuestre que el acatante hubiese efectivamente actuado a nombre de ISIS, esta clase de violencia debe dar lugar a reflexiones profundas en las que hay ya muchos autores involucrados: En estos tiempos de interconectividad, ¿qué tan solitario es realmente un lobo solitario? ¿Qué clase de vínculos no-materiales entre la organización y el atacante se entretejen con características y motivaciones individuales para propiciar ataques como los que hemos visto recientemente? Y entonces, ¿es posible desactivar los procesos de radicalización detonados a distancia? En responder adecuadamente esas preguntas, quizás podremos empezar a encontrar caminos para detener esto, que en los últimos años parece imparable.
Lo que diferencia a un tiroteo masivo común de un ataque terrorista (...) está en las motivaciones