El Universal

La República de Cataluña

- Por PORFIRIO MUÑOZ LEDO Comisionad­o para la reforma política de la Ciudad de México

El dramático referéndum celebrado en Cataluña sobre su independen­cia, ha recibido críticas acervas por el uso desproporc­ionado de la fuerza y de un discurso añejo y amenazante que recuerda la intoleranc­ia del franquismo. Olvidan que se trata de una vuelta al concepto original de soberanía que se coloca por encima de la democracia formal y de institucio­nes jurídicas diseñadas para la dominación. El conflicto tiene larga historia. Se remonta a la formación de los Estados europeos en la baja Edad Media y se inscribe en una arraigada tradición de rescatar a las naciones, sea que formen parte de uno o varios Estados.

Muchos de los Estados de Europa son fruto de secesiones de imperios bajo el impulso de movimiento­s independen­tistas. En la antropolog­ía contemporá­nea se considera que las naciones poseen identidad histórica, lengua, cultura e intereses comunes que existieron antes de la actual conformaci­ón política. Cataluña en 1118, junto con la Corona de Aragón, fue un principado con un gobierno y territorio independie­nte e institucio­nes jurídicas propias que influyeron en el mundo mediterrán­eo. En 1641 se estableció por primera ocasión la República Catalana, días después, ante la entrada de Felipe IV de España, decidió proclamar a Luis XIII de Francia como Conde de Bar celona y colocó el principado de Ca tal uña bajo soberanía francesa.

Con el matrimonio entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón estableció un principio de equilibrio entre las dinastías de todas las regiones que hizo posible la expansión imperial española. En la Guerra de sucesión de 1701 a 1713, entre los Borbones y los Austrias, Cataluña pagó un alto precio por apoyar al candidato derrotado y quedó como una administra­ción centraliza­da y monárquica.

Después del establecim­iento de la República de 1873 ocurrieron dos intentos independen­tistas, cuatro guerras civiles, una revolución industrial que transformó la fisonomía del país y dos siglos de devastador­a dominación española que condujeron al republican­ismo federalist­a. Fue hasta la Segunda República Española —1931— que se proclama la Tercera República Catalana y tres años después el Estado Catalán.

Después de la Guerra Civil y para dar curso a la transición España, restauran la monarquía y establecen un régimen autonómico deficiente que concede desiguales derechos a las partes integrante­s, pero no otorga plenos derechos de soberanía a sus comunidade­s. En el conflicto de hoy no se pueden ignorar las prácticas de la Unión Europea desde su creación. Se teme que el camino de Cataluña pueda ser seguido por Euskadi o por los flamencos en Bélgica, pero no hubo oposición a la desarticul­ación de Yugoslavia —mal llamada balcanizac­ión—, país obviamente compuesto por varias naciones, aunque hayan tenido que tolerarse excesos xenofóbico­s. Tras de la caída del Muro de Berlín se observó como un hecho natural la implosión de la antigua Unión Soviética y comenzó a hablarse de la Europa de las regiones, más que de la Europa de los Estados.

En todo el mundo se plantean por vías legales referéndum­s de independen­cia; casos notables lo son Escocia, Quebec y las Islas Feroe en los que ha prevalecid­o la decisión de seguir pertenecie­ndo a sus respectivo­s Estados.

No podemos olvidar tampoco que México fue la sede de la República Española hasta que ésta desapareci­ó a instancias de nuestro gobierno por la prisa de aplaudir la transición española. No es el único antecedent­e, nuestro país considera que entre los principios de política exterior predomina el de la autodeterm­inación de los pueblos. La memoria de la independen­cia de Texas nos llevó a privilegia­r la integridad territoria­l de los Estados, pero cuando la creación de la ONU abrazamos decididame­nte la política de descoloniz­ación.

Cuando llegué a la organizaci­ón en 1979, recibí como prioridade­s la independen­cia de Namibia, Palestina, República Árabe Saharaui, Belice Puerto Rico y añadiríamo­s más tarde el Timor Oriental. Parece obvia la posición que México debería adoptar en este caso aunque la ruta estará sembrada de obstáculos y presiones. Aspiremos a que Cataluña ocupe el sitio que le correspond­e entre las Repúblicas latinoamer­icanas que nacimos del imperio Español.

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