Cataluña y Kurdistán, las respuestas de Irak y España
Dos referendos de independencia tuvieron lugar estos días, uno en el Kurdistán iraquí y el otro en Cataluña. Los contextos son, por supuesto, muy diferentes. Sin embargo, no está de más revisar ambos en paralelo ya que los dos fueron declarados ilegales por los gobiernos centrales tanto de España como de Irak (a diferencia de otros referendos de carácter legal como el de Escocia en 2014). No obstante, la forma mediante la cual el estado español decidió enfrentar esa ilegalidad fue muy diferente a lo que está haciendo el estado iraquí.
Los kurdos son un grupo étnico sin estado que se encuentra disperso entre cinco diferentes países: Turquía, Siria, Irak, Irán y Armenia. El caso iraquí es especial. Después de haber sufrido una brutal represión en tiempos de Hussein, los kurdos de ese país tienen hoy un grado de enorme autonomía, casi un estado de facto, que cuenta, entre otras cosas, con una importante capacidad exportadora de petróleo, una economía estable, y con su ejército propio, los Peshmerga. Dos elementos deben considerarse al respecto de este referendo: (1) el fortalecimiento de la posición kurda a raíz de su eficacia en el combate a ISIS, además de su alianza estratégica con Washington que el combate al jihadismo afianzó, y (2) el apoyo internacional masivo a la postura del estado iraquí. Irán y Turquía temen las repercusiones que un potencial estado kurdo en sus fronteras tendría para efectos de sus movimientos nacionalistas. Pero, además, otros como Rusia o EU también apoyan a Bagdad. El caso catalán es distinto, evidentemente, pero es importante entender que el estado español tampoco se encuentra solo en su posición anti referendo. Muchos países temen que el potencial éxito de las aspiraciones catalanas pudiese incentivar movimientos independentistas en cascada.
Ahora bien, la diferencia central estriba en las tácticas empleadas por España e Irak para responder ante sus referendos. El gobierno español, argumentando la ilegalidad de la consulta, decidió emplear toda la fuerza del estado para que la ciudadanía no votase. Esto resultó en una represión cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo. Con ello, el movimiento independentista catalán cobra energía renovada, y se coloca a nivel internacional como una aspiración que, para muchos, cuenta con legitimidad. Al mismo tiempo, España se presenta como un estado que, ante los ojos de diversos actores, termina pareciéndose a los peores regímenes antidemocráticos. Bajo esas circunstancias, los países que buscan defender la postura de España quedan en un lugar incómodo.
Irak, en cambio, permite que el referendo se lleve a cabo, sí, buscando deslegitimarlo, pero sin impedir las votaciones por medio de la fuerza. Bagdad eligió combatir la validez del resultado mediante otras medidas para ejercer una presión sin precedentes sobre el Gobierno Regional del Kurdistán, las cuales van desde el aislamiento aéreo y fronterizo hasta el bloqueo económico para productos clave como el petróleo.
El debate acerca de si el pueblo kurdo o el pueblo catalán tienen o no tienen derecho a elegir su independización, seguirá su curso. Y posturas habrá a favor, otras habrá en contra. Pero de cómo se manejan estos momentos de crisis depende el desarrollo pacífico de cualquiera que sea el desenlace de esas aspiraciones. Contrastar estos dos casos que suceden en paralelo nos permite atestiguar en tiempo real las consecuencias de los actos de cada uno de esos gobiernos puesto que, debemos estar conscientes, ninguno de los dos movimientos independentistas va a desaparecer próximamente.
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