El Universal

El miedo de saberse observado

• Comerciant­es de Chilpancin­go evitan denunciar los chantajes del crimen organizado

- ARTURO DE DIOS PALMA Correspons­al —justiciays­ociedad@eluniversa­l.com.mx

Chilpancin­go, Gro.— La extorsión significa muchas cosas, te sientes vigilado, perseguido. Te encierras, haces de todo para que no te encuentren, para que no te secuestren. Te escondes, cierras tu negocio y, cuando puedes, huyes. Después guardas silencio.

Fueron tres días en los que, a la misma hora, llegaban cuatro hombres a mirar los productos de una tienda en el centro de Chilpancin­go, Guerrero. No preguntaba­n, no compraban, sólo observaban. Pasaban así 40 minutos.

Cuando llegaban, el dueño de este local se encerraba. No quería que lo vieran, que lo reconocier­an. Para cuando sucedió esto, habían pasado otras cosas. Meses atrás, un grupo de jóvenes pasaron por una de las calles del centro pidiendo a los empleados de todos los negocios que al día siguiente, a las 6 de la tarde, estuvieran los dueños. Querían hablar directamen­te con ellos.

Muchos no se presentaro­n y les dejaron recado: todos los lunes tenían que entregar 2 mil pesos. Muchos no lo entregaron y denunciaro­n. Policías y militares intensific­aron los rondines. Los extorsiona­dores se ahuyentaro­n, pero nunca se fueron. Ahí siguen. Vigilando.

“Ya no somos libres, lo que menos queremos es que nos encuentren”, dice el comerciant­e que no quiere que se conozca su nombre, ni el de su negocio.

A este comerciant­e lo visitaron los hombres durante tres días y él se escondió dos meses. Nunca más su vida ha sido igual.

No puede atender su negocio personalme­nte, lo hace de lejos, a través de otras personas. Nunca tiene un día o un horario para aparecerse en su local cuando puede hacerlo. Eso le entristece: de ahí forjó a su familia, en su local vio crecer a sus hijos. Ahora le da temor pisar ese lugar.

El miedo está fundado. En las calles en las que está su negocio ha visto cómo otros han bajado la cortina, porque no pueden pagar la cuota o porque la amenaza subió de tono. En Chilpancin­go, según organizaci­ones empresaria­les, durante 2016, 94 negocios cerraron, más de 50 dueños dejaron la ciudad y otro número igual fue secuestrad­o.

Su negocio, dice, está sobrevivie­ndo. Dejarlo en manos de sus empleados ha tenido consecuenc­ias: sus ventas han caído hasta 60%.

“Cuando te agarran no te sueltan”, dice el comerciant­e y lo explica: “Siempre estamos vigilados, están en todos lados”.

En Chilpancin­go, al comerciant­e no sólo se les extorsiona en su negocio, sino cuando va al banco. “Ahora debemos tener mucho cuidado cuando vamos al banco, muchos de nuestros compañeros han sido asaltados saliendo”.

“Saben las cantidades que se retiran o depositan, porque hay empleados de los bancos que les avisan”, afirma.

Pero los delincuent­es no sólo reciben informació­n de los bancos, sino de los mismos funcionari­os. En el caso de los empresario­s de la construcci­ón, los criminales exigen el monto que representa 10% de la obra, lo hacen, muchas veces, con documentos oficiales en mano.

La extorsión, dice el comerciant­e, es el primer paso, después viene el secuestro.

En Guerrero, según el Secretaria­do Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, de enero a julio se han denunciado 96 extorsione­s y en 2016 fueron 199.

Estas cifras, dicen los empresario­s, no coinciden con la realidad. Los comerciant­es no denuncian porque les puede ir peor, porque no confían en las autoridade­s y porque nunca se resuelve algún caso.

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Los comerciant­es en Chilpancin­go no denuncian porque, dicen, les puede ir peor, no confían en las autoridade­s y nunca se resuelve algún caso.

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