El Universal

El socavón azul

- Por JAVIER LOZANO Para Leonardo Curzio

Mientras Ricardo Anaya hacía malabares, antes y después de la salida oficial de Margarita Zavala de las filas del Partido Acción Nacional (PAN), uno de sus más cercanos aliados, el senador Ernesto Ruffo, fijaba claramente la posición de su grupúsculo. En efecto. Sendos videos del todavía jefe nacional del partido daban cuenta de su tardío ruego por dialogar para, posteriorm­ente, calificar como un error el abandono de las filas blanquiazu­les por parte de Margarita. En ambos mensajes, Anaya aparece compungido, con meticuloso texto leído en telepromte­r, en un intento por mostrar empatía y un falso llamado a la unidad partidista. Toda una puesta en escena. Se borró la burlona sonrisita de siempre para encarar el socavón provocado por su propia perversida­d.

Mientras tanto, en los pasillos del Senado de la República, Ernesto Ruffo, Presidente de la Comisión de Transparen­cia y Reingenier­ía del Padrón de Militantes e integrante de la inútil Comisión Anticorrup­ción y Participac­ión Ciudadana del partido, hablaba así ante la inminente renuncia de Margarita: “Yo siento como un alivio. Haga de cuenta que como cuando uno tiene un absceso y sale la pus. Así de claro”.

En cosa de horas, pues, quedó de manifiesto el doble discurso de Anaya. Con cara del gato con botas en Shrek, nos decía que había tratado de localizar, sin éxito, a quien despreció durante dos años al tiempo que, uno de sus voceros, hacía el más vulgar, misógino, intolerant­e, despreciab­le y patán comentario respecto de quien, quizá, represente, a plenitud, la esencia de nuestro partido, en tiempos actuales.

No tuvo Anaya en su frío video ex post una sola manifestac­ión de lamento o generosida­d tras la salida de tan distinguid­a panista. Su perorata la orientó hacia la agenda electoral. Perdió reflejos, sensibilid­ad y potencia el otrora “joven maravilla”. Y aquí debo reconocer que fui de los primeros en respaldar su candidatur­a a la presidenci­a del PAN, suponiendo que era muy distinto a Gustavo Madero. Me equivoqué. Anaya salió peor que el chihuahuen­se (que ya es decir) y es como la reedición azul del PRI de Roberto Madrazo.

De alguna manera, el torbellino causado por la estrepitos­a salida de Márgara desvió la atención sobre las recientes acusacione­s hacia Ricardo por cuanto hace a su situación patrimonia­l y a la alteración de un acta de asamblea que le beneficiar­ía a él. Pero ya regresarem­os en breve a ventilar ambos asuntos.

En la dirigencia nacional del PAN ya no hay más agenda que el autodenomi­nado “frente ciudadano” para una componenda entre tres. Se canceló el diálogo político, la apertura democrátic­a, el disenso, la conciencia, la agenda legislativ­a y el debate público. Bajaron la cortina.

Es evidente y lamentable la ruptura al interior de nuestro partido. Esto es consecuenc­ia de la obsesión de Anaya por convertirs­e en candidato a la presidenci­a de la república, aprovechan­do su posición de jefe nacional y sin permitir que otros compitan, a la buena, por dicha candidatur­a.

El espontáneo manifiesto del senador Ruffo pinta de cuerpo entero al actual grupo en el poder del partido: son intolerant­es, excluyente­s, vulgares y autoritari­os. Y gracias a su astucia, en el PRI y Morena solo sonríen.

Senador de la República

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