¿Administrar la abundancia?
Ayer el presidente Enrique Peña Nieto anunció el descubrimiento de un nuevo yacimiento de petróleo y gas, asociado con un volumen original de acuerdo con estudios iniciales, superior a mil 500 millones de barriles de crudo. Calificado de modo entusiasta por el Ejecutivo como el hallazgo más importante en 15 años de un yacimiento terrestre, Ixachi I, como se le denominó, se ubica cerca de Cosamaloapan, Veracruz, y, según el mandatario, su extracción se podrá comenzar pronto y a bajo costo, debido a que la zona donde se ubica cuenta con infraestructura de Pemex en operación.
Peña Nieto afirmó en este contexto que Petróleos Mexicanos es ahora más rico. Cabe preguntarse sin embargo si esto beneficiará realmente a Pemex y de algún modo también a la nación en su conjunto.
Porque la empresa productiva del Estado, en proceso de cambio a partir de la reforma energética y por la necesidad de revertir la caída de la producción por el agotamiento de Cantarell —condiciones adversas externas, sin duda—, además se halla en medio de diversos escándalos por corrupción —destacadamente el caso Odebrecht— y malos manejos de recursos, lo que a su vez ha puesto en riesgo su sana operación, evitado que se invierta en innovación tecnológica e infraestructura, minado su imagen dentro y fuera de México e incrementado las exigencias de mayor transparencia en todas las áreas de la empresa —incluyendo claro a su sindicato—.
Sin duda este nuevo yacimiento trae múltiples posibilidades de desarrollo para zonas concretas de nuestro país y para la economía mexicana en su conjunto. Pero, quizá por ello mismo, las declaraciones de Peña Nieto ayer recordaron un poco a aquellas del ex presidente López Portillo sobre “acostumbrarse a administrar la abundancia” tras el descubrimiento de Cantarell. Naturalmente, es deseable que hoy la historia sea distinta, pues sabemos cuán irresponsablemente se “administró” esa abundancia, desaprovechada como motor de crecimiento y desarrollo nacional, y acaso botín a lo largo de las últimas décadas.
Tras este hallazgo y su anuncio, el gobierno federal debería informar a detalle a la sociedad mexicana sobre el inicio de su operación, sus rendimientos y alcances reales, sobre las ganancias que arroje y sobre quienes participan y de qué forma en la explotación de esta riqueza nacional.
Pemex, a raíz del esquema de competencia abierta que trajo la reforma energética, hoy se enfrenta al reto de estar a la altura de otras grandes petroleras operativa y tecnológicamente. Deberá ahora ser mucho más eficiente, innovadora y transparente. El impulso que pueda dar el hallazgo de Ixachi I —de ser sabiamente aprovechado— es la oportunidad idónea para darle a Pemex el aire nuevo que tanto necesita.