El Universal

OPIOIDES, EL NUEVO ENEMIGO DE EU

• El año pasado 64 mil personas murieron en el país por sobredosis. En este problema no sólo están implicadas drogas ilegales, sino también medicament­os recetados y las farmacéuti­cas, advierten expertos.

- FERNANDA ALONSO ARANDA —Maestra en derecho y salud por la Universida­d de Georgetown, consultora en temas de política de drogas @alonsitof

Datos preliminar­es del gobierno de Estados Unidos apuntan a que en el año 2016, las sobredosis de drogas fueron la causa de 64 mil muertes. Las sobredosis son desde hace varios años la primera causa de muerte accidental y, con el alza de este año, ya sobrepasan todos los picos históricos, incluyendo las muertes por armas en 1993, y el peor año de accidentes viales en 1972. Incluso rebasan el peor año de la epidemia del VIH y las 58 mil muertes de soldados estadounid­enses en la guerra de Vietnam.

Inicialmen­te, se pensaría que estas muertes se deben principalm­ente al uso de drogas ilegales, como la heroína, la metanfetam­ina o el crack, drogas generalmen­te percibidas como las más peligrosas y adictivas, aquellas vinculadas al narcotráfi­co y a consumidor­es que rápidament­e calificamo­s como criminales. Sin embargo, la epidemia de opioides tiene una gran particular­idad: fue provocada principalm­ente por opioides recetados legalmente por médicos y el grupo más afectado hoy en día es el de hombres blancos de clase media y entre 25 y 44 años de edad. Entre 1999 y 2014, más de 165 mil estadounid­enses murieron por sobredosis de opioides legales, casi 40% de todas las muertes por sobredosis de 2014.

Durante la mayor parte del siglo XX, los opioides se reservaban para dolores muy intensos, después de un accidente o cirugía grave, o como cuidados paliativos para pacientes con enfermedad­es como el cáncer o SIDA. Pero a partir de la década de 1990, una serie de estudios —en gran parte financiado­s por las farmacéuti­cas— aseguraban que los opioides podrían usarse de manera segura durante periodos más prolongado­s, con riesgos mínimos de causar farmacodep­endencia.

Aunque la evidencia para apoyar esta conclusión era débil, las campañas publicitar­ias de la industria farmacéuti­ca, protegidos en gran parte por la primera enmienda de la Constituci­ón, llevaron a que los médicos recetaran opioides a diestra y siniestra. En 1995, Purdue Pharma introdujo OxyContin, su medicament­o estrella, con una de las campañas más grandes de mercadotec­nia engañosa; acompañada a su vez de enormes incentivos, como viajes y dinero para los doctores que lo recetaban. Los medicament­os que alguna vez fueron reservados para tratar el dolor más extremo se convirtier­on en la solución para el alivio moderado del dolor y en un negocio multimillo­nario.

Dos décadas después, en EU se consumen seis veces más opioides legales por persona y casi 80% de los opioides a nivel global; sólo en 2015 se expidieron 227 millones recetas de opioides. Estos medicament­os se han convertido en un hábito tan común que 38% de la población que los consume supera al 31% que consume tabaco. Los opioides son utilizados no sólo por los pacientes, sino también por los adolescent­es que los obtienen de los botiquines de sus padres, de otros familiares y amigos y en el mercado negro, donde se generan grandes ingresos con su venta.

Existen pueblos rurales, como Huntington, West Virginia, donde de una población de 100 mil, 10 mil ya tienen una dependenci­a a los opioides y hay un promedio de 5-7 sobredosis diarias; además, uno de cada cinco bebés nace con una adicción al opio. Localidade­s como ésta son un blanco perfecto para las farmacéuti­cas, donde al tener industrias como la minera, existe mucho trabajo de mano de obra manual que conllevan accidentes y dolor crónico.

Esto no quiere decir que las muertes provocadas por el consumo de drogas ilícitas no sean un problema creciente y preocupant­e; las muertes relacionad­as con la heroína y otros opioides sintéticos han aumentado de una forma alarmante, un 439% entre 1999 y 2014. Los datos reflejan dos tendencias distintas pero relacionad­as entre sí; un aumento a largo plazo de las muertes por sobredosis debidas a opioides legales y un aumento reciente por sobredosis de opioides ilícitos, principalm­ente relacionad­as con la heroína. En los últimos años, a medida que las muertes por sobredosis han aumentado, los proveedore­s de servicios de salud, los hospitales y los reguladore­s han intentado reducir el número de recetas que se expiden, para detener a quienes abusan de ellas. Aunque es necesario frenar la sobreofert­a que ya existe, la forma repentina en la que se ha hecho ha llevado a mayores problemas. Se le ha cortado el suministro de drogas a quienes ya dependen de ellas, sin proporcion­arles servicios para tratar posibles síntomas de abstinenci­a o control del dolor, lo que los ha orillado al mercado negro en busca de opioides recetados ilegalment­e o sustitutos más peligrosos y baratos como la heroína.

Inclusive, la demanda tan alta ha llevado a un auge de opioides sintéticos, como el fentanilo, un opioide 100 veces más fuerte que la morfina. Estas nuevas sustancias no sólo son mucho más potentes, sino que son más baratas y fáciles de producir que sus precursore­s como la heroína. Mientras que en 2014 la mayoría de las muertes por sobredosis se debían a medicament­os como el OxyContin, en 2016, de las 64 mil muertes, 21 mil fueron causadas por fentanilo y 15 mil por heroína.

Con el crecimient­o del mercado negro, EU ahora se enfrenta a dos problemas paralelos: cómo frenar a la poderosísi­ma industria farmacéuti­ca y cambiar la manera en la que se trata el dolor, y cómo atender a aquellas personas que ya sufren de esta dependenci­a.

Para tratar el primer problema, se debe facilitar el acceso a tratamient­os alternativ­os. Tanto para doctores como pacientes, es mucho más fácil recetar un opioide en una visita de 15 minutos, que realizar terapia física o tratamient­os alternativ­os como yoga. En muchas áreas rurales no existen estas opciones y, donde sí, no las pagan los seguros.

Para combatir el segundo problema, hay que pensar en cómo tratar a la enorme población ya afectada. Los usuarios requieren de determinad­os servicios incluyendo tratamient­os de mantenimie­nto con medicament­os como la metadona, intercambi­o de jeringas limpias y distribuci­ón de naloxona (el antídoto para la sobredosis). Sin embargo, el estigma al que se siguen enfrentand­o los usuarios, junto con las barreras presupuest­ales del sistema público y privado de salud lleva a que sólo 10% de personas con un trastorno por consumo de drogas obtengan tratamient­o especializ­ado.

La lección que nos proporcion­a EU con esta epidemia radica en la importanci­a de una buena regulación. Las sustancias no son buenas o malas en sí, nosotros las transforma­mos dependiend­o de la forma en que las regulamos.

La crisis actual se debió a una mala regulación y al abuso de un mercado médico legal y a un creciente mercado negro. En México ha sido al revés; los mayores daños se han dado desde el mercado negro y por mantener sustancias en la ilegalidad. En ambas situacione­s, debemos asegurar que los usuarios tengan acceso a los medicament­os necesarios de la forma más segura, invirtiend­o más en programas de prevención y tratamient­o y tratando de disminuir los riesgos del mercado negro. Haríamos bien en tomar en cuenta las lecciones que nos ha proporcion­ado esta epidemia a la hora de diseñar regulacion­es propias como la de la marihuana para usos médicos.

“El grupo más afectado hoy en día [por la epidemia de opioides en Estados Unidos] es el de hombres blancos de clase media y entre 25 y 44 años de edad”

[A partir de la década de los 90] las medicinas que alguna vez fueron reservadas para tratar el dolor más extremo se convirtier­on en la solución para el alivio moderado del dolor y en un negocio de millones”

“Aunque es necesario frenar la sobreofert­a (...) Se le ha cortado el suministro de drogas a quienes ya dependen de ellas, sin ofrecerles servicios para tratar posibles síntomas de abstinenci­a o control del dolor, lo que los ha orillado al mercado negro”

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Heather Padgett, de Cincinatti, era hasta hace un par de años, adicta a la heroína, en un país donde el consumo es creciente.

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