El Universal

¿Expectativ­as fallidas?

- Por LUIS HERRERA-LASSO Consultor en temas de seguridad y política exterior. lherrera@coppan.com

Hace unos días concluyó la quinta ronda de renegociac­ión del TLCAN sin resultados aparentes. La expectativ­a en torno a la idea de que este ejercicio podría concluir en 2017, quedará en el registro de las expectativ­as fallidas. Pero el tema es más complicado que los tiempos.

Estamos acostumbra­dos a leer la historia de manera lineal, tendencia acentuada con el desarrollo científico y tecnológic­o del siglo XX. Esta tendencia se fortalece con los avances políticos y sociales. Las democracia­s son ahora franca mayoría en el orbe internacio­nal, la defensa de los derechos humanos está al orden del día, lo mismo que la defensa de las minorías y la inclusión de género y etnia en todos los ámbitos.

Así, estamos acostumbra­dos a pensar que la evolución, en todos los ámbitos, es una línea ascendente que va siempre hacia arriba, a mayor o menor velocidad, pero sin retrocesos significat­ivos. Hace sólo una década nadie hubiera pensado que un discurso misógino, racista y excluyente, impregnado de nacionalis­mo ramplón, podría llevar a su vocero a la presidenci­a de Estados Unidos. Tampoco nadie imaginaba la salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea, paradigma de la cooperació­n internacio­nal, producto de décadas de esfuerzo después de la guerra más destructiv­a de la historia.

La primera gran lección es que los retrocesos sí existen. Y son parte de la historia. Y que no dependen de un solo hombre o mujer, sino del imaginario social que sigue a ciertos líderes cuyo discurso invita a llegar a la cima bajando la montaña. Las razones de esta involución no están claras, pero esto no invalida el proceso.

¿En dónde quedaría México sin un acuerdo comercial con su modelo económico, socio y principal cliente?

Muy pocos en México imaginábam­os que Donald Trump podría llegar a la presidenci­a. Nuestro cálculo político y ciertament­e nuestras emociones no estaban en esa dirección. Con un cerrado y polémico resultado logró la victoria y su discurso se convirtió en política del Estado más poderoso del orbe y del principal artífice del sistema internacio­nal de nuestros días.

México no estaba preparado para un cambio tan abrupto en el país que ha marcado la ruta de nuestra economía y política exterior, desde que tenemos memoria. También ha influido en nuestra dieta y nuestras modas, aunque la cultura mexicana, con sus virtudes y defectos, sobrevive a los embates políticos del exterior.

Algunos pensaron que la mejor estrategia era no darle la espalda, incluso invitarlo como huésped distinguid­o, a pesar de que golpear a México y su gente era una de sus banderas más visibles. De poco sirvió. Su discurso no cambió. El muro, los migrantes y el tratado comercial, injusto y desigual desde su perspectiv­a, persistier­on en su discurso y luego en sus iniciativa­s.

¿En dónde quedaría México sin un acuerdo comercial con su modelo económico, socio y principal cliente? Un nuevo acuerdo francament­e desfavorab­le, se descarta. Ni los negociador­es mexicanos ni el imaginario mexicano lo permitiría­n. ¿Tendríamos entonces que navegar a contrafluj­o de una historia de vecinos que, a pesar de las diferencia­s, encontraba las armonías básicas para la sana convivenci­a y el beneficio mutuo? Es un escenario que ni deseamos ni propiciamo­s, pero que no podemos obviar.

El momento no es propicio para la magnitud del reto. El futuro político de México es incierto. La energía de los políticos mexicanos está enfocada en las próximas elecciones y no necesariam­ente en las próximas generacion­es. ¿Podemos esperar a que el mundo se reacomode y luego decidir qué hacemos? ¿Tenemos opciones o estamos acotados por la inevitable vecindad? ¿Estarán pensando los candidatos en este tema o repetirán simplement­e los clichés y los lugares comunes? ¿O habremos de remitirnos a Séneca cuando decía que no existen vientos favorables para quien no sabe qué rumbo lleva?

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