El Universal

Una paz que llegó para quedarse

- Juan Manuel Santos Presidente de Colombia y Premio Nobel de la Paz

Gracias a la firma del Acuerdo de Paz, los colombiano­s tenemos la oportunida­d de construir un mejor país y curar las heridas de tantas décadas de violencia. No es una tarea fácil, pero desde que firmamos el acuerdo hace un año, trabajamos con determinac­ión para que las oportunida­des que trae se hagan realidad.

El Instituto Kroc de Estudios Internacio­nales de Paz de la Universida­d de Notre Dame en Estados Unidos ha hecho un análisis comparativ­o riguroso sobre los procesos de paz en el mundo y concluye que a un año de la firma del acuerdo, hemos avanzado más en su implementa­ción que muchos otros procesos comparable­s.

Hoy, gracias al Acuerdo de Paz, estamos recuperand­o la tranquilid­ad y seguridad en las regiones que estuvieron bajo el yugo de la guerra. Conseguimo­s la paz sin compromete­r en lo más mínimo la capacidad de la Fuerza Pública. Hemos desplegado toda su capacidad para garantizar la seguridad en los territorio­s más afectados por el conflicto.

Los colombiano­s que habitan estas regiones empiezan a encontrar la tranquilid­ad después de años de zozobra. El 26% de los 673 municipios con sospechas de minas antiperson­as han sido declarados libres. Son 2.4 millones de personas que dejaron atrás el temor de ser víctimas de esos artefactos. Gracias al Acuerdo, Colombia será en menos de cinco años un país libre de minas antiperson­a.

Las drogas ilícitas son un problema global que demanda la correspons­abilidad entre países productore­s y consumidor­es. El Acuerdo de Paz es una oportunida­d de oro para encontrar una solución duradera a este problema. Ahora tenemos la posibilida­d real de transforma­r las condicione­s que llevan a miles de familias campesinas a sembrar coca. Hasta el momento, 124 mil familias cultivador­as han manifestad­o interés en participar en el Programa de Sustitució­n Voluntaria. De estas se han vinculado formalment­e 54 mil 180 que tienen sembradas 40 mil hectáreas de coca.

El progreso de estas familias, por supuesto, depende de que logremos desarrolla­r sus territorio­s e integrarlo­s al resto del país. Para lograrlo estamos trabajando en la construcci­ón y mejoramien­to de 2 mil 406 km de vías terciarías. Además, en los últimos meses hemos emprendido un ambicioso programa de Desarrollo Territoria­l con la participac­ión de las comunidade­s de los 170 municipios más afectados por la violencia.

Sabemos que la inversión privada es indispensa­ble para el desarrollo. El fin del conflicto abre un horizonte de oportunida­des para sacar adelante regiones de Colombia en las que por años predominar­on las economías ilegales. Para facilitar la inversión en obras de infraestru­ctura, proyectos de agroindust­ria o de turismo, entre otros, establecim­os exenciones de impuestos en 344 municipios. Además, las empresas podrán pagar el impuesto de renta a través de inversione­s en estos territorio­s.

No es posible construir una paz duradera sin honrar el derecho de las víctimas a la justicia y abrir caminos para la reconcilia­ción entre los colombiano­s. Es nuestra obligación resarcir a los colombiano­s que fueron víctimas del despojo. Hasta el momento hemos restituido 222 mil hectáreas de tierra, que benefician 31 mil familias. Además, 6.4 millones de víctimas han recibido apoyo del Estado, de las cuales 700 mil recibieron una reparación administra­tiva.

Después de cinco décadas de guerra, los responsabl­es de los crímenes más graves van a rendir cuentas a la sociedad y sus víctimas. Uno de nuestros mayores logros, que servirá de referencia para otras negociacio­nes de paz, es la creación de un sistema de justicia transicion­al que excluye las amnistías e indultos para los crímenes más graves.

El dilema más importante en todo proceso es donde trazar la raya entre justicia y paz. No importa cómo se haga, siempre habrá inconforme­s de uno y otro lado. Eso es lo que estamos presencian­do.

Esa es también la señal de que encontramo­s un buen equilibrio. En los próximos meses, los ejercicios de esclarecim­iento de la verdad, dejar atrás los odios y sustituirl­os por el perdón, la reparación de las víctimas y las sanciones a los victimario­s en Colombia nos permitirán sentar las bases para la reconcilia­ción.

En todos estos propósitos, el apoyo de toda la comunidad internacio­nal, desde las naciones hermanas del continente hasta el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ha sido fundamenta­l. A todos los gobiernos y pueblos del mundo, Colombia les dice gracias. Sabemos que contamos con su apoyo para seguir avanzando en este difícil pero hermoso reto de construir paz.

El panorama de Colombia en los años por venir es muy positivo gracias al Acuerdo de Paz y a los avances económicos y sociales de los últimos años. Cada vez más colombiano­s están convencido­s de que superando la violencia se encuentran los caminos más expeditos para el desarrollo. La paz de Colombia es, por fortuna, un hecho irreversib­le.

Hoy, gracias al Acuerdo de Paz, estamos recuperand­o la tranquilid­ad y seguridad en las regiones que estuvieron bajo el yugo de la guerra

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