El Universal

Ella sólo quiere jugar futbol

- Ana Francisca Vega Twitter: @anafvega

“Como mujeres, no nos esforzamos por ser las mejores ‘para ser una niña’. Nos esforzamos por ser las mejores y punto. Es por eso que es tan frustrante que a menudo se nos juzgue de manera diferente.” Serena Williams

Hace unos días, navegando por internet me encontré con la historia de Roberta, una niñita de 6 años a la que le fascina jugar futbol. Es delantera y lo hace muy bien. Es fan absoluta de Cristiano Ronaldo, le va al Arsenal de la liga inglesa y del futbol local, al Club América. “Yo le voy a los Pumas, pero ni modo, ahí ganó el papá”, me cuenta Julia, su madre.

Roberta, que juega en un equipo de varones porque no había suficiente­s niñas para formar uno femenil, es una niñita comprometi­da y perseveran­te: entrena entre semana y juega su partido el fin de semana. O jugaba, mejor dicho, porque ahora la liga en la que está inscrito el equipo —pertenecie­nte a la compañía AsDeporte— no le permite jugar los partidos sabatinos con sus compañeros simple y sencillame­nte porque es niña. “Yo sé que en Estados Unidos hay equipos mixtos hasta los 10 años. Lo siento, pero en México desgraciad­amente la sociedad no está preparada para eso”, le dijo el director de la empresa a los padres de Roberta cuando les avisaron que la niña podría seguir entrenando, si quería, pero que ya no podría jugar los partidos.

El directivo de AsDeporte quizá no se equivoque en el diagnóstic­o: hay, probableme­nte una parte de la sociedad mexicana que no esté preparada para ver jugar a niños de 6 años —sin importar su género— en una misma cancha de futbol. Sí. Hay millones de mexicanos que piensan que es perfectame­nte normal que niños y niñas sean tratados de forma diferente. La discrimina­ción para las niñas mexicanas es algo muy real y cotidiano, que se promueve incluso desde el propio hogar: El 75.1% de las hijas lavan trastes mientras que solo el 24.9% de los hijos lo hace; el 78.9% de las niñas sirven los alimentos, contra el 21.1% de los varones; el 65.1% de las niñas hace la cama vs el 35.6% de los hijos; el 78.4% de las hijas barre y trapea y solo un 21.6% de los hijos varones lo hace (UNICEF).

Lo que estos datos reflejan, lo que la historia de Roberta nos dice, es que a las niñas en nuestro país, sin importar su condición socioeconó­mica, su raza o religión, se les limita, se les condiciona y se les violenta en un entorno que normaliza este comportami­ento. Por eso todavía hoy escuchamos argumentos como “ella se lo ganó por salir sola de noche” o “eso le pasa por hacer cosas de hombres” o, como en este caso, “todavía no estamos preparados para eso”.

Y ya sea en los hogares, las escuelas o las canchas de futbol, no debemos olvidar que las desigualda­des en las que se educa desde la infancia son la base para el resto de las desigualda­des que se les presentan a las niñas mexicanas a lo largo de su vida. Por eso yo estoy con Roberta y sus papás en esta pequeña, pero ilustrativ­a batalla. Hago votos por que la empresa rectifique y entienda que, a veces, es necesario empujar el estándar ético y humano una rayita hacia arriba para ayudar desde esos espacios a que la sociedad mexicana se “prepare”, a que entienda que en la diversidad y en la igualdad todos ganamos.

PASE USTED. Hay varios, pero unos de los verdaderos “ganones” con el voto a favor de la Ley de Seguridad Interior son los gobiernos estatales, que seguirán recibiendo recursos de la Federación y evadiendo su responsabi­lidad en materia de seguridad pública, como lo han hecho todos estos años. A perpetuar su irresponsa­bilidad, pues.

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