El Universal

Amnistía, la solución más simple

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La insegurida­d y violencia en nuestro país son flagelos que no terminan. Por el contrario, a lo largo de los últimos años, el fenómeno se recrudeció de tal modo que significó la muerte de miles de mexicanos. Con la venia de las redes de corrupción instaladas en los aparatos gubernamen­tales, el crimen organizado sigue ahí, a pesar de los esfuerzos de los gobiernos de distintos niveles para debilitarl­o y disminuir sus impactos negativos.

Ante esta realidad, el presidente de Morena, Andrés Manuel López Obrador, anunció que no descarta la posibilida­d de ofrecer una amnistía a líderes del crimen organizado con el fin de garantizar paz en el país. Si bien la estrategia contra el narcotráfi­co, emprendida hace 10 años, no ha ofrecido los resultados esperados y merece replantear­se, el perdón a quienes han herido con su violencia a la sociedad mexicana no es viable.

Según especialis­tas en la materia, las treguas pactadas entre gobiernos y narcotrafi­cantes, ocurridas en naciones como Colombia o El Salvador, tienen algunos aspectos positivos, pero también es cierto que suelen terminar a mediano plazo en incremento­s en los índices de violencia. Es decir, la corrupción institucio­nal detrás del crimen organizado sale a la luz, pero al final no se neutraliza a ninguna de estas problemáti­cas.

El sistema judicial mexicano es otro elemento a considerar frente a una propuesta de estas caracterís­ticas. La debilidad de este aparato, aunado a las redes de corrupción que ahí se instauraro­n y que se alimentan del fenómeno delictivo, hacen de una eventual amnistía un problema potencial de alto impacto. ¿Quién sería sujeto de indulto y bajo qué criterios?

Existen diversas regiones del país a las que no cubren los brazos del Estado de derecho. Ahí, las reglas las hace el crimen organizado y es donde la democracia, la legalidad, la transparen­cia y la rendición de cuentas son solo conceptos sin forma frente a la brutal realidad que imponen a punta de pistola las bandas criminales. Pero este no es el reto más grave.

La penetració­n cultural del crimen organizado en amplias zonas de la geografía nacional hace inviable una amnistía a los narcotrafi­cantes, a quienes lastiman de forma cotidiana la paz social. Es imposible que esta propuesta funcione en aquellos lugares donde la figura de los criminales es enaltecida porque se han vuelto un modelo aspiracion­al para los más jóvenes.

El fenómeno del crimen organizado tiene raíces culturales e institucio­nales; ha florecido en una sociedad que normalizó la violencia y la corrupción gubernamen­tal. La amnistía a narcotrafi­cantes es, quizá, la solución más simple ante la complejida­d del panorama de violencia. Resolver un problema de esta magnitud requiere tiempo, paciencia y claridad de objetivos. Para obtener una solución común en el marco del Estado de derecho, en esto hay que trabajar.

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