El Universal

El año de la corrupción

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2017 en México bien podría ser el “año de la corrupción”. Sin lugar a la duda, debido a los múltiples escándalos de este tipo que pudieron conocerse en el país a lo largo de los últimos doce meses, en la mente del mexicano, además de la creciente insegurida­d, el tema de la corrupción —y el enojo y reclamos para combatirla y sancionarl­a— fue lo que predominó en eso que llamamos la discusión pública.

Y no era para menos. Prácticame­nte en ningún momento del año la sociedad mexicana —y la propia clase política— dejaron de hablar del tema, algo obligado debido a esta presencia constante de algún caso de corrupción que involucrar­a a gobernador­es, ex gobernador­es, alcaldes, miembros del Congreso de la Unión, partidos políticos y un largo etcétera que incluye a la iniciativa privada y a particular­es.

Pero fueron precisamen­te gobernador­es y ex gobernador­es quienes dominaron la escena de los casos de corrupción, con un total de siete ex mandatario­s en la cárcel (tres detenidos en años anteriores), uno prófugo y seis con procesos abiertos. 2017 es con esto el año con más ex mandatario­s estatales señalados por delitos como corrupción, desvíos, enriquecim­iento ilícito, lavado de dinero y hasta nexos con la delincuenc­ia organizada. Este año también quedaron en prisión cinco presidente­s municipale­s y dos ex alcaldes, y otros 70 están bajo investigac­ión.

Y alrededor de ellos tejieron una red de empresario­s y funcionari­os que los encubriero­n y participar­on de sus ilícitos. Como botón de muestra, en los estados de Jalisco, Morelos, Durango, Nuevo León, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora y Veracruz este año las Fiscalías Anticorrup­ción abrieron o investigan a unas 600 personas.

En resumen, la corrupción en 2017 cobró una dimensión monstruosa que muy probableme­nte ya tenía desde hace años, pero que hasta estos meses conocimos a cabalidad. A esto ayudó la propia presión social en el tema y la creación del Sistema Nacional Anticurrop­ción —aún ácefalo, cabe mencionar.

Y ahora que el proceso electoral federal más grande de la historia del país está en marcha, con seguridad escucharem­os a los candidatos a puestos de elección popular hacer promesas para erradicar esta lacra. Pero simples promesas no bastan.

Por su importanci­a, sin duda el tema debe estar en primera línea de las campañas. Sin embargo, cabe esperar que el discurso y la propuesta de solución de los aspirantes vaya más allá de las naturales mutuas acusacione­s en tiempos de campaña. Hoy se requieren propuestas sólidas, planes realistas, con fundamento. En suma, una verdadera estrategia con base en los nuevos instrument­os anticorrup­ción, y no sólo en voluntaris­mo.

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