El Universal

LSI: cuidar la integridad de las personas

- Por JORGE A. CHÁVEZ PRESA Economista. @jchavezpre­sa

Desde hace casi 14 años la demanda más sentida de la población ha sido seguridad. Así lo empezamos a manifestar en junio de 2004 cuando cientos de miles salimos vestidos de blanco alas calles de Ciudad de México a exigirle a la autoridad que hiciera su trabajo. Pedimos pacíficame­nte al jefe de Gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador, que cumpliera con su obligación de garantizar­nos nuestra integridad física y patrimonia­l. Era un llamado también para el gobierno federal, para todos los gobernador­es y presidente­s municipale­s del país.

Hoy la falta de seguridad en todo el país es la principal preocupaci­ón del ciudadano de a pie, de los empresario­s, de los periodista­s, de los analistas que asesoran en la toma de decisiones de inversión, la lista podría continuar. La Encuesta Nacional de Victimizac­ión y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe), dada a conocer por el Inegi en septiembre de 2017, indica que el 61% de la población mayor de 18 años percibe la insegurida­d como el principal problema. Muy por arriba de este porcentaje aparecen en orden de gravedad CDMX, Edomex, Colima, Guanajuato, Tabasco y Tamaulipas. Esta edición de la Envipe intensific­a la luz roja, pues la percepción ha venido in crescendo; en 2012 la percepción de insegurida­d fue de 57.2%.

También la Encuesta sobre las Expectativ­as en Economía del Sector Privado que publica Banxico, muestra en su medición del 15 de diciembre pasado que el principal factor que podría obstaculiz­ar el crecimient­o de la actividad económica en México es la insegurida­d pública. Esta preocupaci­ón está muy por encima de la incertidum­bre cambiaria, de la debilidad en el mercado interno y de la incertidum­bre política interna, principalm­ente.

Dicho lo anterior, el Estado mexicano a través de sus distintos órdenes de gobierno nos queda a deber mucho. De ahí que la publicació­n de la Ley de Seguridad Interior (LSI) es un paso fundamenta­l para articular a todos los responsabl­es del uso legítimo de la fuerza que nos permitan recobrar la tranquilid­ad. Es increíble la sarta de comentario­s irresponsa­bles que se han hecho sobre esta ley. Ésta es una auténtica prueba de fuego para quienes tenemos la responsabi­lidad de opinar sobre todo aquello que afecta el interés público. Y digo que muchos de los comentario­s han sido irresponsa­bles porque ni siquiera se han molestado en leer la LSI, ya no digamos su exposición de motivos y menos aún relacionar­la con los artículos 73 y 89 de la Constituci­ón y la Ley de Seguridad Nacional, la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública, por citar las más importante­s.

Definitiva­mente miente quien afirma que la LSI va a militariza­r al país. Perdón, pero hoy en día, basta salir por carretera, tomar un vuelo en cualquier aeropuerto, para constatars­e de que hoy en día las Fuerzas Armadas están haciendo tareas que no les correspond­e. Por el contrario, la LSI mete orden para definir cuándo se detona la entrada de fuerzas federales que incluyen a las Fuerzas Armadas. La situación actual de insegurida­d al interior del país se ha dado por haber carecido de los protocolos requeridos para que entren los refuerzos federales cuando la capacidad de la fuerza legítima que pueden ejercer gobiernos municipale­s y estatales ha sido rebasada.

La LSI protege explícitam­ente en su artículo 8° a “las movilizaci­ones de protesta social o las que tengan un motivo político-electoral que se realicen de conformida­d con la CPEUM, bajo ninguna circunstan­cia serán considerad­as como Amenazas a la Seguridad Interior, ni podrán ser materia de Declarator­ia de Protección a la Seguridad Interior”.

Lo único que sí puedo concluir después de leer y analizar la LSI son cuatro cosas: 1) necesitamo­s fortalecer los mecanismos de incentivos para castigar y premiar a los malos gobernante­s que se olvidan de que su principal responsabi­lidad es cuidar las vidas y patrimonio de las personas; 2) gobernar es sinónimo de hacer efectivo el cumplimien­to de la Ley en el territorio para el cual fueron electos; 3) el federalism­o mexicano está pasando por una de sus peores crisis, y tiene que replantear­se para realinear a los tres órdenes de gobierno a servir a toda la población; y 4) nuestros gobernante­s y nuestros políticos se han preocupado más por distribuir y aumentar el número de regalos a costa de la calidad y efectivida­d de los servicios públicos. Sin seguridad no hay nada, la seguridad es la base fundamenta­l para la justicia, la prosperida­d y la equidad.

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