El Universal

“Arreglar Niños Dios es recibir muchas bendicione­s en un mes”

• Desde hace 20 años, Ramiro retoca figuras de varios tamaños en Navidad

- CLAUDIA GONZÁLEZ —metropoli@eluniversa­l.com.mx

San Mateo Atenco.— Un brazo, una pierna o la cabeza rota son las compostura­s que con mayor frecuencia le piden a Ramiro Hernández, un artesano instalado en la plaza principal de San Mateo Atenco, municipio mexiquense. Este hombre de 45 años se dedica al arreglo de Niños Dios, los que más llegan a los talleres después del 12 de diciembre, cuando recogen a las vírgenes de Guadalupe.

En uno de los 20 establecim­ientos de la pequeña feria navideña que inició con el último mes del año, platicó que en esta temporada llegan hasta 200 o 300 figuras, algunas completame­nte destruidas porque al vestir o desvestir al niño se quiebran de algunas partes, sobre todo de los brazos y la cabeza.

“Llegan de todos tamaños, tenemos algunos monumental­es, pero los arreglos van de los 120 a los 200 pesos. Depende de si se trata de colocar los ojos, igualar el tono de piel; algunos quieren colores distintos, por decir: si eran rositas los quieren más morenitos”, platicó.

El artesano desarrolla esta actividad desde hace casi 20 años, pues comenzó como una herencia desde el bisabuelo. “No es que nos guste mucho hacer este tipo de trabajo, sino que no podemos trabajar en otra cosa o estudiar, porque la economía no es suficiente y decimos que al aprender a hacer esto es una forma de salir adelante”, narró.

En su puesto de lámina se observan figuras de todos tamaños, algunas no rebasan los dos centímetro­s; otros no están dañados, pero los llevan para que les den una “arregladit­a”.

“Es su cumpleaños, nacieron el 24 de diciembre, por eso se les arrulla, les cantamos, les regalamos dulces, para eso deben estar bien presentado­s”, dijo.

Los tonos de piel dependen del gusto del cliente, pero sobresalen los güeros, que son los más vendidos. Los monumental­es tienen su propio estilo, pero la mejor forma de saber qué les hace falta es conocer a las dueñas, principalm­ente mujeres ancianas que le cuentan a Ramiro las historias de sus niños.

El sonriente artesano que no para de lijar, dice que es una de las mejores épocas para estos trabajador­es, y aunque deben invertir más de un día, según el caso que atendido, es un “honor para nosotros poder darle una manita de gato al Jesús de cada casa, es como llevarnos varias bendicione­s sólo en este mes”.

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Ramiro Hernández repara Niños Dios en esta temporada, un oficio familiar que se remonta hasta su bisabuelo.

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