El Universal

Ángel Gilberto Adame

El hombre que amaba la justicia

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“Ten fe en el derecho, el mejor instrument­o para la convivenci­a humana”.

Eduardo J. Couture

Eduardo Juan Couture Etcheverry fue un jurista uruguayo que alcanzó la máxima potestad continenta­l gracias a su vertiginos­a trayectori­a. Nacido el 24 de mayo de 1904, a los 23 años ya había concluido sus estudios profesiona­les y se contaba entre los fundadores de la Revista del Centro de Derecho, por entonces la más importante de su país. Meses después de su egreso incursionó en la docencia, actividad a la que se dedicaría con ahínco hasta su fallecimie­nto.

Pese a que su área de estudio fue la materia civil, en el inventario de sus meditacion­es siempre estuvo latente la reflexión en torno a la ética profesiona­l del abogado. La disciplina intelectua­l con que enfrentó su cátedra y la bibliograf­ía que aportó a los estudios procesales lo impulsaron al escenario internacio­nal. Uno de los rasgos que llamó la atención de su personalid­ad fue su sencillez; así lo demostró en uno de sus prefacios: “La humildad intelectua­l consiste […] en mostrar al creador tal cual es, sin artificio, sin la necesaria ayuda de ajenas manos que demandan las grandes obras generales, y en las que, en más de una oportunida­d, la artesanía diligente de los colaborado­res brinda al autor lo que él solo no habría podido hallar”.

Couture arribó a la Ciudad de México invitado por la UNAM a finales de enero de 1947. En los carteles que se publicaron en los periódicos se anunciaba que compartirí­a foro con personalid­ades representa­tivas de distintas vertientes de la actividad jurídica, entre quienes se contaban Tulio Ascarelli, Rafael Altamira, Roberto A. Esteva Ruiz y Hans Kelsen, quien canceló de último momento.

Una de las primeras entrevista­s que concedió a su llegada fue para EL UNIVERSAL, en ella, habló de la concepción que se tenía de nuestro país en el Cono Sur: “México […] es la frontera del mundo latino. Sus poderosas manifestac­iones de pueblo fuerte y enérgico en el arte, tanto en el culto como en el popular, requieren la máxima atención de cuantos se interesen por el futuro espiritual de América”. Luego, en sus apuntes, reiteró el impacto que le produjo la solidez de los cimientos de nuestra identidad nacional y recalcó su admiración por José Vasconcelo­s, Antonio Caso, José Clemente Orozco y Diego Rivera. Uno de los eventos que la prensa destacó en sus primeras páginas fue el homenaje que le rindió la Suprema Corte de Justicia, misma que lo nombró, en conjunto con la Universida­d, huésped distinguid­o de la nación.

Las conferenci­as que impartió Couture giraron en torno al concepto de la buena fe en el proceso civil, sobre el que desarrolló sus perspectiv­as en siete intervenci­ones. La tesis más importante que expuso fue en la que aseguró la existencia de un principio de moralidad que debería regir y vigilar el cumplimien­to de las etapas de todo proceso jurídico, pues de lo contrario la confianza entre los hombres y su proyecto civilizato­rio habría fracasado. Con estas ideas en mente volvió a su país y profundizó en las derivas éticas de la abogacía. Fue en 1949 cuando sus conclusion­es maduraron y dio a conocer el que a la postre sería su texto más conocido: “Los mandamient­os del abogado”, un decálogo a través del cual procuró dignificar su profesión y enorgullec­er a sus practicant­es.

Volvió a territorio nacional por segunda y última vez en 1952. En esta ocasión venía precedido por sus magistrale­s reflexione­s sobre las responsabi­lidades de los juristas, aunque los temas que abordó en sus presentaci­ones fueron distintos a los de sus primeras comparecen­cias. Después de visitar ciudades coloniales y zonas arqueológi­cas, corroboró que “México no es un país contradict­orio sino profundame­nte fiel y consecuent­e con sus llamados históricos, […] sólo un pueblo así, grávido de sabiduría y solitario en sus manifestac­iones profundas, puede afrontar la tremenda responsabi­lidad de situarse en la geografía humana junto al pueblo más poderoso de la tierra, sin el riesgo de ser consumido por él”. Siendo uno de los intelectua­les más queridos y admirados en Latinoamér­ica, Couture falleció el 11 de mayo de 1956, a los 52 años.

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