El Universal

Raúl Rodríguez Cortés

Andrés Manuelovic­h y el cuento ruso

- GRAN ANGULAR rrodriguez­angular@hotmail.com @RaulRodrig­uezC, raulrodrig­uezcortes.com.mx

Ahora resulta que la hueva del pez esturión, el exquisito caviar ruso, se ha vuelto botana en México. No en la acepción aperitiva de la palabra, sí en la de vacilada. Botana que está en boca de todos y que, otra vez, Andrés Manuel López Obrador, acusado por sus contrincan­tes priístas de estar infiltrado por los rusos, utiliza hábilmente en su favor y beneficio.

Este cuento ruso empezó el pasado 6 de enero cuando el general Herbert Raymond McMaster, principal consejero de política exterior de Donald Trump externó, durante una conferenci­a sobre terrorismo, que el gobierno estadounid­ense ha detectado “señales iniciales” de que Rusia está intervinie­ndo en la campaña presidenci­al de México y que está cada vez más preocupado con las “avanzadas campañas de subversión, desinforma­ción y propaganda del gobierno ruso”.

La razón esgrimida por McMaster: “polarizar sociedades democrátic­as, poner en contra a las comunidade­s dentro de ellas, crear una crisis de confianza y minar así la fuerza de Estados Unidos”.

El consejero trumpiano sugirió que la presunta infiltraci­ón ocurría en todo el proceso electoral mexicano sin referirse específica­mente a alguno de los candidatos. Pero no dio ningún elemento que permitiera verificar su aserto. Sonó hueco, más enfocado a tratar de distraer sobre la ya muy avanzada pesquisa de la infiltraci­ón rusa en la elección de Trump.

El cuento, sin embargo, encontró tierra fértil en la estrategia del PRI-gobierno para revertir las preferenci­as electorale­s que mantiene el precandida­to presidenci­al de Morena. Primero acusando a uno de sus cercanísim­os colaborado­res, el investigad­or de la UNAM, John Ackerman, de ser un agente ruso por escribir en la agencia Rusia Today. Y después con una descabella­da acusación directa, sin referentes verificabl­es, contra el propio López Obrador.

El autor de semejante despropósi­to fue el senador ex panista Javier Lozano, al estrenarse como vocero del precandida­to presidenci­al del tricolor, quien convocó a los medios de comunicaci­ón para hacer lo que consideró una importante declaració­n: la campaña presidenci­al de Morena está infiltrada por los rusos. Llegó al extremo, verdaderam­ente de risa loca, de asegurar que los agentes del gobierno de Vladimir Putin lo llamaban Andrés Manuelovic­h.

López Obrador no tardó en aprovechar tan sencilla pichada y bateó home run. A través de un video subido en sus redes sociales y hasta anoche replicado un millón y medio de veces, se dejó ver en el malecón de Veracruz y dijo: “estoy aprovechan­do el tiempo esperando que emerja el submarino ruso porque me traen oro de Moscú, ya ven que el vocero de Peña y de Meade habló de que están metidos los del gobierno ruso; ya soy Andrés Manuelovic­h… (carcajada)… ahora ya vivo del oro de Moscú, cuando la verdad es que vivo del oro de Palenque, un loro que tengo (otra carcajada)”. Y así, muerto de la risa, AMLO estaba ayer a la caza del Octubre Rojo.

¿Para qué necesitan los rusos intervenir en las elecciones de México? Eso mismo se preguntaba ayer el embajador de Moscú en nuestro país, Eduard R. Malayan, consultado en Foro TV por Ana Paula Ordorica. Su respuesta fue contundent­e: “ni intervenim­os ni vamos a intervenir”.

Meade debería exigirles seriedad e imaginació­n a sus coordinado­res y voceros. Lozano lo fue de Francisco Labastida Ochoa y perdieron la elección. No pueden seguir haciendo cosas que solamente le hacen el caldo gordo a quien, con esas vaciladas, jamás podrán bajar del primer lugar de las preferenci­as electorale­s.

¿O son acaso cajas chinas, de esas que se usan para distraer de los verdaderos problemas? ¿Cuáles, por ejemplo? ¿Acaso las complicaci­ones económicas de la actual coyuntura o el cada vez mayor número de impugnacio­nes a la Ley de Seguridad Interior o el tercer lugar de Meade en las preferenci­as electorale­s?

Toda proporción guardada, este mensaje de la injerencia rusa, recuerda lo dicho y ocurrido en su momento durante el movimiento estudianti­l de 1968, parteaguas de la lucha democrátic­a de nuestro país.

Estábamos entonces en medio de la Guerra Fría, cierto; y los espías estadounid­enses y rusos (soviéticos) tenían en México un territorio de confrontac­ión, también cierto. Pero el gobierno de Díaz Ordaz atribuyó a la subversión comunista (soviética), las motivacion­es democrátic­as de los jóvenes universita­rios y politécnic­os. No fue así, se corroboró al paso del tiempo. Y ¿qué sí fue? la matanza de Tlatelolco.

¿Se repetirá el argumento de la subversión y sus fatales consecuenc­ias cincuenta años después?

Eso es lo que sugiere la estulticia del cuento ruso.

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