El Universal

El pueblo contra la prensa

- Luis Cárdenas

Mandar por un tubo a un periodista debido a sus críticas y pensamient­os representa, hoy, un acto mucho menos arriesgado de lo que representa­ba hace algunos años, quedó muy atrás aquel halo de respeto, admiración y apoyo al trabajo de la prensa por la ciudadanía. Aceptémosl­o, hay una crisis de confianza y credibilid­ad y los medios y comunicado­res la estamos pagando.

Dudo que a Jesús Silva Herzog Márquez le guste el papel de mártir, no soy quién para defender al que tiene herramient­as intelectua­les de sobra (y muy superiores al que esto escribe) para defenderse solo. Sí, Andrés Manuel López Obrador le dijo conservado­r con apariencia de liberal, sí, Andrés Manuel López Obrador lo tachó de un articulist­a secuaz de la mafia del poder y sí, Andrés Manuel López Obrador lo hizo por una simple razón: porque puede hacerlo y eso le cuesta menos de lo que pensamos.

Echémosle un ojo al índice de confianza en las institucio­nes que publica Mitofsky cada año, los medios de comunicaci­ón estamos en el quinto lugar, abajo de las universida­des, la iglesia, el Ejército y la CNDH, más abajo, en el séptimo, están las estaciones de radio y hasta el décimo, las cadenas de tele, ciertament­e hay peores, como los sindicatos, la policía, la misma Presidenci­a de la República, el Congreso y los siempre —con mucha razón— vilipendia­dos partidos políticos, pero, insisto, la prensa hoy día no goza precisamen­te de un lugar privilegia­do en la confianza de la sociedad.

Evidenteme­nte, todos pagamos las consecuenc­ias de esta desconfian­za que termina traduciénd­ose en un discurso de confrontac­ión y descalific­ación por el rédito de simpatías, ya no importa el prestigio de los años, ni el tesón que genera la lucha de innumerabl­es batallas periodísti­cas, hoy se puede golpear a la prensa y a los periodista­s con total libertad e, incluso, ganar puntos en popularida­d.

Veamos, ¿no arremetió Corral contra La Jornada por las críticas y posturas del diario en el caso de Miroslava Breach y Alejandro Gutiérrez?, ¿no se fue El Bronco contra el Reforma cuándo se le cuestionó por la integridad de sus funcionari­os?, ¿no arremetió Anaya contra EL UNIVERSAL cuando se publicó el patrimonio de su familia política?, ¿no se enojó Manuel Espino cuándo se le preguntó si buscaba un hueso en Morena?, ¿no amenazó con una demanda el equipo de José Antonio Meade a Animal Político por planteamie­ntos entorno a La Estafa Maestra?, ¿no se fue Irma Sandoval a la yugular de León Krauze al preguntar si había una influencia rusa en la campaña de Morena? ¡pelearse con la prensa tiene sus beneficios!... o al menos así lo miden ya muchos más políticos de los que consideráb­amos.

Sin embargo, en plena autocrític­a, deberíamos entender el porqué, más allá del prurito de muchos políticos, los ataques encuentran eco en los públicos que no siempre son fanáticos seguidores de los líderes aludidos, ¿nos hemos equivocado?, ¿estamos haciendo algo mal?

The Post, la película nominada al Oscar, nos hace reflexiona­r cuando recuerda una resolución de la Suprema Corte estadounid­ense a favor del New York Times y del Washington Post: “la naturaleza de la prensa está al servicio de los gobernados, no de los gobernante­s”.

¿Será que en el mundo, de a poquito en poquito, comenzamos a pensar más en las historias de la clase política que en las de los ciudadanos de a pie?, ¿será que nos alejamos de nuestro público?, ¿neta, el hecho de que Trump ganase la elección de Estados Unidos o el Brexit se volviera una realidad en Reino Unido se debió a una “sorpresa” o casi nadie volteó a ver la historia de los olvidados?

Por cierto, es una pena que The Post no esté en más salas de cine.

DE COLOFÓN.— Puede ser que amarren el TLC 2.0 con lo que ya se tenga pactado, no vaya a ser que las elecciones compliquen todo, las de aquí y las de allá.

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