El Universal

Triunvirat­o de la opacidad

- Por LOURDES MORALES CANALES Coordinado­ra de la Red por la Rendición de Cuentas, profesora asociada del CIDE

El desaseo con el cual se ha llevado a cabo el proceso de renovación de los comisionad­os del órgano garante de transparen­cia de la Ciudad de México es apenas el principio de una larga batalla que ha exhibido a diputados y que ya se disputa en tribunales. Todo empezó en julio del año pasado. Apenas habían transcurri­do cinco meses de la laureada aprobación de la Constituci­ón de la Ciudad de México cuando se cumplió el plazo normativo para que la Asamblea Legislativ­a aprobara el paquete de leyes que daría vida al sistema anticorrup­ción de la ciudad.

Parecía lógico que los muchos avances en materia de transparen­cia y combate a la corrupción que ya están incorporad­os en la Carta Magna, como el derecho a la administra­ción y el buen gobierno, fueran incorporad­os a las leyes pendientes. Sin embargo, esto no fue así. Al parecer, a los legislador­es les incomodó tanta transparen­cia y desde la Comisión de Gobierno se promovió la aprobación, sin consulta ni debate, de un paquete de leyes con varias disposicio­nes contrarias a los avances de la Constituci­ón (como la designació­n de un fiscal carnal y un secretario técnico a modo). De pasada, los legislador­es aprovechar­on y de un plumazo realizaron una reforma adicional a la ley de transparen­cia y rendición de cuentas de la Ciudad para renovar anticipada­mente a los Comisionad­os de transparen­cia. Según esa ruta, en un periodo menor a un mes y medio se realizaría­n más de 160 designacio­nes (entre magistrado­s, fiscales, contralor, órganos internos de control y demás cargos del sistema anticorrup­ción). Sin embargo, los sismos de septiembre cambiaron los planes y las designacio­nes tuvieron que posponerse. Tras meses de silencio, el 22 de diciembre, la Asamblea Legislativ­a trató de dar un “madruguete” otorgando solamente cuatro horas para que se inscribier­an los candidatos. Las críticas fueron inmediatas por lo que los diputados tuvieron que llevar el proceso hasta la primera quincena de enero. La presión de varias organizaci­ones y académicos obligó a que, tal y como lo ordena la ley de transparen­cia vigente, se publicaran los currículum­s de los candidatos, se transmitie­ran las audiencias y se realizaran preguntas. Sin embargo, los legislador­es testaron de las hojas de vida datos fundamenta­les —como la fecha de nacimiento— lo cual permite constatar si se cumple o no con los requisitos de ley. Comparecie­ron 67 candidatos de los cuales 19 fueron mujeres. Aunque en el listado de candidatos hay gente con experienci­a y liderazgo, muchos otros son cercanos a los partidos políticos o de plano inelegible­s como Salvador Frausto, ex director Jurídico y de Gobierno de Coyoacán, Francisco Varela, que no cumple con la residencia, o René Muñoz Vásquez de la Fundación Colosio.

Así que, una vez concluido el proceso, desde la Comisión de gobierno, el triunvirat­o de la opacidad encabezado por Leonel Luna y Mauricio To ledo delPRDyJor­geR omero del PAN ordenaron ampliarelp lazo de recepción de postulacio­nes para“favorecerl­a participac­ión de mujeres”. Poco importó que dentro de las candidatas hubiera perfiles con probada trayectori­a en la materia y con independen­cia política como Gabriela Morales y Maricarmen Nava. Tampoco les importó vulnerar la seguridad jurídica del proceso y la legitimida­d del Infodf, lo cual ha motivado la existencia de al menos cuatro amparos. La designació­n del Comité de Participac­ión Ciudadanap­arece ir por la misma ruta, los reducido s plazos para convocar al comité de selección muestran las intencione­s para que el triunvirat­o de la opacidad, el mismo que en diciembre se otorgó la facultad de opinar sobre el destino de más de 7 mil millones del Fondo de Reconstruc­ción por la tragedia del sismo y 7 mil 28 millones de ampliacion­es presupuest­ales a delegacion­es, otorgue cargos, maneje recursos y construya un cinturón de impunidad en el cual no haya ni por asomo transparen­cia y fortaleza en las institucio­nes clave para la rendición de cuentas.

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