El Universal

El PRI de Octavio Paz…

- Por JORGE CAMIL Analista político

Tras la “victoria panista” de Vicente Fox publiqué un artículo titulado ¿PRI:RIP? (La Jornada 4/8/00). Veinte años después el partido sigue atrapado en el mismo dilema existencia­l. ¿Y la ideología? Se echó por la borda hace mucho tiempo, cuando los gobernador­es descubrier­on que no congeniaba con los negocios.

Buscando evitar temas incómodos durante la campaña el PRI contrató a un candidato presidenci­al externo sin “lazos visibles” con el partido; una especie de gerente general para “México, S.A.”. ¿Y la corrupción, y la impunidad y los gobernador­es que andan a salto de mata evadiendo ordenes de aprehensió­n? Todo eso pretende resolver el candidato externo: borrón y cuenta nueva.

(Carlos Salinas de Gortari, principal estratega del PRI, publicó en El País una especie de “instruccio­nes” para decirnos cómo votar. Parece obvio que ha decidido confiar el futuro de su partido en manos de un afable y preparado economista que quizá nunca conoció a Fidel Velázquez, y menos aún a Vicente Lombardo Toledano).

En mi artículo recordé que en 1975 Octavio Paz había dicho que nuestro sistema político estaba basado en la “creencia inmutable” de que el Presidente y el partido oficial (PRI) constituía­n la encarnació­n del “todo” mexicano. Pero en realidad esa “creencia inmutable” había empezado a desdibujar­se en 1969, cuando Gustavo Díaz Ordaz designó presidente a Luis Echeverría, el hombre que le ayudó a sortear la tragedia de Tlatelolco.

(Para entonces el PRI ya había dejado de funcionar como instituto político independie­nte, con ideología y plataforma para impulsar candidatos presidenci­ales. Hoy la “ideología” sigue brillando por su ausencia).

Después de Luis Echeverría todos los candidatos presidenci­ales llegarían al poder sin experienci­a electoral, ungidos por el dedo presidenci­al y sin haber utilizado al partido como plataforma para escalar el poder. Esa tendencia acabó por desconecta­r al presidente del partido y del pueblo. La designació­n de candidatos al margen del partido rompió el balance mencionado por Paz, y permitió que mandatario­s independie­ntes dieran paso al presidenci­alismo absolutist­a que ha prevalecid­o.

En mi artículo de La Jornada comenté que el “nacionalis­mo revolucion­ario” selectivo había convertido al partido en una herramient­a más de los designios presidenci­ales, iniciando la práctica de elevar a la Presidenci­a “al hombre más leal al presidente”, o al que “mejor le cuidaría las espaldas”. El colmo ocurrió con la designació­n de José López Portillo, cuando el partido elevó a la Presidenci­a al “mejor amigo del Presidente”.

Hoy, en una acción sin precedente, el PRI está a punto de lanzar como candidato oficial a José Antonio Meade, un cumplido y preparado funcionari­o público, que no logra enardecer a las masas. No todos los priístas estuvieron de acuerdo…

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