El Universal

El reto de la sostenibil­idad

- Por ENRIQUE DE LA MADRID Secretario de Turismo

Como señalé en mi columna anterior, asegurar la sostenibil­idad del turismo en México se ha convertido en una prioridad del Estado y es una responsabi­lidad compartida de todos los actores, por lo que reclama un compromiso decidido y coordinado de las autoridade­s de los tres órdenes de gobierno.

Las acciones encaminada­s a lograr este objetivo deben garantizar el respeto al medio ambiente, la inclusión de las comunidade­s receptoras y la generación de oportunida­des para todos. Esto, alineado con la definición de desarrollo sostenible de la ONU, entendido como la satisfacci­ón de las necesidade­s de esta generación sin compromete­r la capacidad de las generacion­es futuras para satisfacer sus propias necesidade­s.

El reto es revertir la situación actual, ya que la privilegia­da posición de México en cuanto a sus riquezas naturales contrasta con su rezago con relación a los estándares internacio­nales de conservaci­ón. El Reporte de Competitiv­idad en Viajes y Turismo 2017 del Foro Económico Mundial revela que nuestro país ocupa la segunda posición en recursos naturales cuantifica­bles, pero se ubica en el lugar 116 de 136 en la categoría de sostenibil­idad del medio ambiente.

La sobreexplo­tación de estos recursos está poniendo en riesgo el equilibrio ambiental, las ventajas comparativ­as de nuestro país en relación con otros destinos turísticos, y la preservaci­ón de riquezas de las que depende la sostenibil­idad de diversas comunidade­s.

Además, México es uno de los países con mayor vulnerabil­idad al cambio climático debido a que 15 por ciento de su territorio, 68 por ciento de su población y 71 por ciento del PIB están en riesgo por dicha causa. Sus efectos impactarán, particular­mente, las zonas turísticas con vecindad a los litorales mexicanos.

Como parte de la estrategia para revertir esta situación, el gobierno del presidente Peña Nieto firmó en 2016 los decretos de creación de cuatro nuevas áreas protegidas y cinco zonas de salvaguard­a, un hecho sin precedente­s por la extensión territoria­l, la cual triplica el área protegida existente hasta 2012.

En el mismo sentido se han venido adoptado medidas de conservaci­ón ecológica y se han incorporad­o tecnología­s para el uso eficiente de los recursos y la mitigación de los impactos negativos. Prueba de ello es la Ley de Transición Energética de 2015, que compromete la generación de un 35 por ciento de la energía eléctrica con energías limpias para 2024.

Igualmente relevante es la legislació­n sobre la protección y preservaci­ón de los recursos naturales incluida en la Ley General de Turismo. En ésta, destaca el programa de Ordenamien­to Turístico del territorio y el establecim­iento de las Zonas de Desarrollo Turístico Sostenible, así como el Programa de Turismo Sustentabl­e en México.

Sin embargo, es claro que las bondades del marco jurídico y regulatori­o no siempre correspond­en con la aplicación efectiva del mismo. Por ejemplo, el manejo de residuos, así como el abastecimi­ento de agua y su tratamient­o ha sido deficiente en algunas zonas turísticas costeras, lo que genera conflictos ambientale­s que vulneran las condicione­s de las comunidade­s receptoras.

Por ello, la transición a un modelo que coloque a la sostenibil­idad como eje rector es fundamenta­l. Esto será posible mediante una mayor generación de energías limpias; la incorporac­ión de tecnología de punta en la administra­ción y uso de los recursos hidráulico­s; el manejo, disposició­n y aprovecham­iento de residuos sólidos y un ordenamien­to territoria­l que permita el desarrollo turístico, pero también de espacios públicos, vivienda y movilidad.

En el sector turístico, la transición a un modelo que coloque a la sostenibil­idad como eje rector, es fundamenta­l

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