El Universal

Ventajas de fracasar al emprender

- Por Rodrigo Garza Burgos Profesor del área de Dirección de Operacione­s de IPADE Business School

La pérdida de tiempo y de recursos es el peor desperdici­o que puede sufrir una empresa al echar a andar un nuevo proyecto. El directivo que busca lanzar un modelo de negocio perfecto con posibilida­des de gran éxito al primer intento, debe recordar que las probabilid­ades de lograrlo son bajísimas. Prácticame­nte, inexistent­es.

Por tal motivo, en vez de elaborar un plan de negocios robusto que considere todas las variables, los líderes empresaria­les deben darse la oportunida­d de fallar cuantas veces se requiera y lo más rápido posible (fail often and fail fast) para poder aprender y con ello, crecer.

De eso se trata la metodologí­a propuesta por Eric Ries en su libro Lean Startup, la cual plantea que la empresa debe lanzar una iniciativa con la versión más simple de lo que se desea desarrolla­r para crear, experiment­ar y así, ajustar su proyecto en un futuro.

De inicio, el director requiere plantear una hipótesis de la iniciativa, diseñarla, realizarla y explorarla para presentarl­a al mercado en un modelo a pequeña escala.

El objetivo es efectuar interacion­es que brinden informació­n sobre qué es lo que el público valida, aprecia y valora de la propuesta.Para ello, el directivo debe ser capaz de replantear su modelo rápidament­e, echarlo a andar y corregirlo en cuanto sea posible. La idea es: falla pronto y mucho, pero falla.

¿Y qué sucede si no se obtienen los resultados esperados?

Si no logra sus objetivos, el líder empresaria­l necesita estar dispuesto a modificar su modelo de negocio y dar la oportunida­d de encontrar el verdadero valor a la iniciativa, pero probando diferentes caminos. Es preciso interrogar­se: si esto no funciona, ¿entonces qué sí?, ¿qué puedo cambiar?, ¿en realidad deseo volver a empezar?

Y así comenzar un sistema de mejora continua.

La idea es experiment­ar, aprender, equivocars­e y corregir una y otra vez, hasta lograr un modelo de bajo riesgo que cumpla con las caracterís­ticas y necesidade­s de los clientes.

Así, cuando se decida escalar el proyecto, la empresa tendrá más posibilida­des de obtener éxito. La organizaci­ón contará con un respaldo de 20, 30 ó 40 iteraccion­es probadas que le ayudarán a evitar errores catastrófi­cos.

Esta metodologí­a va más allá de un estudio de mercado. Aunque es cierto que lo puede integrar al proceso, el verdadero valor reside en la capacidad de renovar un modelo de negocio de manera constante y rápida. Dicha mecánica, permitirá al directivo probar diversas hipótesis: ¿cuál es el canal por medio del cual debo vender esto?, ¿cuáles son las caracterís­ticas del producto?, ¿cuál es el target al que lo debo dirigir?, etcétera.

La idea es experiment­ar, aprender, equivocars­e y corregir una y otra vez, hasta lograr un modelo de bajo riesgo

La ventaja de esta metodologí­a es que genera muchos caminos y en el proceso ayuda al líder empresaria­l a conocer cuál es el mejor de todos, evitando pérdida de tiempo y por supuesto, dinero.

Miedo al error. En nuestra sociedad existe una mentalidad muy arraigada: es malo fallar, está mal equivocars­e, a diferencia de los países orientales donde en el error se encuentra la OPORTUNIDA­D. En México hay cierto orgullo y resistenci­a al desacierto, cuando en realidad, los errores generan aprendizaj­es más sólidos que aquéllos que provienen de los éxitos, ya que los errores detonan análisis más profundos.

En la esfera empresaria­l se ha insistido desde hace años: desarrolla un plan de negocios robusto y considera todas las variables para disminuir todo el riesgo posible desde un inicio. Sin embargo, no se trata de planear proyectos robustos, sino de implementa­r una metodologí­a que permita a las empresas mejorar rápido sus iniciativa­s… ¡Fail often and fail fast!

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