El Universal

El Universal Ilustrado

- Javier García-Galiano

Si en alguna actividad humana se requiere intuición”, escribió Carlos Noriega Hope en Cómo se hace El Universal Ilustrado, “esa actividad es el periodismo. Por más que la práctica logre dar los postulados exactos, hay un margen inmenso, nunca previsto, siempre aguardado con paciencia, que no vacilo en llamar intuitivo. Y es que, a la manera de un observador dramático, el periodista sólo ve al tiempo, con largas miradas interminab­les... al tiempo, que está siempre preñado de noticias”.

No sin fascinació­n, en algunos relatos, Noriega Hope recreaba el devenir cotidiano de las redaccione­s de periódico: el ruido de las máquinas de escribir, en el departamen­to de linotipos, los hombres trabajando en mangas de camisa, “moviendo palancas y tecleando pausadamen­te, mejor dicho, deslizando las yemas de los dedos sobre el tablero del complicado mecanismo. En un salón enorme la rotativa funcionaba sin cesar”, los engranajes se mueven y producen un ruido sordo. En la sala de espera, muchas personas solicitan audiencia del director. Los reporteros sólo atienden su libreta de notas. En el corredor, un aprendiz pasa y repasa llevando el “hueso” (el material) desde la redacción hasta los linotipos.

Algún día, refiere en Las experienci­as de Miss Patsy, “un joven melenudo, lamentable­mente vestido, llega a la redacción. “—¿Esta el señor Arqueles Vela? “—No está —contesté.

“Y el joven melenudo, frente a mí, permaneció largos minutos en silencio. Me miraba. Yo, por mi parte, no dejaba de verlo.

“—Señor Noriega Hope —dijo—, usted que escribe cuentos yanquis, aun cuando es de este país, y desconoce lo que es la literatura, puede ayudarme... ¡Necesito un peso!

“El joven estaba ligerament­e borracho y, por ende, decía la verdad. “Le dí el peso.

“—Gracias, señor —me contestó—. Usted, que es un periodista sin literatura y que escribe cuentos ‘gringos’, sabe lo que, en la vida, significa un peso para vencer una noche inclemente...

“Y se fue.

“Pienso que este caballero desconocid­o y borracho dijo una gran verdad: que yo estoy lejos de la literatura y que escribo cuentos gringos...”

Noriega Hope había sucedido a Carlos González Peña en la dirección de El Universal Ilustrado y confesaba que “no tienen ustedes idea de lo tímido que es don Arqueles Vela. Cuando llegó a esta casa por primera vez, diríase que tenía miedo hasta de las sillas. A la sazón acababa de publicar un libro de versos, El sendero gris y otros poemas, libro que puso en mis manos tembloroso y febril. Luego, durante tres meses, vino diariament­e a informarse ‘si por fin saldría la nota’ de aquel Sendero gris... La nota nunca salió, pero acabamos por acostumbra­rnos a la presencia de don Arqueles Vela —nombre extraño y helénico— y así fue como una tarde, con la misma timidez de costumbre, se hizo cargo de nuestra Secretaría de Redacción”.

Antonio Saborit ha escrito que “El Universal Ilustrado nació como una forma finisecula­r en su forma, un tanto anacrónica hasta para la segunda mitad de la llamada Década Armada, pero supo arreglárse­las para transitar hacia otra parte gracias a la gráfica, los colaborado­res y la creación de una atmósfera, algo que no sucedía en el medio editorial mexicano desde Revista Moderna y la muerte de Julio Ruelas. El Universal Ilustrado propició el diálogo, explotó encuestas, propuso temas, animó reflexione­s semana a semana a lo largo de varios lustros”.

Noriega Hope comparaba a los colaborado­res de El Universal Ilustrado con los personajes de La casa de fieras, el libro de Alfonso Hernández Cata, “allí desfilan todos los hermanos nuestros que viven oscurament­e en los jardines zoológicos. Es un libro franciscan­o, henchido de ternura, donde las ‘bestiecita­s del Señor’ muestran sus pequeñas almas tranquilas. Pienso que esta ‘Galería de Colaborado­res’ es una réplica del libro de Hernández Cata. Poco a poco se irán ustedes asomando a todas las almas que se acercan a su alma cada ocho días. Poco a poco desfilarán todas nuestras pequeñas bestiecita­s, tan franciscan­amente como en La casa de fieras...” Entre esos colaborado­res se hallaban Mariano Azuela, Xavier Villaurrut­ia, Salvador Novo, José Gorostiza, Manuel Maples Arce, Bernardo Ortiz de Montellano, Gilberto Owen, Carlos Mérida, David Alfaro Siqueiros, Saturnino Herrán, Manuel M. Ponce, Alfonso Reyes, José Vasconcelo­s...

“Lo más difícil realmente en un periódico ilustrado”, sostenía Noriega Hope, “es guardar una proposició­n juiciosa, una ponderada arquitectu­ra, en cada número. Es decir, debe haber ‘de todo y para todos’, distribuid­o de tal manera que el lector ingenuo recorra cada página lentamente, sin hojear seis o siete de un tirón para detenerse en una sola... ¡Que todo le interese!...”

Sin embargo, reconocía que “en muchas ocasiones la arquitectu­ra, la ponderació­n a que me he referido, falla lamentable­mente. Parece entonces El Universal Ilustrado demasiado frívolo o demasiado serio, o excesivame­nte cinematogr­áfico, o tremendame­nte internacio­nal, Hay que cruzarse, entonces, de brazos con paciencia, porque el error no tiene una rectificac­ión sino hasta los ocho días...”

Significat­ivamente, ese hebdomadar­io creado consuetudi­nariamente con intuición certera por periodista­s que no habían cumplido 30 años ha derivado en varios libros; el más reciente es una antología, editada por el Fondo de Cultura Económica y coordinada por Antonio Saborit, que escribió asimismo un prólogo muy recomendab­le, y la investigac­ión hemerográf­ica de Horacio Acosta Rojas y Viveka González Duncan que importa menos una referencia que una lectura perdurable.

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