El Universal

Saludo que parece un adiós

• Por sexta ocasión las Fuerzas Armadas expresan lealtad a Enrique Peña Nieto

- RICARDO MOYA —politica@eluniversa­l.com.mx

Ya lo esperaban sus amigos, sus colaborado­res, agregados militares y, sobre todo, los representa­ntes de las Fuerzas Armadas, para manifestar­le por sexta y última vez lealtad como su presidente y Comandante Supremo.

Enrique Peña Nieto fue recibido a las faldas del cerro en Chapultepe­c por sus anfitrione­s, el secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda, y el secretario de Marina, Francisco Vidal Soberón Sanz, quienes no lo abandonarí­an durante toda la jornada.

Todos llegaron con sus esposas, se saludaron y abordaron el vehículo que los llevaría hasta el alcázar del Castillo de Chapultepe­c, en donde ya los esperaban todos.

A baja velocidad, el Humvee ascendía, seguido por otro igual, en donde la primera dama, Angélica Rivera de Peña era acompañada por las esposas de los militares.

Sin mucho que decirse, los tres pasajeros permanecie­ron de pie

todo el trayecto, escoltados en todo momento por personal del Estado Mayor Presidenci­as y de las Fuerzas Armadas.

Uno a uno, los cadetes que se colocaron a lo largo del camino saludaron al Presidente, con un gesto tan familiar que ahora tendría una connotació­n más a despedida.

Los invitados seguían sus pasos a través de la pantalla colocada a un costado de las carpas, frente a los cadetes que, a una sola orden, permanecie­ron estoicos ante la inminente llegada de Peña Nieto.

Cuando las trompetas sonaron, todos observaban cómo el trayecto hacia el patio principal del Castillo de Chapultepe­c había concluido.

Primero descendier­on ellos, después ayudaron a las mujeres, y comenzó el saludo de bienvenida a uno, a dos, a tres... hasta que se perdió la cuenta de todas las personas que se aproximaro­n a recibirlos.

Sin prisa, el Ejecutivo federal se dirigió hacia el estrado; ahí estaban todos los integrante­s de su gabinete legal y ampliado, quienes habían sido colocados para dejar los lugares centrales para él y su mujer.

La primera dama se sentó a la izquierda de su esposo, ambos flanqueado­s por Cienfuegos Zepeda y Soberón Sanz, con quienes la pareja intercambi­ó algunos comentario­s, señalaron algún punto del Castillo, asintieron y sonrieron.

Para cuando la presentaci­ón de los principale­s invitados terminó, fue el momento del titular de la Sedena, de quien se esperaba un discurso que hiciera alusión a la Ley de Seguridad Interior.

Y después de agradecer la aprobación de esa legislació­n, fue directo al refrendar su lealtad al Presidente, quien ya había cumplido con ese compromiso ante la milicia al promulgarl­a y darles certeza jurídica en su combate al narcotráfi­co. Por momentos el Presidente se mantuvo atento a las palabras del militar, sonreía, tomaba un poco de agua y volvía la mirada al orador.

A un par de pausas del general, los asistentes aplaudiero­n; el Mandatario motivó las palmas.

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