Las imágenes de un México en guerra
Hace 105 años, del 9 al 19 de febrero, se registró uno de los hechos históricos más fotografiados en nuestra capital: la Decena Trágica. Así surgieron varios famosos fotógrafos
En épocas anteriores a la nuestra era inimaginable que pudiéramos conocer lugares y lo que sucedía lejos en ese momento.
Las noticias se acompañaban de ilustraciones, grabados o caricaturas que describían al lector lo sucedido. A finales del siglo XIX y principios del XX, la fotografía fue posicionándose y salió de la privacidad de los estudios fotográficos a las calles, con lo que aseguró su inmersión en los medios impresos y así, sin fecha exacta, nació el llamado fotoperiodismo.
Daniel Escorza y Samuel Villela, investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), nos permitieron descubrir los orígenes del fotoperiodismo y su importancia en la historia nacional.
Si bien ya existían fotógrafos que se dedicaban a retratar paisajes, personajes o tradiciones que se imprimían en alguna postal como souvenir de viaje, la investigación de Escorza ahonda en cómo la fotografía pasó de ser una práctica para el disfrute personal a una “imagen masificada” en la que los fotógrafos capturaban momentos de la vida citadina, libre de poses, que iban desde actos oficiales del gobierno, actos conmemorativos -como el Centenario de la Independencia-, festividades al aire libre o eventos deportivos.
“De tal suerte que para los inicios de la Revolución Mexicana -escribió Escorzahabía un equipo muy sólido de fotorreporteros que realizarían el registro de los eventos revolucionarios, no sólo en la ciudad, sino en las distintas regiones del país (...) Los primeros fotógrafos del periodismo provenían de las clases medias: empleados, muchos de ellos habían salido de sus ciudades o pueblos natales en los estados de la República (Gerónimo Hernández, Ezequiel Álvarez Tostado, Manuel Ramos, Ezequiel Carrasco, Antonio Garduño), otros eran originarios de la capital (Agustín y Miguel Casasola). Otros iniciaron como ayudantes de fotógrafos o como empleados sen diarios o revistas...”.
Eran personas que se veían o retrataban constantemente, ya que en el ángulo donde uno de ellos lanzaba el “tiro” podría estar otro de sus compañeros capturando la misma escena, pero desde otro enfoque.
Para 1910 ya era bastante común ver no sólo gente con cámaras fotográficas, sino también cineastas que viajaban por el país para cubrir eventos, principalmente políticos.
De acuerdo con el investigador, estos personajes iban vestidos “de forma pulcra, invariablemente con traje, corbata y bombín, o sombrero de fieltro, debían cargar sus cámaras y sus implementos, que consistían las más de las veces en una especie de maletín que contenía los negativos de cristal —ya que apenas se comenzaba a usar el negativo de nitrato—...”, relata.
Tras el estallido de la Revolución, los fotógrafos no se inmutaron ante las escenas de muerte o destrucción, al contrario, registraban sin parar todo lo que sucedía en el país y, al final, sus imágenes quedaron plasmadas en diarios o semanarios.
La Decena trágica también tuvo gran cobertura por parte de los fotoperiodistas. Durante diez días (del 9 al 19 de febrero de 1913) la capital fue escenario de un golpe de Estado contra del gobierno de Francisco I. Madero que culminó con su muerte y la de José María Pino Suárez.
Daniel Escorza comenta que todo lo sucedido en ese periodo fue muy “fotografiado” ya que: “la capital es una gran caja de resonancia, hay una fuerte concentración de medios informativos y por ende, de reporteros...las batallas de este tipo eran un hecho sin precedente para la ciudad y ocurrieron en pleno Centro Histórico... el contemplar a filas de heridos o muertos -algunos casi incineradossobre las calles o el Zócalo capitalino conmocionó a los habitantes”.
Nos explica que las avenidas más afectadas fueron Balderas y Bucareli, por ser las rutas de entrada hacia la Fábrica Nacional de Armas -hoy la Biblioteca de México- que fungía como cuartel para los golpistas, liderados por Victoriano Huerta, Félix Díaz y Manuel Mondragón. Muchos edificios, monumentos y casas de la zona fueron ametrallados.
Para Samuel Villela, el fotoperiodismo contribuyó a que la sociedad gestara una opinión pública a través de la impresión de un hecho.
Estima que cerca de ochenta fotógrafos cubrieron la Decena Trágica, de medios impresos destacaban Manuel Ramos, Antonio Garduño, Gerónimo Hernández, Eduardo Melhado, Samuel Tinoco de Novedades, Macario González, Agustín V. Casasola, Ezequiel Álvarez Tostado, Ezequiel Carrasco o Abraham Lupercio; entre los “independientes” lucían las tomas de Sabino Osuna, Hugo Brehme y Charles B. Waite. También hubo muchos fotógrafos aficionados cuyos nombres se desconocen.