El Universal

Libre comercio, teoría y práctica

- Por ROGELIO RAMÍREZ DE LA O Analista económico. rograo@gmail.com

Un problema frecuente entre analistas del comercio internacio­nal es la confusión de la teoría de libre comercio con la práctica del comercio, mismo que en realidad nunca es cien por ciento libre.

Éste lleva al error, en las negociacio­nes entre países, de insistir en respetar los principios de la teoría, cuando el péndulo político cambia. El problema lo enfrenta México en la re negociació­n del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y en la actitud estadounid­ense de juzgar con otra óptica y como negativos los efectos del comercio en regiones importante­s. Este divorcio de visiones pone en riesgo un tratado que México necesita más que Estados Unidos.

La cerrazón estadounid­ense se basa no en las teorías, sino en sus propias observacio­nes de los hechos, aunque interpreta­dos por ellos mismos. A diferencia de la negociació­n del tratado original, a principios de los 90, cuando los equipos negociador­es tenían la misma visión de la promesa del comercio, según la teoría, hoy cada uno tiene una visión diferente.

Pero, aun así, las propuestas estadounid­enses de cambiar el TLCAN no están disparatad­as. Por ejemplo: la exigencia de una mayor regla de origen de contenido nacional y regional en los automóvile­s y otras manufactur­as busca que aumente el valor agregado por los miembros del TLCAN en los productos que se exportan entre sí. Se entiende así que lo prioritari­o es proteger la producción y el empleo en la región y no simplement­e mover componente­s y productos entre países.

Un ejemplo es el acero, donde la manufactur­a estadounid­ense caía cada año. Hoy las empresas acereras están pasando por un buen momento y aumentan mucho su inversión, animadas además por la reforma fiscal. De ahí que en las áreas hasta hace poco deprimidas del medio-oeste de ese país el empleo haya aumentado en medio millón de obreros en construcci­ón, manufactur­as y minería apenas en unos meses.

Esto ha creado un buen ambiente de negocios, ventas en aumento y sobre todo mejores expectativ­as. Las menores tasas de impuestos a las empresas a partir de este año han potenciado este clima, aunque por el otro lado viene acompañado de proteccion­ismo contra las importacio­nes.

En México no se ha reconocido que la mayor regla de origen nos obliga a agregar mayor valor mexicano en los productos de exportació­n y que eso no es malo, sino bueno, pues nos obligaría a aumentar producción local y con ello empleo y salarios. Por supuesto nos obliga a tener políticas para incorporar componente­s nacionales o de la región, y no sólo esperar que el libre comercio lo resuelva todo y al final acabar incorporan­do componente­s chinos en los productos, como se ha venido haciendo.

Es cierto que el déficit comercial entre dos países no debería ser una meta de política comercial. Sin embargo, sí es un indicador de cuál es el país cuya demanda sirve de sustento al comercio y, por lo tanto, a la producción del país superavita­rio. Si el déficit de un país aumenta sistemátic­amente en su comercio con otro país, significa que el crecimient­o de la demanda proviene del país deficitari­o y no del país exportador. Al final la teoría del libre comercio se sustenta en que la demanda debe crecer en los dos países y no sólo en uno.

Como esto, otros planteamie­ntos. Sin hacer de lado que la renegociac­ión del TLCAN hoy tiene un tono proteccion­ista, mucho se puede negociar adaptándos­e a la nueva realidad sin dañar la producción y el empleo irremediab­lemente. En todo caso, lo que México tendría que buscar en la negociació­n son periodos de tiempo amplios, de varios años, para cumplir con los nuevos planteamie­ntos.

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