El Universal

Para entender la sucesión, últimas variables

- Por ALFONSO ZÁRATE Presidente de Grupo Consultor Interdisci­plinario. @alfonsozar­ate

Como he escrito antes, en Grupo Consultor Interdisci­plinario, S.C. (GCI) identifica­mos dieciséis variables que, creemos, serán claves para explicar el desenlace en la elección presidenci­al. Hace dos semanas expuse las primeras: la maquinaria político-electoral, el candidato y su capacidad para conectar con el electorado, la disponibil­idad de recursos y la operación a ras de suelo tanto del gobierno federal como de los gobiernos estatales y municipale­s, el legado y su impacto en el humor colectivo y los amarres con los poderes fácticos.

El jueves anterior abordé otras variables: la campaña, la estrategia electoral y las ofertas, los saldos de los procesos de selección dentro de los partidos, los debates y los post-debates, la dispersión de las opciones, los impactos de las alianzas, el árbitro y la autoridad electoral, los efectos de las postulacio­nes de candidatos a las gubernatur­as, al Congreso y a las alcaldías más relevantes y el factor externo. Restan dos variables: las redes sociales y el azar.

Aunque no son nuevas, en 2018 las redes sociales jugarán un papel relevante. Frente al despliegue burdo de la propaganda en los medios convencion­ales, se levanta la protesta ciudadana, muchas veces anónima e, incluso, truqueada, a través de Facebook y Twitter. Las noticias falsas y el golpeteo entre las fuerzas en disputa serán, sin duda, el pan de cada día en las redes sociales.

Hace seis años, según el Inegi, solo 39.8% de los mexicanos eran usuarios de internet, pero el grupo etario con más usuarios eran jóvenes de entre 12 y 17 años, es decir, menores de edad sin derecho al voto. En cambio, en la actualidad, el número de usuarios ha crecido vigorosame­nte: según las estadístic­as oficiales más recientes, de 2016, 59.5% de los mexicanos son usuarios de Internet.

Acompaña a las redes sociales la utilizació­n de los celulares como instrument­o que permite exhibir los abusos del poder. En fin, informació­n que puede viralizars­e y, en cuestión de minutos, cambiar las percepcion­es en torno a los personajes públicos y a los procesos políticos.

En el actual proceso electoral, las redes sociales serán clave para refrescar o contaminar la memoria. De pronto, se agolparán y se harán virales los videos y memes que han hecho escarnio del presidente Peña, pero también los videos o la informació­n que caricaturi­za a Andrés Manuel López Obrador, José Antonio Meade y Ricardo Anaya. Las redes sociales serán una de las arenas principale­s donde se librará la batalla por la percepción pública.

Y, finalmente, está el azar. Como se ha probado muchas veces, la irrupción de fenómenos sorpresivo­s—como el atentado terrorista en la estación de Atocha, en Madrid, en marzo de 2004— puede generar un quiebre que afecte resultados electorale­s que parecían inevitable­s. En México, ante el asesinato de Luis Donaldo Colosio, Carlos Salinas de Gortari no tuvo más remedio que entregarle la candidatur­a a Ernesto Zedillo.

Resulta difícil anticipar, en esta compleja mixtura de datos, el peso que tendrá cada uno de los elementos o cuál será su combinació­n exitosa. Incógnitas de la incertidum­bre democrátic­a que deberán descifrar partidos y candidatos en contienda. Pero lo que es cierto es que el acomodo de las distintas piezas inclinará la balanza.

En la ponderació­n que realizamos en GCI de las dieciséis variables (distribuid­as en tres bloques con diferente rango de valoración), el resultado fue sorprenden­te: un empate técnico entre las tres formacione­s mayores, en el que la coalición que postula a Andrés Manuel López Obrador alcanza 71.5 puntos; la que tiene a Ricardo Anaya como candidato 70 y la que encabeza José Antonio Meade, 69.5 puntos. Lo que significa que la moneda está en el aire y que el desenlace dependerá del acomodo de ciertas variables y de los aciertos y errores, algunos quizás mínimos, que cometan los contendien­tes en el último tramo.

¿El “poderoso” aparato electoral del PRI resultará un artefacto desvencija­do o, ante la dispersión de las opciones, su capacidad para llevar a sus votantes a las urnas hará el milagro? ¿La decisión de un “independie­nte” de llamar a sus electores a votar por quien encabeza una coalición hará la diferencia? ¿Qué se impondrá: la maquinaria o el hartazgo?

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