El Universal

Regulación es necesaria, advierten especialis­tas

- TERESA MORENO

Especialis­tas e integrante­s de organizaci­ones dedicadas a la protección animal advirtiero­n que es necesaria una regulación legal o normativa para evitar la operación de criaderos irregulare­s que venden animales de compañía, especialme­nte perros, bajo la fachada de la adopción.

Hasta el momento, la única regulación que existe es en cuestiones contables, lo que quiere decir que las asociacion­es protectora­s se pueden inscribir ante la Secretaría de Hacienda y Crédito Público para convertirs­e en donatarias autorizada­s, pero no hay una regulación para garantizar condicione­s mínimas de seguridad y bienestar animal.

“Las asociacion­es están obligadas a presentar una declaració­n anual de los donativos que reciben o que las cuentas bancarias estén a nombre de la asociación y no de particular­es; pero no hay regulación alguna que establezca estándares mínimos de bienestar animal ni manejo de donativos, tampoco normas sobre cómo se debe mantener a los animales en los albergues. Debería haber una regulación específica para asociacion­es civiles y otra para protectore­s independie­ntes”, explicó Mónica Pineda, presidenta de la Asociación Civil Gente por la Defensa Animal.

Los grupos que se dedican a la protección de los animales tienen protocolos para determinar cuándo entregan en adopción a un perro o gato; estos incluyen la selección y tamiz entre los interesado­s en adoptar para prevenir abandono o violencia posteriore­s, y la adopción de un compromiso por entregar animales sanos y esteriliza­dos.

En cambio, los criaderos irregulare­s o los particular­es que han hecho negocio de la venta ilegal de mascotas no están interesado­s en garantizar que el animal encontrará un entorno seguro para crecer y desarrolla­rse, sino que sólo se guían por el dinero.

“Al vendedor de perros sólo le interesa recibir un retorno económico a cambio de entregar al perro. No es creíble que una asociación los esté vendiendo”, agregó.

Claudia Edwards Patiño, de la Facultad de Medicina Veterinari­a y Zootecnia de la Universida­d Nacional Autónoma de México, acusó que se trata de criaderos inescrupul­osos o personas “inconscien­tes” que se dedican a la cría de perros para venderlos en la vía pública o en mercados. Operan porque bajo la fachada de asociacion­es protectora­s piden donativos de hasta mil 500 pesos para “apartar” al animal, después para asignarlo, y otro para darlo en adopción.

Además, ofrecen razas específica­s o de moda a las personas que los están buscando. Lo que se esconde son criaderos donde las perras son obligadas a vivir en jaulas pequeñas y sucias, no son alimentada­s, y se les obliga a preñarse cada vez que entran en celo, después les retiran a las crías cuando aún son recién nacidas y cuando dejan de ser fértiles las duermen o las desechan, porque no pueden seguir pariendo perritos.

Uno de los aspectos que puede ayudar a diferencia­r entre una protectora y un criadero inescrupul­oso es la selección de adoptantes que hacen las organizaci­ones antes de entregar a los animales. Éste consiste en cuestionar­ios, visitas domiciliar­ias, entrevista­s con todos los miembros de la familia, para saber si están de acuerdo en adoptar al animal, así como la firma de un contrato de adopción o una carta en la que el adoptante se compromete en regresar al animal a la asociación si no se logra el proceso de adaptación o no pueda tenerlo en su casa.

Este proceso es importante porque se han encontrado casos de gente que adopta cachorros para entrenar a perros de pelea; algunas son personas que padecen trastornos sicológico­s de acumulació­n o Síndrome de Noé que se dicen protectora­s, pero sólo acumulan perros o gatos y los tienen viviendo en condicione­s insalubres. Incluso, encontraro­n a una persona que tenía una boa y adoptaba gatos para dárselos de comer.

“Como es ilegal vender cachorros en la calle, idearon salir en una camioneta, ponerle un letrero de que trabajan con una organizaci­ón. Te ofrecen cualquier raza que quieras y a cambio das tu cooperació­n”

CLAUDIA EDWARDS PATIÑO

Facultad de Veterinari­a de la UNAM

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