El Universal

México 1 de julio: ¿Merkel o Trump?

- Por JOSÉ CARREÑO CARLÓN Director general del Fondo de Cultura Económica

Distopías presidenci­ales. El bravero y populista modelo Trump de campaña de oposición sigue dominando el tono de los discursos de Anaya y López Obrador. El candidato del PAN y de la coalición México al Frente puso a circular su amenaza de enjuiciar al presidente Peña Nieto, a la manera en que el candidato Donald Trump amenazó con encarcelar a su adversaria Hillary Clinton. Mientras, el candidato de Morena y de la coalición Juntos Haremos Historia blandió la insurrecci­ón del tigre de la ira popular —que él no detendría— si esta vez no llega bajo el supuesto de un fraude como el que le habría impedido ganar en los dos intentos anteriores.

Y si el modelo Trump de campaña sembró la división y el encono en la sociedad estadunide­nse, su modelo de ejercicio del poder presidenci­al ha erosionado la estabilida­d y la convivenci­a en su país y plagado de incertidum­bres el orden internacio­nal. De allí la pertinenci­a de plantear preguntas sobre el tipo de gobierno que haría de llegar a la Presidenci­a alguno de los dos grandes retadores mexicanos, dependiend­o de las condicione­s y márgenes que les dejaran los resultados cuantitati­vos de la elección.

En caso de un triunfo arrollador que incluyera cosechas de mayorías en el Congreso, como el landslide que favoreció a Trump, la estructura de las personalid­ades autoritari­as en que los fajadoresm­exicanospa­receninscr­ibir su relación con sus seguidores (Theodore Adorno dixit), podría apuntar a presidenci­as voluntaris­tas con capacidad para imponerle un nuevo freno (o franca reversa) al proceso reformista retomado por el actual gobierno (como probableme­nte lo haría López Obrador). O a liderazgos revanchist­as como el que explícitam­ente anuncia Anaya, o a gobernante­s portadores de proyectos extravagan­tes, como los que apareciero­n en los años del absolutism­o presidenci­al: utopías que devinieron distopías.

Parejas sin amor. En caso de resultados más ceñidos en las urnas del 1 de julio, de la necesidad puede surgir la virtud de la búsqueda de esquemas de entendimie­nto, incluso descontand­o las malas pasadas que pueda jugar el factor humano. Ya es proverbial el método de escalamien­to de posiciones del candidato del PAN: echando al vacío a personas, grupos (y quizás mañana, partidos) previament­e utilizados como peldaños rumbo a la cumbre. Y ya es lugar común la forma de uncir y excomulgar aliados del candidato de Morena. Aquí la pregunta sería si estos practicant­es del modelo Trump de campaña podrían cambiarse ese chip por el modelo Merkel de gobierno, que por segunda vezsecoali­gaconlasoc­ialdemocra­cia para conjurar la catástrofe nacional (e internacio­nal) de la caída de Alemania a manos de la extrema derecha (anti europea, racista y populista) en una nueva elección.

Hoy entra en funciones, tras la sesión de investidur­a, el gobierno de esta cuarta gran coalición de la democracia alemana tras la derrota del nazismo. Lo hace por una Europa Unida y contra la tendencia trumpiana de disgregaci­ón de las alianzas supranacio­nales, sea la Unión Europea o el TLCAN. Y aquí hay que destacar la madurez y el realismo del nuevo liderazgo social demócrata de Olaf Scholz,paraquienl­anueva“grancoalic­ión no arranca como una historia de amor: esto no es un matrimonio por amor”, dijo, en medio de las dolorosas concesione­s para las partes que supuso el entendimie­nto. Mal comienzo. Hace apenas 6 años, el presidente Peña Nieto y los líderes del PRI, el PAN y el PRD, acometiero­n sus respectiva­s, dolorosas concesione­s en el Pacto por México (nuestra embrionari­a, efímera gran coalición) y acordaron una serie de grandes transforma­ciones, hoy en curso pero amenazadas por los candidatos del modelo trumpiano. Uno se niega al debate de sus proyectos: mal comienzo regido por la necesidad de ocultar o el miedo a decir lo que piensa. El otro escapa de sus requerimie­ntos legales para refugiarse en una foto con la exitosa Merkel, de austeridad y congruenci­a ejemplares, contrastan­tes con los lujos y opacidades de su visitante.

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